?Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos...?
Víctor Hugo
?Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.?
Francisco de Quevedo
?Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.?
Cesare Pavese.
La Saeta que Refulge
Cardumen de nubes,
detengámonos un poco, estoy cansado,
y tu sangras demasiado,
y escupes.
Son tus hálitos de vida,
que, como dardos,
mi ansiedad exacerba, de bruces.
Teníamos que huir de la ira,
de los santos,
del convento, de las cruces;
este amor prohibido, sin ida,
nos obsequió la muerte,
y nos cegaron las luces.
Esta errática huida,
entre las ruinas de sus mentes,
clavaron la saeta que refulge;
te mueres en mis brazos,
y sonriendo inerte,
tus hábitos manchados,
se fruncen.
Eras la novicia que conocí,
la sacra inocencia del lunes,
la flor más beata del jardín,
desviándose a mi lado,
entre áureo lumen.
Quizás por eso quiso el Inicuo delatarnos,
y entre escaramuzas de un ardid,
las lenguas flamígeras acusarnos.
Esta errática huida,
entre las ruinas de sus mentes,
clavaron la saeta que refulge;
te mueres en mis brazos,
y sonriendo inerte,
tus hábitos manchados,
fenecen entre herrumbre.
Detengámonos un poco,
ya tus latidos no sufren;
saltemos al vacío,
viendo como el destino se cumple;
en este acantilado de mar,
hay un buen final,
y escaparemos por fin, a las urbes,
del averno que nos prometieron,
por amarnos sin cesar,
y sin que nadie nos culpe.
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Si siembro la oscuridad me nacen lunas
Si ves belleza en una flor,
No le vistas de muerte cogiéndola,
Contémplala y convierte en dios de lo eterno.
No huelas las flores del jardín, las más hermosas
Son ponzoñosas,
Adormecen los sentidos,
Y habitan en las tumbas más lujosas.
Si ves por suerte un colibrí,
Verás tu vida en las rosas,
Y cómo con frenesí baladí,
Se extingue entre las orlas.
Si ves belleza en una flor,
No le hables sin conocerle,
Pues sus pétalos son sutiles,
Y la brisa una tempestad de azul celeste.
No mires todo el jardín, no bebas el elixir,
De la memoria que fenece, inocente.
No hables de la belleza, contémplala,
No oigas palabras de amor, siéntelas,
Pues la naturaleza es frágil,
Cual burbujas de polen,
Y el viento adormece volátil,
Lo efímero, lo incierto,
Y lo grácil.
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Rima LXI
Yo te amo ángel de luz,
divago en tu jalde rima,
como el silencio sur,
perdido en tu gema viva.
Amanece ahora tu citarodia,
me duerme el deseo entre liras,
y puedo verte aulodia,
entre vetustas cimas.
Corre pronto proemio sol,
crezco a tu voz como lima,
y suelo añorar tu amor,
entre el viento de mi vida.
Fíjate que hermoso el silencio,
me hace eternidad tu vista,
y entre llanos sentencio,
el aura de tu alma fina.
Basta verte para poder amar,
vivo hoy entre días de tiza,
tan pálidos y mustios de azar,
que me birlaron siempre tu risa.
Llena por Dios este deseo;
auguro perderme entre tu prisa,
mientras extraño arde el tiempo reo,
entre mi llanto de pena y sima.
Yo te amo ángel de luz,
entre vergeles de plácido apogeo,
te amo siempre ámbar que me pintas,
azur y jalde de himeneo.
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Aline Jáuregui
He visto tus cuadros
Tus fotos en el suelo oscuro
He visto tus ropas
Tus poemas quemados por el humo.
He visto tus ojos apagarse
Y tus velas verter su cera en tu piel
Ardiente zumo
Te he visto postrada sin respirar
Con una cuerda en el cuello
Moviéndote como un péndulo desnudo
La cara blanca y los labios morados
En bizarro culto
Y un cáliz enfría tu bermejo jugo.
He visto la vida pasar
y no puedo negar todo lo que supuestamente debí haber sentido,
pero no paso jamás,
sin embargo sé lo que no debo sentir,
el curso natural de los sentimientos no ha pasado por aquí
solo he visto tristeza irremediable,
muerte injustificable y una vida no envidiable.
He visto tus cuadros,
tu vida pasar y no puedo negar todo lo que te he querido hasta el final,
he visto tus gritos y acariciado tus torturas,
sin embargo, sé que no debo sentir tus heridas
sé que no debo callar.
Te he visto temblando después de cada corte irremediable,
con una cuerda en el cuello,
y el cuerpo florecido de flagelos
como un resto macabro, un cadáver exquisito de tormentos.
He visto tu tiempo fenecer,
Como la derrota de un día sin sangre,
Ocaso deletéreo que destroza la carne,
A dentelladas vaciando alma y piel,
Embalsamando amanecer.
?
?
Rima LX
Que olvido de atrios señor,
cómo pudo un día mejor,
llevarte esta pena intensa,
entre otra canción.
Juega el viento entre brisa eterna,
ya no llueve el tiempo sin corazón,
y me parece tan ajeno,
tu amparo blanco y consolador.
Divago la pena del enajeno,
surge el trino leve del soñador,
y entre marea rompe el viento,
entre jirones de corazón.
Merodea el ardor hambriento,
una noche languidece la razón,
y eleva el crepúsculo un lote de pertenencia,
como lo haría el vaho al amargor.
ROGERVAN RUBATTINO ©