Comienza a leer

Iniciar sesión con Entreescritores

¿Has olvidado tu clave?

Crear una cuenta nueva

Libros publicados

La Mirada Sucia

La Mirada Sucia

30-11-2013

Novela negra/Policiaca novela

  • Estrella vacía
  • Estrella vacía
  • Estrella vacía
  • Estrella vacía
  • Estrella vacía
4
  • Estrella llenaEstrella vaciaEstrella vaciaEstrella vaciaEstrella vacia  1
  • Estrella llenaEstrella llenaEstrella vaciaEstrella vaciaEstrella vacia  2
  • Estrella llenaEstrella llenaEstrella llenaEstrella vaciaEstrella vacia  0
  • Estrella llenaEstrella llenaEstrella llenaEstrella llenaEstrella vacia  0
  • Estrella llenaEstrella llenaEstrella llenaEstrella llenaEstrella llena  1

El título “La mirada sucia” tiene un doble sentido; por un lado, la mirada de algunas personas que pueden llegar a excitarse viendo imágenes de sexo con menores de edad (entiendase niños, no adolescentes con cuerpos de adultos), llegando en ocasiones al extremo de ser la única forma de excitación sexual que tienen, que es lo que puede definirse como pedófilos, siendo en realidad una desviación sexual que como tal, no está recogida en el Código Penal como un delito (aunque a veces si lo parezca o la gente piense que si lo es), mientras no se pase simplemente de mirar o que para conseguirlo se valgan de medios ilícitos, lo que en realidad debería tratarse como una enfermedad por medio de la terapia correspondiente y no con años de cárcel destructivos para la persona y que no ponen solución al problema. Y por otro lado está la “mirada sucia” con que las fuerzas policiales, Jueces y Fiscales pueden llegar a ver como pornografía infantil, simples imágenes de niños en la playa, modelos que aparentan ser menores pero que en realidad son mayores de edad, o fotografías artísticas de menores desnudos (incluso expuestas en museos o publicadas en periódicos digitales), y lo que  es peor, webs legales donde se certifica que los modelos que allí aparecen son mayores de 18 años, asesorados por algún médico forense que sin ningún rigor determina en un proceso judicial que actrices porno de 20 años son niñas de 12, con el simple examen de unas fotografías o videos, con un total desprecio hacia la persona que se está jugando su vida en un juicio de este tipo, cuando por todos es sabido la dificultad que hay para determinar la edad de los menores inmigrantes que llegan en pateras a nuestras costas, que incluso teniéndoles delante es difícil asegurar la edad que pueden tener, pero quizás esto no sea más que el reflejo de una sociedad neurótica y enferma que no sabe como defenderse de sus propios fantasmas.

            Este libro no pretende ser una justificación, defensa o apología de la pedofilia, ni mucho menos de la pederastia, que ni siquiera se trata aquí, y que ojalá pudieran erradicarse y deberían ponerse todos los medios para lograrlo, al igual que se hace con las drogas u otros delitos como los robos, asesinatos….., pero quizás sólo sea una utopía, como acabar con el hambre en el mundo, que si se erradicara, acabaríamos con gran parte de estos delitos, pero aquí sólo se pretende que cada caso reciba su justo y proporcional tratamiento, al margen de demagogias y frases intolerantes como “tolerancia cero”.

             Quiero hacer constar que sólo hago uso de mi libertad de expresión (mientras se pueda), y no pretendo acusar a nadie de nada sin tener pruebas, ni que nadie se sienta ofendido por mis palabras (si es así le pido perdón si me demuestra que estoy equivocado), respetando totalmente a quien no piense así. Sé que algunas cosas pueden parecer duras, provocar rechazo, y ser difíciles de asimilar, pero tan solo es una reflexión en voz alta sobre unas opiniones que pueden leerse en varios foros y publicaciones sin mucha difusión, que ayude a ver desde una perspectiva distinta un grave problema que está haciendo sufrir a miles de personas en este país.

 

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

Son las 7 de la mañana de un 13 de febrero. El timbre del portal suena insistentemente en el domicilio de Antonio; su mujer se levanta apresurada a contestar y al instante vuelve angustiada y casi sin salirle la voz del cuerpo le dice a su marido:

            .- ¡Es la Guardia Civil!  Me cago en…... ¿Qué querrán?

            Antonio se levanta con un vuelco en el corazón y apenas puede ponerse el pantalón cuando vuelven a llamar al timbre de la puerta, esta vez  de arriba, otra vez con insistencia. Su mujer Rosa se dirige nuevamente a la puerta y al abrir, se muestra sobresaltada al encontrarse con siete personas. Una mujer, que le resulta conocida, le dice:

            .- ¿Vive aquí Antonio Montes? Soy la Secretaria del Juzgado,  esta es la Sra. Magistrada y venimos con la Guardia Civil para hacer un registro. ¿Dónde tiene el ordenador?

            Tras una ligera indicación, entran las dos mujeres acompañadas de dos jóvenes agentes vestidos de paisano; a través del pasillo de una limpia y ordenada casa,, son dirigidos hacia la habitación quizás más destartalada, en la que con celeridad y a la vez minuciosamente examinan cada papel que encuentran y se disponen a recoger todos los útiles informáticos existentes.

            Rosa, nerviosa, vuelve a preguntar porqué es el registro,  quizás no lo haya preguntado antes ó no se lo dijeron.

            .- Es por un presunto delito de distribución de pornografía infantil contra su marido.

            A Rosa se le hiela la sangre y Antonio, que acaba de entrar en la habitación terminando de vestirse, siente como el mundo se le cae encima.  Aparentando una calma resignada va contestando a las preguntas de rigor mientras observa como los guardias civiles inspeccionan cada rincón y van empaquetando los objetos requisados:

            .- ¿Estos videos de que son?

            .- Son de recetas de Arguiñano.

            Sin contestar, el policía los mete en la bolsa de lo que se van a llevar y pasa a otra cosa:

            .- Mira, aquí hay fotos de niñas.

            .- ¡Claro!, son fotos normales de mi hija con sus amigas. Las hace ella misma, le gustan mucho las fotos.

            .- No se, esto es sospechoso. Tú, mira bien todo, que como no encontremos nada, nos la cargamos.

            .- ¡Aja!, ya te lo pillamos. ¿Qué hacen en el ordenador estas fotos de chicas desnudas?

            .- Esas son todas sacadas de webs de mayores de 18 años.

            .- Bueno, bueno, eso habrá que verlo.

            .- Algunas está bien claro, y estas otras que no lo parecen, puedo enseñarle las webs que tienen donde se dice que son mayores de edad. Además, son muy conocidas en Internet. Y otras es imposible saber la edad que tienen, porque habría que preguntárselo a ellas;  es que no son ni pornográficas siquiera, sólo están posando desnudas.

            .- No, tu no toques nada; eso ya se verá en la investigación.

Interviene su mujer:

            .- Es que la investigación ya teníais que haberla hecho antes de venir aquí y estar muy seguros de lo que se van a encontrar,  y no venir por una simple sospecha.

            Antonio, al ver que el día va a ser largo, pide permiso para afeitarse y asearse y se dirige al baño. Uno de los guardias increpa a su compañero indicándole que lo vigile, no sea que vaya a suicidarse, a la vez que no oculta su enfado por no estar encontrando lo que esperaban, mientras el otro muestra cara de estupor como diciendo:

            .- (¿Qué estamos haciendo aquí?).

            La hija del matrimonio, que dormía en la habitación de al lado, se despierta para ir al Colegio y se altera al ver a esa gente en su casa a esas horas; su madre intenta calmarla, ya que su corta edad no le permite comprender lo que está pasando.

            Durante la hora de registro que se hace eterna, Antonio observa impertérrito como se profana su intimidad y es saqueada por esos perros sabuesos, pensando que quizás, esa intimidad ya haya sido desmenuzada en la distancia, hasta en sus más mínimos detalles, maldiciéndose mil veces al ver como su más profundo interior es desnudado sin ningún pudor, sumiéndole en un estado de shock que le paraliza.

            La Sra. Juez muestra cara de aburrida y parece más interesada en las espléndidas vistas que se ven por la ventana que en las pesquisas de los agentes abriendo cajones y puertas donde no encuentran nada que no sea lo que hay en cualquier casa normal.

            Finalmente, la Secretaria Judicial le comunica que queda detenido por distribución de pornografía infantil y corrupción de menores. Una mueca de sonrisa incrédula sale del rostro de Antonio mientras firma la notificación, teniendo por un momento, la tentación de decir algo, pero sabe que en estos casos, un silencio vale más que mil palabras, aunque no pueda evitar pensar para si mismo:

            .- (¿A que menores he corrompido yo? Yo no he distribuido nada. Esto es una locura.)

            Pero no es ninguna broma macabra, es la puta realidad y está pasando de verdad. Y sale de su casa acompañado de la comitiva judicial, mientras su mujer se queda llorando en la puerta, pidiéndole que esté tranquilo. Una tranquilidad que intenta disimular, para no inquietar más a su mujer, pero la verdad es que por dentro, se está rompiendo en pedazos, intuyendo que todo se ha acabado, que su vida ha quedado arruinada para siempre y que quizás no pueda volver más a esa casa.

            Antonio hasta ese momento había intentado llevar una vida discreta y rutinaria, intentando no llamar la atención y pasar desapercibido; cumplir en su trabajo y llevar una vida sin sobresaltos junto a su mujer, más alegre y dicharachera, con don de gentes y fuerte personalidad, curtida en una familia numerosa de un barrio minero, donde no se regala nada y lo que se gana es a base de mucho esfuerzo y tesón, que no se iba a rendir fácilmente ante la nueva situación que se le avecinaba. Acostumbrada a sacar fuerzas de donde no las había, tenía que ser fuerte por su marido, por su hija y por ella misma; saldría adelante como siempre lo había hecho, aunque su salud soliera pasarle factura.

            A Antonio, antes de ser introducido en el vehículo policial, le son colocadas unas frías esposas que presionan sin tregua sus muñecas, pero el único daño que siente es en su dignidad. Una imagen tantas veces vista en las películas, nunca  imaginó que le produciría tanto dolor, el dolor de la impotencia, de sentirse un ciudadano mancillado en sus derechos. Es en ese momento cuando se da cuenta de que se ha convertido en un delincuente, sino había sido capaz de asimilarlo hasta ahora; con mirada de incredulidad, ver ese brillo metálico en sus manos, le hace asumir la realidad de una pesadilla que apenas se inicia, y le deja a merced de los acontecimientos.


Comentarios

Te puede interesar