luego de fijarme
Cuando no alcanzo quiero huir
cuando no comprendo: taparme los oídos
cuando la dicha se encarama digo basta y la rompo
o cuando me frustro lloro como un niño.
Ya no me creo nada, pero sé que estoy mentido
acaso se crucen nuestros ojos y tendré esperanza
tres minutos, lo que dura el acto y mi parada de metro,
porque me bajaré, de cien a cero en cinco instantes.
El niño no crece, insiste, en el cuerpo maduro.
Busca es la palabra, aunque la realidad es espera.
Volaré, deseo, antes de caer-me,
antes de partir a donde nada duele. Escapo.
Escapar de escapar. Incapaz de sentirlo. Quiero verlo.
Dame las letras, las palabras, los pájaros que nublen.
Y ciégame los puños.
tragedia y esperanza
la rotura de eso que te sostiene
de tu estructura mental
de tu artificio
las ojeras
son
serás
si puedes
llorar vaciándote
y luego empezar
empezar de nuevo
alegre de estar tan triste
de verte quebrado desde lejos
de verte las lágrimas desde afuera
como un espejo distante
y la esperanza parece
que vuelve a ti a apaciguar.
cabalga la serpiente
Cuando las cosas no son como se antojan:
cabalga la serpiente.
Cuando se sobreviene un amarillo,
cuando la zapatilla aprieta,
cuando la música resulta para otro,
cuando el amor es un espejo roto:
cabalga la serpiente.
Cuando el triste agazapado muestre el rostro,
cuando los minotauros te encuentren en su hogar,
cuando pierdas el hilo, el avión o los nervios:
cabalga la serpiente.
Cabalga la serpiente,
escapa del mal sueño,
que la vida es una -y es salvaje-
y tú eres su jinete.
es la otra primavera
Pido
que se levanten las amapolas
y alcen las manos y se desentierren,
que están cayendo las estrellas
del cielo,
haciendo surcos y hoyos
en el suelo.
Cierren los ojos y pidan
deseos.
(No confíen más en horóscopos,
que las constelaciones
se fueron).
Que se levanten los claveles
del imperio de las estaciones.
Que se despierten y canten
las flores.
tienda local
Pienso en Madrid y me doy cuenta,
que ya no quedan casi
apenas tiendas.
El mall concentra el mal
concentra los dineros
en una rapaz
de las que vuelan alto, alto,
soltando unas migajas
para que estés callado.
Los muertos habrán de reciclarse,
trocar piedra en castaña:
el nuevo arte.
Pierde el vecino, el pueblo, la varianza.
Vence un manojo al resto
en la balanza.
Estos centros de ocio, dementes comerciales,
nada dejan en casa, están
fuera de sus cabales.
Abandonamos las calles por lo coches,
nos prohíben decir que cuatro es dos más dos
pero, ay, las noches,
no faltará el guateque. Aunque todo se aleja,
perdido en la ciudad. Ayer, creamos la distancia
y soltamos la bestia.