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La barca al anochecer (y otros villanos)

La barca al anochecer (y otros villanos)

21-05-2014

Poesía poesía

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La multiplicidad de sus formas es uno de los alicientes de la poesía. Si se lleva el verso libre e intimista, al que los sucesos exteriores resultan tan indiferentes como el metro, el ritmo y la rima, las tendencias distintas no tienen por qué verse abocadas a una exclusión total. Glosar personajes y acontecimientos públicos –de la historia, la mitología o la novela, pero también, por qué no, del cómic y del cine- puede no resultar cargante del todo, en especial si se desdramatiza e incluso se toma un poco a broma su tratamiento.

Además los aficionados a la poesía suelen ser tener miras amplias y tal vez apreciaron algunas obras de los tiempos en los que regía otro canon. No creo que les ofenda el recurso a las herramientas citadas, si su fin, como se intenta, no es restringir la expresividad sino  favorecerla.

Esta obra se engarza con otras cuatro, con pretensión de unidad. Sus protagonistas respectivos son los perdedores, los incomprendidos, los villanos y ciertos iconos de todos los tiempos. Incluso se ha osado reservar un apartado para las fábulas. Los lectores dirán si con acierto.

                                                                                                                        Joaquín Borrell

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

EL BARQUERO 
 
Entre las figuras simpáticas de la mitología griega no se cuenta la del barquero Caronte. Su tratamiento artístico, 
incluida la Divina Comedia, tampoco ha contribuido al atractivo del personaje. Y eso que para algunos historiadores el verdadero origen de la figura se halla en los etruscos, que en sus estatuas funerarias siempre parecen estar pasándoselo en grande. La verdad es que, atendida su ocupación principal, atribuirle un carácter festivo requeriría muchísimo voluntarismo. 
 
Un día en la tiniebla calinosa 
que baja en el temprano anochecer, 
flotante entre la bruma y silenciosa 
verás mi proa negra aparecer. 
No soy amigo tuyo ni enemigo, 
tan sólo desempeño mi deber. 
Me toca asegurar que irás conmigo. 
También que nunca más podrás volver. 
 
Me han dado muchos títulos los hombres. 
Ninguno, sin embargo, es verdadero. 
Da igual; de cualquier forma que me nombres 
no puedes desviar mi derrotero. 
Y el tuyo, ¿qué más da? Cuando yo estibo 
no anoto quién es cada pasajero, 
ni si hizo el mal o el bien mientras fue vivo, 
ni qué puede esperar tras el lindero. 
 
Hay muchos que aseguran que es temprano 
al ver mi sombra erguida ante su puerta. 
Quizá no han entendido que a mí en vano 
se intenta convocarme a fecha cierta. 
¿Huir lejos de mí? Por donde vaya, 
su ruta ha de acabar en mi cubierta. 
¿Guardarse tras cerrojos? No hay muralla 
que al roce de mi voz no quede abierta. 
 
¿Qué puerto encontrarás? Poco me importa. 
Me incumbe nada más la travesía. 
La clase de equipaje que transporta 
tu mísero baúl no es cosa mía. 
No canses a mi oído indiferente 
con quejas si tu alforja está vacía. 
¿O acaso no sabías ciertamente 
que habías de embarcar conmigo un día? 
 
Te consta que en el mismo nacimiento 
cargaste con la tacha de deudor,

al cual le queda oculto el vencimiento 
mas no que llegará ni su rigor. 
No entiendo pues que al darte la acogida 
a bordo hagas visajes de terror. 
No fui quien puso el término a tu vida. 
Yo soy sencillamente el cobrador. 


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