Lady Frances está sentada en un sofá de terciopelo en la biblioteca, su rincón preferido junto a la chimenea. Afuera está lloviendo. Son las dos de la tarde y hace frío. Aun no es invierno,pero pronto vendrá. No sabe que le quedan pocas horas de vida.
Los invitados a la cena de su aniversario van llegando poco a poco. La mitad de ellos son parientes de la señora por matrimonio o por sangre y la otra son amigos y gente que, digamos le deben favores. Porque ella es muy rica y es considerada la benefactora de la villa. Ha cumplido los setenta años y ya es una vieja. No ha tenido hijos y es viuda. Sabe que está rodeada de gente que desea su dinero y no se fía de nadie. A pesar de ello lady Frances ha vivido una buena vida y quiere saborearla hasta el último momento.
Donde antes había un comedor vacío ahora estaba lleno de comensales quienes sentados alrededor de una gran mesa de caoba degustaban una cena suculenta mientras charlaban animadamente. Eran siete personas más la dueña de la mansión la honorable lady Frances. A su derecha estaba sentado el vicario y a su izquierda el médico. Enfrente de esta el cuñado de la anciana dama y después los sobrinos de lady Frances Esmila y Lionel, Arleta la hermana pequeña de la dama y por último el abogado de la familia. Tal y como lo hubiera visto un extraño parecía un típico cuadro familiar de gente pasándolo bien y homenajeando a su anfitriona. Pero las apariencias engañan casi siempre y si pudiéramos leer los pensamientos de los invitados nos daríamos cuenta del error. Porque todos eran malos pensameintos y en el fondo deseaban que muriera lady Frances. Y nos preguntamos lo obvio ¿Por una mujer que solo hacía el bien era tan odiada? ¿Acaso es que todos se habían vuelto locos? O, ¿Nos encontramos con mentes criminales? Parece más bien un dilema para el psicoanálisis