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UNO.-

            Un fotógrafo dispara su máquina sin saber que esa será la última vez que lo haga. Las escenas terribles que presencia no son sino el principio de una larga y precipitada serie de desastres a una escala desconocida. La humanidad, o lo que queda de ella, cree que se encuentra preparada después de tantos años durante los cuales las catástrofes (algunas llamadas con evidente cinismo naturales), guerras y atentados parecían rivalizar en el número de víctimas.

DOS.-

            Bajo el cielo asfáltico, caótico, apocalíptico de siempre Al camina silencioso bajo la furtiva mirada de las ratas que acechan desde todos los lados, esperando el más infinitesimal de los descuidos para, como una bandada de pirañas, comportándose todas de la misma y agresiva manera, arrojarse ciegamente sobre el infeliz que se relaje un instante creyéndose a salvo por ser más grande, tal vez más inteligente o estar en terreno conocido.

            Al apenas ve, acostumbrado desde antes de nacer a la penumbra, pero su olfato y oído pueden competir con los de su más directo rival por la supervivencia, en un entorno inhóspito y en continua putrefacción. Camina ligero por itinerarios archivados en una memoria capaz de reproducir hasta los primeros lamentos de un parto húmedo y frío, rodeado de cuchicheos y temores, parecidos a los que siente cada vez que se aventura él solo por las calles y avenidas de Tetris. Siente los movimientos de miles de patas, las respiraciones paranoicas y aceleradas de cientos de fosas nasales, las vibraciones alocadas de diminutos corazones, prestos a bombear sangre para conseguir más sangre.