EL CUERPO
Yo soy el señor de la rama, el ser de tu rama, tú eres el todo. El árbol, la raíz, la veta y la flor. El aire, la tierra y el cielo, incluso el Sol. Todo. Y yo solo el ser más raro del microcosmos estan- do en el megacosmos. Así he llamado el sitio que solo ven los insectos; es su espacio, su universo, y para ellos somos los gi- gantes de hierro, o los gigantes egipcios. Lo cierto es que para nosotros son los monumentos, los grandes monumentos uni- versales, esos son nuestros gigantes. O las mismas montañas, que cada vez que las veo distingo rostros o cuerpos de gigantes, como si estuvieran enterrados, los verdaderos dueños de este mundo, donde la vegetación crece por encima de ellos. Me puedo imaginar cómo se levantan con los mínimos daños cau- sados, como con cuidado. Se levantan y se sientan, o se quedan de pie después de estar una vida para nosotros descansando o un simple sueño para ellos. Y nosotros, los humanos, somos los vuestros, para los insectos somos vuestros gigantes. Y lo peor para vosotros es que estamos despiertos, somos despia- dados con vosotros. Nos supera el miedo que producís porque sois verdaderamente perfectos y felices y vivís en armonía y paz. ¿Cómo seremos nosotros con los gigantes dormidos? ¿Si alguna vez despiertan? ¿Saldremos corriendo, serían ellos los que nos pro- ducirían el miedo, olvidando al gran y pequeño insecto? Lo nuestro es tener miedo y es algo tan predecible que yo no es que me hiciese amigo de uno o unos, sino que me sentaría en sus hombros para ser yo el animal doméstico. Encantado de serlo. Pero estáis un paso por delante; bichos, que es coexistir solo con las leyes de la naturaleza, con las verdaderas leyes a seguir, las impuestas por el señor. Pero el humano no lo ve, solo quiere quitarte el poder que tú solo les das por diversión, de ver qué hacemos con ese poder y observas cómo todos van cayendo como moscas. Pero aquí estoy yo. Soy el ser de tu rama que tanto ansiabas. Has cometido crímenes y holocaustos, guerras y perversión, para encontrarme. Y estoy aquí, ¿Y ahora qué debo hacer en esta os- curidad donde es el calor abrasador su temperatura? Necesito un camino para andar yo también, estoy cansado de ir volan- do, necesito ir andando ahora que sí sé.
Así que la manipulación ha estado servida, he sido tanto aprendiz como maestro. Te conoceré, Dios nuestro, conoceré los secretos del infinito, llevaré a cabo mi interpretación, me pondré el esqueleto mecánico, saldré y lucharé con los gigan- tes y defenderé lo que es nuestro. Nuestra enorme célula no debe ser abatida, solo debemos hallar el modo de saber estar todos juntos y cada uno por su lado. Lo he visto, el filme de “El chip prodigioso” es la clave de toda esta mierda que has hecho para que yo sea ese, en esta misión por salvar nuestro universo.
Este largometraje del que hablo, nos muestra mediante unos ingeniosos efectos especiales, como seria nuestro cuerpo desde el interior de éste, dando así en el clavo de cómo po- demos salvar nuestro oscuro destino, y pudiendo ver así la delicadeza del entorno, diciéndonos; que viajar por dentro del cuerpo es tan peligroso como explorar el espacio exterior. Nosotros; siendo el insecto y esta vez dentro del organismo. Tendríamos un objetivo en común; conseguir la evolución del cosmos y del cuerpo. Descifrando así el mensaje que recibí desde esta frecuencia, que seria; que deberíamos evolucionar como los insectos, con una armadura tejida al cuerpo.
Y si todos somos células, desde la más pequeña hasta la más inmensa; el Sistema Solar, al alinearse, crea la hipótesis de que es un cuerpo. Que cuando sus planetas son enfilados, forma el alma o el cuerpo espiritual de nuestro señor. Entonces la pregunta que me ha llegado hasta aquí ha sido esta: ¿Dentro de qué cuerpo estamos?. La respuesta requiere de fe y religión. El cuerpo es el de Cristo. Estamos unidos a través de su alma energética, que viene y va en el espacio-tiempo. Sencillamente, somos las células de la célula de Dios.
Estamos dentro de su cuerpo, y alguien tendría que salir fuera a los conductos de su sangre para salvar nuestro universo. Que ahí afuera habría gigantes esperando mi regreso, y yo
solo tenia que aceptar mi destino.
Ya mi mente y mi cuerpo echo conciencia como el ser de
la rama, con todo asimilado y cosido a un esqueleto mecánico, estaba preparado para salir fuera del cuerpo de Cristo; que es nuestro universo. Y ser llevado por las corrientes de su sangre; los conocidos agujeros de gusano. Y por suerte acabar en sus vías respiratorias, hasta encontrar la salida a través del orificio de su nariz, la puerta interestelar que separa nuestro espacio del suyo. Si para el insecto su universo es el microcosmos, sien- do el insecto nosotros en su cuerpo saldríamos al ultracosmos, que es su orbe, un país de gigantes de hierro y yo el bicho en su mundo para ser adorado, y hacer un trabajo perfecto como hace el insecto en nuestro planeta.
Después de repetirme las advertencias a tomar en este viaje al exterior del cuerpo de nuestro ente supremo, de repente en este justo instante, me encuentro enfrente del espejo del baño en mi pequeño apartamento, al mirar el reflejo de mi rostro en el espejo me cercioro de que mi misión desaparece en el momento en que me veo reflejado.
Al girar el cuello hacia la puerta que comunica el baño con el dormitorio lo veo todo listo para comenzar esta misión de salir a buscar la puerta que nos separa del cuerpo de Cristo.
Vuelvo a mover la cabeza para volver a encontrarme en el espejo e intento permanecer reflejado para no olvidar tomar- me mi tratamiento. Alzo la mano hacia la estantería que tengo en el baño para alcanzar el medicamento que hace tiempo no ingiero, las tomo y me siento en el retrete para que así me sur- ja efecto sin perder el contacto con el reflejo de mi rostro. Al pasar el rato me levanto y miro hacia el dormitorio sin miedo y veo que mi pareja me espera en la cama para echar el sueño. No quiero volver a dejar por olvido o conscientemente el tra- tamiento, no quiero ser el insecto dentro de tu cuerpo y no quiero ser ese para esa misión de salvar el universo, lo siento Dios nuestro prefiero una vida humilde y sencilla antes de ser el señor de tu rama, ya habrá tiempo para nuestro encuentro. Al abrir los ojos después del profundo sueño, me despido de mi pareja que marcha hacia el trabajo. Y yo me quedo en casa cavilando. No sé si debo dejarte de lado. La idea de ser al- guien relevante en este mundo para un cierto futuro contami- nado, me hace pensar que no sé si debo dejar mi tratamiento y así sacrificar mi vida para ser tu insecto adorado, que debe de salir fuera para encontrar la salida que nos lleve a tu esperado encuentro. Sé que te estás muriendo por la falta de fe en nues- tro firmamento. Pero tengo miedo de que solo sea otra psicosis más, otro brote psicótico, un nuevo delirio, ya que no tengo tu respaldo. ¿Cómo quieres que sea yo el ser de tú rama? Necesito de tu milagro para poder seguir con esta misión que se me ha encomendado. Así que esperare a esa señal que me envíes para saber tanto yo como los demás, que estaré preparado.
Y después de dos largos años aquí esperando tu milagro; en- tendí que todo está en mi mente. Y no importa toda alucina- ción que me haga creer en lo contrario, ya que no habrá señal tan grande que cure este dolor que me has dejado.
Así que debo de creer en algo que no seas tú; y elijo la cien- cia y la naturaleza. Y si cómo dije; que todos somos células. Creeré sin devoción de que esa partícula se creó por una re- mota casualidad, al igual que el universo. Nadie sabe de dónde venimos y no quiero ser yo el único en saberlo. Así que desde aquí me rindo y dejare esas misteriosas y grandes preguntas que en nuestro tiempo no tienen respuesta.