Lectores

Curioso centón poético de actualidades, sátira y esperpento arromanzado, una brisa de graciosa realidad que hará sonreír a los lectores

Desde leer tu libro, no me amedrenta la vejez. La describes entera, animada, curiosa, casi olímpica, un período apetecible en que la abundancia de tiempo -y de amistades- convierte la parte final de la existencia. El tema se entronca con una de esas "road movie" en que suceden muchas cosas y aparecen diversos personajes; en este caso, entrañables, afines, atacados también por la melancolía de lo fugaz, por ese "tempus fugit". Pasa un caleidoscopio de paisaje y paisanaje, desfilan catedrales y monasterios, autopistas y mercados, cafés y cementerios. El texto, sencillo y fluido, nunca rematado en exceso -quizás hubiera valido pulirlo un poco más-, hace asequible la lectura a todo el mundo, entretiene, anticipa una gustosa "tercera edad", se deja llevar pese a los alifafes, a los que se fueron.

Escrito desde la esperanza, tiene, por ende, raíz cristiana; habla de amor y muerte, queda entre líneas duda, rebasa sus límites la fe; por ello, la gata Triana parece estercolar azucenas y amapolas no cencidas; encima de esos campos castellanos la ha puesto a la grupa de su caballo el Conde Gatón, la conduce a un empíreo, el reino de Bastet, diosa egipcia de los gatos, la recibe, la junta enseguida con las miríadas de felinos que allí se acogen. Triana espera desde allí la llegada de su dueña; asimismo, el perro aguarda; los símboles les protegen... El texto emociona, hace sentir en la noche y en el día. Me gustaría -opinión personalísima- un texto menos "divino" y más "humano".

El tema tiene interés general, vale para todos; es la historia de un enfermo grave y su lucha por rehabilitarse y recuperarse. La familia está allí, los hijos, la madre; también gente que trabaja en el hospital y tiene diferente protagonismo en la obra. Emocionan el relato y los textos; pero su calificación es de diario, no se puede decir que sea una novela. Sin embargo, el mensaje resulta positivo, y mucho: abre una puerta a la esperanza, y ya por eso vale.

De un tirón, sí, una página tras otra. Ahora debo ser crítico, no dejarme arrastrar por el remolino emocional que esta lectura me ha provocado (Canarias, las guaguas, Vegueta, Escaleritas, la Playa de Alcaravaneras, la sima de Jinamar, Eufemiano... Y el Tívoli de la vía Tiburtuna, y ese carpe diem que los textos liberan, orquestados por la Adela maravillosa que, hasta en la vejez, no pierde su atractivo; Nito y el mágico mercurio italiano, me cayeron bien; una pena la muerte de Virgilio: era, no obstante, el aviso de las puertas del Hades.
Lo dicho se refiere a lo que el libro me enseñó, a mis preferencias personales. ¿Qué puedo añadir como crítico que discierne, criba, busca separar la mena de la ganga? Exceso de cotidianeidad, abundancia de lugares comunes, demasiado doméstico y personal lo que se cuenta (mucho habrá del autor en ello; hay que sacarlo a la luz, vale la pena); lo que, sin duda, pudo y puede ser labor de autor profesional, decae muchas veces al nivel aficionado, pierde ese nervio que en su génesis ha poseído; sin embargo, el comprometido y animoso escritor te deposita en la ternura, en lo que es patrimonio universal, porque, recordando a un latino (Terencio) nada que sea humano nos es ajeno; y horaciano que la Dignidad de las Amapolas es

Bien documentado respecto al Nueva York de ahora, muy certeras las pinceladas sobre la gente, el clima, los lugares... El tema es de una rabiosa actualidad: la búsqueda de la juventud perenne y lo que hay que pagar por ese enigma cuya resolución interesa a todos. Sueltos y entretenidos los textos, hacen que llegues sin cansancio hasta el final. Sin embargo, dejan perplejo las intervenciones de l'Aime y Lena para salir del paso cuando el malísimo -y tonto entonces- l'Ethienne las aprisiona. Un asunto de enorme magnitud y teniendo detrás a tantos y tan importantes contactos no se puede llevar a la ligera, casi a lo aficionado. Pero el libro lo ha hecho alguien con madera de escritor, tiene ganas de escribir y de mejorarse.

Me entretuvo. La empecé con indiferencia, pero me acabó enganchando y seguí hasta el final. ¡La alta burguesía vasca intentando renovar los momentos de los Echevarría y los Echevarriera! ¡La verdad vista con diferentes caras! Mafiosos, policías atléticos anabolizados, bellezas espectaculares, tíos y tías macizos, un canto, también, a la juventud despreocupada del "carpe diem" porque...¡la vida hay que vivirla!, ¡no hay otra cosa más! Una buena película taquillera se podría hacer con este libro. De verdad.

Hay ráfagas de ironía, de modernismo, intento de reflejar mucho de lo de ahora; pero es necesario acertar, no vale el lanzamiento de tantas flechas azarosas; pocas llegan al blanco; para mi, lo mejor del libro, está en los últimos poemas. Seguro que leeré cosas mejores de la autora. Al fin a la cabo, es un experimento.

El lenguaje es variado, concierta con el que se emplea en la literatura grande. Lo que menos me gusta es la solución-moraleja que acompaña a esas cinco historias, lima su carácter, facilita el final.

Curioso este breve relato -se queda corto-, centrado en el sexo como alimento de la vida y elemento mágico en que solo faltan que los deseos del uno coincidan con los del otro; pero a veces sucede, y eso nos lo cuenta Carolina. Bien vendría corregir un poco los textos.