CAPITULO I
Comienzo de la Pesadilla
En un cierto momento de esta pesadilla, tuve que condicionar mi mente hacia una nueva perspectiva, me dije tengo que aceptar esta situación estoy aquí en una Prisión Federal cumpliendo una sentencia de 7 años, en este momento no sé que va a ocurrir y que va a pasar, lo único que se, que esta es una verdadera oportunidad para autoexploración, para un estudio de la conducta humana;
Me dije, “acéptalo, estás aquí”, es una oportunidad de crear nuevos valores, de llegar a ser emocionalmente fuerte, de conquistar miedos, inseguridades y de poner un punto final al comportamiento autodestructivo.
Es un periodo para nuevas perspectivas, oportunidades y de crear un nuevo futuro.
Mi credo personal al salir de la Prisión Federal de Dambery era de transformarme en un verdadero ser humano útil, amable, autentico y original.
Mis experiencias en la niñez me enseñaron que nuestra actitud tiene mucho que ver con la superación del dolor emocional y físico. A la edad de 9 años, tuve la oportunidad de convivir con una comunidad “Indígena de la Tribu Yaguas” en la frontera entre Ecuador y Perú. Observé muchos de sus métodos chamanísticos curativos y de su capacidad para controlar el dolor.
A los 13 años de edad pude sorprender a mis compañeros del Colegio Vicente Rocafuerte en el año 1959, hipnotizando animales (pollos, conejos), e incluso a mis propios amigos. Tome ventaja de estos conocimientos para viajar a través del Ecuador, parte de Colombia y Perú con un programa de 1½ Hora, llenando los teatros haciendo demostraciones de memoria, Hipnotismo Colectivo y de Telepatía Mental.
Una de mis demostraciones implicó manejar una motoneta con los ojos vendados, la parte divertida es que no sabía conducir la motoneta y tampoco tenia licencia de conducir, la venda no estaba lo suficientemente ajustada por lo tanto me permitía mirar de reojo la dirección que tenia que seguir y las personas que corrían alrededor de mi me ayudaban a seguir el camino. Sin embargo, estuve al borde de la muerte con unas cuantas rupturas en la cabeza al accidentarme contra un camión, la falta de organización de las personas que me asistían en la conducción no fue tan segura.
Después de unas presentaciones en la Ciudad de Cali – Colombia, recibí una carta de mi hermana que me invitaba a estudiar en los Estados Unidos. Me pareció muy estimulante ya que en mi opinión los E.E.U.U. era un país utópico. Sentía una enorme impaciencia, deseo de llegar, aprender los conocimientos de esa nueva sociedad y sentirme como una persona civilizada.
Tome un vuelo de Bogotá a Barranquilla, y de allí a Miami, quedando sorprendido totalmente durante todo el trayecto; en particular, cuando pasé por las aduanas y me sentí como un visitante de otro planeta.
Viajé en autobús de Miami a Nueva York llegue al terminal de autobuses y tome el tren subterráneo en dirección al apartamento de mi hermana en alto Manhattan. Tuve que recorrer una distancia de 160 cuadras ya que el terminal quedaba en la calle 42 y mi hermana vivía en la calle 200.
Fui a los E.E.U.U. con un gran deseo de rencontrarme con mi hermana, de sentir el sabor de tener una familia en algún lugar, ya
A los 9 años de edad mi madre me confesó que yo era un huérfano y que ella me recogió en un hospital, desde ese entonces, nunca mas sentí lo que era tener un hogar.
Al Llegar a Nueva York me pude enterar que mi hermana estaba comprometida, sentí que tampoco ese era el lugar donde podía encontrar un calor familiar. Permanecí con mi hermana cerca de dos meses hasta que encontré una pequeña habitación.
En mi primer trabajo ganaba $50 por semana en un Restaurante llamado “Nedick”. Rentaba una habitación de $35 por semana en el Hotel Ashley en la calle 46 en el centro de Manhattan, mi alimentación en esos momentos tan solo era una hamburguesa y un Hot Dog de ese lugar donde trabajaba como lavaplatos, y esos fueron mis primeros meses en los E.E.U.U.
Definitivamente era una gran degradación, de trabajar en los mejores teatros de las ciudades, a la posición de lavaplatos en un restaurante.
Cierto día conocí a un camarero mejicano que trabajaba de mesero en un restaurante con deseos de abrir un pequeño negocio de hamburguesa y salchichas (perros calientes) en Chicago, él me preguntó si me interesaría viajar con él, dentro de mi surgió una nueva esperanza y una oportunidad de tener una empresa, decidí viajar hacia Chicago; pasé mis primeros días en un hostal denominado “YMCA”; fue entonces cuando me di cuenta que aquella persona era un alcohólico empedernido; tome $ 60 prestados de parte de este Señor y me dirigí a una agencia de empleos, donde encontré un trabajo como ensamblador en una fábrica de lámparas en la zona éste de Chicago.
Ése fue el comienzo de mi larga experiencia en la gran ciudad de los vientos.
Mi vida Social anteriormente no había sido tan interesante; excepto mi amistad con uno de mis profesores en un Colegio Católico en la ciudad de Guayaquil – Ecuador, en la cual me facilitó mi primer encuentro sexual con una Trabajadora Social (Prostituta), tenía 14 años de edad, ya me había familiarizado con los Centros Nocturnos en ese entonces abierto toda la noche, en las principales ciudades de Ecuador, Colombia y Perú.
Mi educación formal terminó al concluir mi primer año de Bachillerato en el Colegio Vicente Rocafuerte en la ciudad de Guayaquil-Ecuador. Perdí el año por no tener mis notas suficientemente altas paradójicamente en las materias de inglés, gramáticas y matemáticas, perdí todo el interés en mis estudios.
Lo mejor de mi educación fue: la educación informal y lo que ocurrió en las comunidades indígenas de la tribu antes mencionada.
Mis padres adoptivos eran católicos y de clase media. Mi padre un hombre de negocios, mi madre una ama de casa, dos hermanas y un hermano, todos eran de mucho apoyo y cariñosos, aunque mi padre ocasionalmente alcohólico; y a veces extremadamente violento.
Sentí que él tenía sus propios problemas y frustraciones al tratar de mantener la familia. Mi madre, una persona sensible, sufrida y de condiciones nerviosas, el cual despertó mi interés en la mente y en el proceso de curación personal, todo esto tenía mucho que ver con mis observaciones de sus sufrimientos. En numerosas ocasiones ella perdía el conocimiento debido al stress y problemas con su corazón, yo intuía que era el resultado de una situación que la agobiaba. Fui testigo de su angustia y soledad, sin poder hacer nada al respecto.
Mi padre se dedicaba a la importación y exportación de productos comerciales que por supuesto nunca tuvo que ver nada con drogas. Tuve dos tíos muy afectuosos también hombres de negocios.
A través de mi niñez estuve siempre preocupado en los problemas de nuestras clases sociales. Particularmente tenía un gran interés en comprender Por Qué, en aquel momento (eran los años 60), los seres humanos podrían ser tratados como animales, como burros de carga. Cerca de nuestro apartamento en la ciudad de Guayaquil había algunos indígenas nativos que no tenían hogar, dormían debajo de las escaleras y la única manera de ganar el dinero era alquilarse como mulas del transporte para cargar las cestas llenas de víveres del mercado en sus espaldas. Las personas utilizaban a los indígenas como mulas de carga, hasta con doscientas libras en sus espaldas y con un pago mísero. Estas experiencias fueron muy dolorosas y me disturbaban a pesar de mi corta edad.
Otra situación que fue bastante desbastadora fue mi observación a través de los medios de comunicación de las confrontaciones raciales en los E.E.U.U. en los cuales la policía utilizaba perros agresivos atacando a los afroamericanos que manifestaban su protesta. “Con respecto a los derechos civiles”.
Tuve una experiencia muy interesante en Quito – Ecuador antes de mí salida para los E.E.U.U. En 1964, me invitaron para que asistiera a una conferencia en uno de los hoteles más costosos de Quito (Hotel Quito), por un grupo de hombres de negocios americanos que contemplaban las inversiones en Ecuador.
Fui invitado a esta conferencia como huésped de honor debido a mi notoriedad como un artista creativo, a la edad de 16 años ya era el más joven hipnotizador del mundo. En esa conferencia planteé una pregunta a este grupo de hombres de negocios. Y les Dije, “¿si yo fuera un negro, ustedes me habrían permitido que me sentara con ustedes en esta conferencia?”. ¡Pronto me escoltaron, de una manera diplomática, hacia la puerta de salida!
Quizás la acumulación de estas observaciones estimulo mi comportamiento antisociable en los Estados Unidos. ¿Quién se habría imaginado que un día yo ocuparía la posición de secretario por la Asociación Nacional de Personas de Color en la prisión federal de Dambery en el año 1985?