Todo comenz� el 12 de diciembre de 1971, en un campo de un pueblito en el centro de la isla de Puerto Rico y ya su futuro estaba escrito. La palabra superaci�n le acompa�ar�a toda la vida para entender su prop�sito en un mundo que se abr�a a sus ojos. El padre de la criatura, esperaba con ansias un var�n, pero para su sorpresa era una ni�a, tan fr�gil y d�bil delante de� los ojos de todos, especialmente de sus padres. Pero, nunca nadie imagin� como la debilidad se transformar�a en una gran fortaleza. Nacida la ni�a, sus familiares seleccionaban el mejor nombre para ella, para su madre ser�a Carmen Del Guadalupe, pero el padre y la t�a decidieron otro nombre que marcar�a su vida. Durante sus primeros meses parec�a una ni�a completamente sana y feliz, pero la vida le ten�a preparado el camino de muchos retos y desaf�os. Muchos no los podr�a entender en el momento, la l�gica de los hechos llegar�a a su vida en plena madurez.� Luego de varios meses transcurridos desde su nacimiento, comenz� la primera etapa de pruebas. Viv�a con sus padres y abuelos paternos en un campo pleno de naturaleza, rodeada de muchas flores, �rboles, caf� y frutos.� Se respiraba un ambiente fresco, puro y sobre todo de mucho amor. Jam�s, se pensar�a que aquella ni�a tendr�a que vivir una vida un tanto diferente a las dem�s.�
Como de costumbre, todas las tardes aquella ni�a esperaba a su padre llegar de su trabajo; sus o�dos se prestaban a escuchar el ruido de las llantas del veh�culo JEEP. Una tarde de primavera, la ni�a no escuch� el deseado sonido y su llanto inquiet� a su mam� quien trataba de consolar a su hija, mientras ella se mor�a de desconsuelo.� Encendida la radio de aquella humilde casita en el campo, se escuch� la noticia de un terrible accidente de un hombre casi sepultado por unas paredes de una casa en su lugar de trabajo.� La madre al o�r la noticia comienza a gritar y llorar sin consuelo, ya que el hombre mencionado era su esposo. La ni�a lloraba sin saber que ocurr�a, sus sentimientos proven�an de ver el rostro de su mam� desconsolada y la ausencia de su� pap�.�� Se marcaba un panorama de desosiego y de una inmensa tristeza.� En esos precisos momentos se escucha el ruido de las llantas del JEEP, la ni�a se tranquiliza y la madre corre hacia el patio desesperada. Que desilusi�n tan grande, al ver que el JEEP era conducido por otra persona y el padre de la ni�a no hab�a llegado a su hogar.
�������� Sin consuelo la madre a llantos, preguntaba por su esposo, mientras los compa�eros y amigos de �l le informaban a ella que hab�a ocurrido un accidente y estaba recluido para ser intervenido quir�rgicamente.� El panorama era desalentador para aquella familia y en especial para aquella ni�a que esperaba el abrazo y los besos de su padre cada tarde.� El abuelo, hombre humilde, capataz de finca y trabajador s�lo pudo consolar aquella nuera para darle fortaleza,� mientras su interior se derrumbaba. La mam� de aquel hombre se encontraba fuera de Puerto Rico y solamente se encontraban presentes el padre, la esposa y aquella peque�a ni�a para enfrentar lo que el destino les ten�a trazado en la l�nea de la vida.� Sin poder entender lo que suced�a, la peque�a esperando a�n a su padre,� qued� profundamente dormida.�
�������� El amanecer tocaba las puertas de ese hogar, pero ahora ten�a colores distintos. En horas tempranas de la ma�ana, el abuelo, la madre y la peque�a ni�a se dirig�an hacia el hospital de una ciudad cercana para ver al padre convaleciendo en una cama de hospital y con la incertidumbre de las posibilidades de vida que ten�a aquel hombre. Al llegar se dirigen inmediatamente hacia el personal del hospital para conocer de la situaci�n de este pobre hombre, que para llevar el pan al hogar, sufri� el peor de los accidentes. Se acerca una enfermera que amablemente les sugiri� tener fe y paciencia.� Luego, de varias horas de espera se presenta un hombre con una bata blanca, dirigi�ndose hacia esta humilde familia; era el doctor a cargo de la cirug�a del paciente y les indica que su estado era delicado, pero que hab�a sobrevivido milagrosamente. Hab�a sido intervenido en la columna vertebrar y en su pierna izquierda; tomar�a mucho tiempo en volver a caminar. La esposa se arroja al suelo de rodillas y le da gracias a Dios por este milagro de vida.� Aquella peque�a ni�a necesitaba a su padre y sin conocer lo que suced�a agitaba sus manitas y sonre�a como si entendiera lo que aquel m�dico le hab�a informado a su mam� y abuelo.� Dentro de ese peque�o coraz�n hab�a fe y esperanza, la peque�a sab�a que volver�a a sentir los besos y abrazos de su amado padre y escuchar�a como de costumbre el ruido de las llantas del veh�culo llegar a casa.� A partir de este momento, comienza el gran Don de esta ni�a, el don de la superaci�n.� Hab�a superado el accidente de su padre, conociendo en su interior que le volver�a a escuchar.
�������� Han transcurrido varios meses desde aquel fatal accidente, el padre sigue en el hospital, la madre y el abuelo luchan para sustentar el hogar.� Se presentan los momentos m�s dif�ciles, no hay dinero suficiente para comprar alimentos y la ni�a comienza a carecer de leche. Desesperada su mam�, alimenta a la ni�a con agua endulzada con az�car para mitigar el hambre y la peque�a comienza a llorar, porque quiere su leche; pero lo m�s que desea es tener a su pap� de vuelta.� Comienza a sentirse la ausencia del padre y la tristeza invade el coraz�n de la peque�a.� El abuelo en su desesperaci�n, le ruega al vendedor de la tiendita de la esquina le pueda fiar una latita de leche para su peque�a nieta.� El due�o de la tiendita, conmovido por la situaci�n le brinda los alimentos necesarios y una gran lata de leche.� Regresa alegre el abuelo con la provisi�n para su nieta y nuera; enfrascados en abrazos, no se dan por vencidos en superar la situaci�n que est�n viviendo.�
Otro d�a m�s en el calendario ha dejado su huella de existencia, mam� toma de los brazos a su peque�a y caminando por un sendero muy largo, llegan a una parada de autobuses.� Se dirigen a la ciudad para ver a pap� en el hospital y mientras van de camino, la ni�a cargaba su almohada a espalda de su mam�. Cuando llegan a la ciudad, se bajan del autob�s, la mam�, su peque�a y la almohada donde la ni�a hab�a impregnado todas sus l�grimas.� Aquella almohada significaba la compa��a perfecta de aquella peque�a, en ella hab�a depositado su confianza y sus penas. Se hab�a convertido en su compa��a d�a y noche. �Y porque no llevarla hoy consigo? �Si era el gran d�a tan anhelado de la ni�a! �Volver�a a ver a Pap� y a escuchar su tierna voz llena de amor! Al llegar al hospital, s�lo le permitieron ver a la ni�a a trav�s de una ventana.� Cuando Pap� mira a trav�s de la ventana, ve a su peque�a� saltando de alegr�a en los brazos de mam�! Comienza Pap� a llorar de alegr�a y a la vez de dolor por no estar con su peque�a. Pero la ni�a, s�lo salta de alegr�a y pronuncia su primera palabra �PAPA! Al escuchar esto, su mam� impresionada comienza a llorar y la ni�a extend�a sus brazos para que pap� la tomara en los suyos. Con dolor reflejado en el rostro y la voz quebrantada, pap� le dice:_ �Mi peque�a ni�a, pronto te tomar� en mis brazos, muy pronto��te amo hija� . La ni�a sin entender lo que sucede, al ver que su padre no se acerca a ella comienza a llorar.� Mam� le dice_ Peque�a hija es hora de volver a casa, pronto pap� estar� de regreso. Con l�grimas en los ojos y con el alma en pedazos pap� le dice adi�s a su peque�a, mientras ella contin�a llorando. En estos momentos la ni�a se aferraba m�s a su almohada, mientras las l�grimas penetraban la misma. Ya en el autob�s de vuelta a casa la ni�a continuaba pronunciando la palabra � Pap�; tranquila y alegre se observaba mientras continuaba pronunciando la misma palabra durante todo el trayecto a casa. Otro d�a m�s, superado por la ni�a, ante la ausencia de Pap�.
�������� Amanece y se siente el fr�o de una rica ma�ana de oto�o, cielos azules y un sol radiante nos promete otro d�a de retos y desaf�os. Ya la ni�a despierta en su cuna, observa� una gran ventana de madera abierta que le permite ver un cielo hermoso. Entran los primeros rayos del sol iluminando su rostro. Era una ni�a peque�a, de tez blanca a casta�o claro, ojos marrones oscuro, facciones de una cara perfilada y una hermosa cabellera lacia casta�a. La vida promet�a un gran futuro, era una ni�a muy amada por sus padres y abuelo.
�������� Pobres y humildes gozaban de costumbres arraigadas a sus ra�ces patriota, esto hac�a que reinara la felicidad en el hogar; porque lo importante no era lo que pose�an, sino lo que sent�an. Como de costumbre, mam� peinaba la cabellera hermosa de su hija y le repet�a cu�nto la amaba. El abuelo no dejaba de admirar a su nieta, que era el tesoro m�s preciado que �l ten�a.� Otro d�a m�s transcurr�a para esta familia, en la cual la fe era su mayor esperanza.�
�������� Ya, han pasado siete meses desde aquel fatal accidente, la ni�a ya aprendi� a caminar y a valerse por s� misma. No la detiene nada, su curiosidad �hace que recorra todos los rincones de su casita de madera. Ha llegado la tarde y promete ser una repleta de sorpresas para la ni�a;� su mam� y su abuelo est�n muy contentos, han preparado una gran cena. Han encendido el tocadiscos y se escucha el sonido de la m�sica t�pica puertorrique�a. Se respira un ambiente lleno de alegr�a en esta humilde casa, los c�nticos se escuchan hasta el patio, finca abajo. El aroma de una deliciosa comida puertorrique�a se aspira por cada rinc�n. �Hay fiesta en el batey! Se escucha el sonido de las llantas de un auto llegando a la casa y la mam� corre hacia el patio. Se abren dos puertas y salen dos hombres, uno de ellos con muleta se acerca y abraza a su esposa. Emocionados, el abuelo abraza a aquel hombre y de repente la ni�a atraviesa la puerta�.. �Que sorpresa tan grande para ella al ver a su padre de regreso!� Corre la ni�a hacia �l abrazando su regazo y extendiendo sus manos. El padre sumamente consternado al ver a su peque�a, la toma en sus brazos sin poder contener las l�grimas.� Una escena que conmueve al hombre que conduc�a el auto, cuyas l�grimas corr�an a trav�s de sus mejillas y con voz entrecortada dijo:_ �Que maravilloso es el amor y la uni�n familiar, Dios bendiga grandemente a esta familia!� Una vez m�s la pobreza y las situaciones dif�ciles de la vida hab�an sido objeto de derrota y superadas por el amor y la perseverancia de la fe. Esa noche la ni�a no dej� ni un segundo en observar a su padre, cada movimiento que �l hac�a, ah� estaba ella a su lado. Comieron, bailaron, rieron y hablaron hasta que se asom� el alba. Hab�a motivo para celebrar! El abuelo recuper� a su hijo, la mam� a su esposo y la peque�a a su padre. Que m�s se le puede pedir a la vida, si les hab�a devuelto lo m�s preciado, �la vida de un ser querido�, cuyo valor supera el dinero y todos los bienes materiales que un ser humano pueda obtener. Parece que la felicidad ha regresado a este humilde hogar nuevamente.
�������� �Desde la llegada del �padre al� hogar, la vida cotidiana ha regresado a la normalidad, �pero la felicidad comienza a empa�arse nuevamente. No alcanza el dinero del abuelo para mantener el hogar, el padre no ha podido volver a trabajar y escasea el alimento. Con trabajo arduo del abuelo en el campo y m�ltiples gestiones del padre, consiguen equilibrar su econom�a para llevar el pan a la mesa cada d�a.� No era tarea f�cil, la ni�a necesita ropa y zapatos. As�, que con mucho esfuerzo aquel padre pudo conseguir lo necesario para que su peque�a no careciera de las necesidades b�sicas. El l�mite era el cielo, los dem�s obst�culos eran superados d�a a d�a. Aunque pap� continuaba con limitaciones f�sicas, hab�a transformado estas debilidades en fortalezas para criar a su hija. La peque�a ni�a continuaba creciendo con mucha madurez, a�n a su corta edad. Cada d�a para ella representaba un nuevo reto que enfrentar, la vida le hab�a devuelto a su padre, pero con ciertas� limitaciones, haciendo que la lucha fuera bastante dura.
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