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Me cago en el demonio de Anllóns

Me cago en el demonio de Anllóns

17-03-2013

Ciencia ficción/fantástica novela

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A veces parece que es el demonio quien te pone la vida patas arriba, eso le pasa a Diana, un intento de ejecutiva que ve como una extraña aparición le desmonta la vida.

 

 

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

Puede ser que tenga algo de diógenes, no lo voy a negar. Dicen que es por falta de afecto, no digo que no; aunque creo que es más por falta de dinero o, en su caso, por falta de querer gastarlo. Tampoco es que haya cogido tantas cosas: dos sillas, no, tres sillas, dos de madera y una de metal, esta era más bien para jardín pero yo la tengo en la entrada para dejar el bolso, una mesa de televisión de estas de los setenta que tenían una tabla de formica que yo cambié por una de pino y que, en definitiva, convertí en una mesa de ordenador, un marco de un espejo de forja, y porque lo pensé tarde que si no tendría la mesita a juego, un sillón tapizado con flores grandes, una mesita auxiliar que tenía las baldas de cristal ahumado, que también cambié por tableros de pino porque la cogí con mucho aire disimulando la vergüenza con fingida indiferencia, una jaula de pie para pájaros y una mecedora.

No es que haya que tener un talento especial, un poco de agudeza para distinguir una cosa puesta al lado del contenedor porque no cabe dentro, de una cosa puesta al lado del contenedor porque no hay donde aparcar y la segunda fila pegada a un contenedor parece menos segunda fila. Esto es fundamental.

 

La verdad es que me confié, pensé que era una experta y metí la pata. Pasa con el exceso de confianza.

 

Aquel era un sillón BONITO, con ese cierto encanto del abandono, que casi hacía juego con el otro que había cogido hacía unos meses. Estaba algo desfondado, desfondado del todo en realidad, se veían dos de los muelles perforando el tapizado de los bajos. Le di una vuelta, comprobé que no tenía polilla y lo cogí. Lo que viene siendo el procedimiento normal.

 

Después, en casa, procedí a hacer una evaluación más detallada de los daños. Polilla no. Tapicería bien, algo roñosa pero bien. Patas arriba, tela del fondo deshilachada. También ¿a quién se le ocurre? Los muelles eran gordos como los que usa Pier Nodoyuna para adelantar y el ingeniero que diseñó el fondo pretendía contenerlos con un trozo de tela floreada.

 

Con paciencia quité todas las grapas que cosían la tela a la madera, retiré el tapizado, desaté los cordeles que enderezaban los muelles y los saqué. Le pasé el aspirador, un paño húmedo, el limpiador de tapicerías, el limpiador de madera, aclaré el limpiador de madera, aclaré el limpiador de tapicerías, lo dejé airear para que secase y recogí los restos porque ser soy una agarrada pero muy limpia. Las grapas pasaron a toda velocidad por el tubo del aspirador, pero el trozo de tapicería se atascó, la aspiradora tiraba con ansia pero la condenada tela era de un resistente... aún iba a tener razón el desgraciado del tapicero.

 

Y no pasó, venga a apagar la aspiradora, venga a tirar del trozo de tela para fuera, venga a tirar, y sal de una vez, y no da salido. Y salió por fin, y di con el culo en el suelo. Me caían los surcos de sudor por la cara abajo y me tuve que secar, y me sequé con lo que tenía más a mano, el trozo de tela, claro. Asqueroso. Lo sé. Me di cuenta tarde, cuando olí aquella mezcla de cerrado, humedad y óxido. Me dieron escalofríos ¿y si aquel olor no procedía exactamente de lo que yo deducía? ¿y si aquel color marrón no procedía de un tinte? ¿y si cogía la tiña?

Me dio en picar todo el cuerpo, sentí la urgencia de ir a lavarme, pero no lo hice porque cuando estaba mirando la tela con cara de asco vi que tenía algo escrito. Curiosidad gana a asco. Extendí el lienzo y recompuse los hilos desbocados para conseguir leer con claridad lo que ponía:

 

NI POTE NI CALDERO

PARA TI EL DEMONIO ENTERO


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