Este es un claro ejemplo, uno más, de la diferencia entre las escuelas Amistad/me caes bien y la escuela de los seguidores de Lucía Herguedes, la ínclita correctora que como no tiene otra cosa que hacer, se dedica a dirigir a sus seguidores a todas aquellas novelas que no haya escrito su amada Sara Rois para ponerlas por los suelos. Un claro ejemplo es el señor de aquí abajo, el que ha opinado antes que yo. Tiene mucha gracia que critique lo mal que está escrito el libro, y en apenas 13 líneas de texto que ha escrito, la mitad de ellas de menos de veinte palabras, hay cuatro faltas de ortografía.
Señor Alonso, léase usted mismo para corregirse a sí mismo, ya que se permite el lujo de criticar los errores de los demás a la hora de escribir. Usted tampoco es un maestro. Tendría que volver a nacer para aspirar, y nada más que aspirar, a serlo. Además, ¿no se da usted cuenta de que no puede llegar a conclusiones como "la redacción es propia de quien no tiene poca costumbre de leer?" ¿Y usted que sabe cuánto ha leído Lozano? Mi madre ha leído miles de libros en su vida, bibliotecas enteras, conoce la técnica literaria, y es incapaz de ponerse delante del Word e imaginar y plasmar una novela.
En todo caso, es su opinión, pero es tan categórico y dictatorial que, simplemente, su opinión tiene el mismo peso que un huevo en el agua. ¿Le mola la analogía, señor Alonso?
Empezaré a leer la novela, pero no prometo nada. A veces, yo también pierdo el interés, querido Jorge. Pero ante muestras de tamaño mal gusto como las de este señor, a veces apetece decir cuatro cosas de las muchas que suceden en esta página.
Desconozco el motivo por el que no se pueden enviar mensajes personales en esta página. ¿O si se puede y yo no lo sé? Ya le preguntaré a Sehila. Porque lo de aquí abajo es como para mandar un mensaje personal, no para desparramar esa lección de mal gusto del señor Alonso (por llamarle algo). Que siga en el club de fans de Herguedes. Le tiene bien pillado.
P.D. Aunque sí es cierto que, solo leyendo la introducción, resulta evidente que te queda un largo camino por recorrer. Para empezar, con los signos de puntuación. Por ejemplo, menos comas y más puntos y seguido. Eso evita que tengas que volver atrás, porque con los puntos sabes dónde ha terminado la frase y empieza la siguiente. Con las comas, solo sabes que la frase continúa sin un final cercano. Bienvenido a la técnica literaria, señor Alonso.