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Primer capítulo

*Vida*


 

Recorrí el último tramo del camino hasta llegar al extremo del Páramo.

Allí el terreno terminaba, caía en vertical como en un abismo profundo

donde sólo se alcanzaban a ver unas finas nubes

que subían, delicada y suavemente, al compás del viento que las empujaba.


 

Hacía frío y sentí miedo, pero la soledad de aquel paisaje magistral

algo tenía que me embriagaba, me detenía, me impedía retroceder.

Podía ver el sol en su ocaso caer lánguidamente al través de la neblina,

y sentí en mi oído una pregunta enunciada como en un susurro,

animada sin duda por tan bello espectáculo.


 

¿Qué es la vida? escuché, y, casi por instinto, la formulé a voz en grito,

y mi eco rebotó en lo profundo como una especie de lamento desesperado.

¿Qué es la vida? volví a escuchar, solo que esta vez la voz era mía,

que subía por la pared junto a una nube rezagada.

¿Qué es la vida? pensé, y animado por aquel paisaje, bucólico y decadente,

intenté a mi mismo responderme antes de que el sol terminase de caer.


 

La vida es este abismo en que me encuentro, formulando una pregunta sin respuesta.

Es ese sol que cae delante mío, cuyos rayos no alcanzan a verse por completo.

Es también la más bella de las tristes canciones que jamás un hombre podrá componer,

pero que, si se esfuerza un tanto, podrá llegar a oírla por completo, a sentirla...

es un torrente de aguas turbias que te arrastra por completo

mientras en vano intentas resistirte y en donde, de tanto en tanto, encuentras

también alguna gota de agua pura,

gota que procura, sin éxito ninguno, alcanzar una orilla que quizá no exista.


 


 

La vida es ese huérfano prematuro que, entre triste y confundido,

intenta buscar un amigo. La vida es también ese amigo que traiciona,

ese tiburón que escondido acecha, esa esperanza que se hunde,

ese sueño que se rompe y se deshace en medio de la corriente.


 

La vida es también esa lealtad encontrada, esa felicidad insospechada,

que aparece, que se muestra donde menos te lo esperas.

Ese destino caprichoso que, de cuando en cuando, te endulza el camino

para que no se te ocurra retroceder.


 

La vida es el beso de la mujer amada,

ese beso lento pero a la vez apasionado, esos labios que,

junto a los míos, provocan que el turbio torrente se detenga un instante.


 

Es también esa mujer que se va, sin un adiós ni una palabra,

tan solo con la más triste de las miradas que un hombre pueda recibir.

La vida es esa mirada triste, que esconde detrás los más bellos

sentimientos contenidos, contenidos porque...

¡cómo ensuciarlos en medio de este caudal!


 

Es ese adiós silencioso, ese corazón comprimido, aplastado,

esa sensación de ahogo, ese sentimiento herido, esa alma angustiada...

la vida eres tú cuando caminas, cuando sin saberlo inspiras la más bella de las poesías,

poesía en movimiento cuando andas, cabello al viento.

Esos bucles infinitos de oro puro, ese andar elegante, esa escultura perfecta que

cuando la observo pienso: ¡no es de este mundo!


 

La vida es esa batalla que pierdes una y otra vez,

mientras una y otra vez te levantas al grito de ¡adelante!

Es ese sueño roto que constantemente intentas recomponer,

ese pasado que no olvidas, ese presente que te atormenta y ese futuro que ansías.


 

Es ese azar voluble que, con la misma velocidad que me acerca a ti,

de ti me aleja, sin un motivo, sin una razón... es ese beso que, sin compasión,

permanece en mi memoria, esos ojos tuyos que aparecen una y otra vez

en mi imaginación,

en mis noches largas,

en mis mañanas amargas...


 

La vida es oscuridad mezclada con pequeños rayos de luz,

es triste y alegre, amarga y dulce al mismo tiempo.

Es odio y amor, son los celos que me invaden cuando pienso: ¿dónde estarás?

La vida es dolor y melancolía,

pero también la vida es... poesía.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


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