COMIDA ANUAL DE VIEJOS AMIGOS
En las calles de la ciudad ya no se hablaba de otra cosa. Ni en las barras de los bares ni en los enmoquetados clubs, ni en las fábricas y los despachos. El tema de la crisis inicialmente reservado a círculos muy profesionales se estaba socializando a pasos acelerados y no precisamente para bien.
Empezaba a asumirse por la ciudadanía que estábamos viviendo atrapados por una crisis económica de enormes proporciones. Pero al principio pocos tenían la percepción personal de lo que aquello pudiera significar para sus bolsillos salvo los afectados por el paro, la expresión más inmediata, perversa y dolorosa de la nueva situación. Hasta que con el paso de los días se fue extendiendo como una mala sombra incontenible y demoledora por todos los rincones del país. Y aún así pocos sabían formular con claridad lo que realmente pasaba ni el tiempo que se residenciaría la crisis entre nosotros antes de volver - como entonces se creía ingenuamente - a la normalidad de los buenos
tiempos..
- Ni siquiera los buenos economistas, como es tu caso - dijo uno
de los comensales a otro, suavizando el reproche - , ya conoces
ese sarcasmo que se ha hecho popular de que los economistas os
habéis revelado como unos excelentes “profetas del pasado..”
Estábamos celebrando nuestra comida anual de compañeros de reválida, nada menos. Ya íbamos por la cuarenta y tanta edición y casi todos estábamos al borde de la jubilación. Pese a ello el grupo aún mantenía casi intacto el número inicial y en general había resultado una promoción más que lucida en la que había un poco de todo : algún rico por casa con trayectoria de discreto y eficaz gerente del negocio familiar; el dueño de una boutique que confesó a las primeras de cambio estar empezando a pasarlas
canutas; un abogado en ejercicio que había incorporado a su conocido Estudio Jurídico a un hijo recién licenciado en derecho y expresaba sus dudas sobre si no habría sido mejor aconsejarle preparar unas oposiciones; dos economistas aparte del interpelado, uno en el gabinete de estudios de un gran banco, y el otro en el departamento de Economía del gobierno autonómico; tres ingenieros industriales, uno en Ferrocarriles de Via Estrecha, otro en el Cluster de Energía, y otro en una empresa de seguros.
Había además varios licenciados en empresariales ,de brillante trayectoria, dos expertos publicitarios, y otros, ya jubilados, que solían sumarse a nuestros encuentros anuales pese a no haber sido compañeros de curso.
- ¡Oye, está claro que los economistas no nos hemos acreditado
como buenos profetas, pero qué me dices de tus amigos los
políticos - contestó de buen humor el economista interpelado.
- Bueno,- replicó el otro con desparpajo - pero de esos ya se
sabe que no puede esperarse nada. Mientras están en el poder se
resisten a dar malas noticias a los ciudadanos. Y en cambio
cuando están en la oposición, se ceban en la permanente y
sistemática denuncia al gobierno, haga lo que haga,
responsabilizándole de todo lo que resulte mal y negándole el más
mínimo mérito en lo que pueda tener un resultado positivo. Los
ciudadanos estamos ya hartos y saturados de este obsceno
espectáculo que nos sirven cada día y en sesión continua, en vez
de actuar unidos para sacar el país adelante.
El economista, simpático y buen encajador de pequeñas impertinencias, y con fama de inteligente desde los tiempos del colegio, continuó con su reflexión. Es cierto - comentó en tono serio y comedido - que la crisis ha cogido a contrapié a todos los supuestos entendidos, y sobre todo sin experiencia para abordarla. Hay que tener en cuenta que hasta ahora estábamos relativamente habituados a las crisis cíclicas de nuestro país, y a los remedios con los que se intentaba combatirlas, fundamentalmente devaluando nuestra propia moneda hasta recuperar un razonable equilibrio de la situación económica.. Pero esta vez la crisis ha tenido una dimensión global desconocida, y especialmente en
toda la zona del euro que es también nuestra moneda.
- Pues algunos dicen ahora que se veía venir..- alguien replicó
irónico -. Y de nuevo contestó nuestro economista con gesto
risueño:
- Pues hombre, siempre hay toreros de salón a los que les gusta
torear a toro pasado.También es verdad que no había que ser un
genio para imaginar que la burbuja inmobiliaria en nuestro país
venía anunciando hace tiempo su inevitable explosión. Lo que en
cambio nadie fue capaz de prever es que este nuestro gran
problema doméstico fuera a coincidir con la crisis financiera
global que se nos ha venido encima, ni que los efectos sumados
de ambas fueran a ser tan destructivos ni a alcanzar prácticamente
a todos los ámbitos económicos y a todos los niveles sociales.
- Pero no a todos con igual gravedad - matizó otro compañero -
- Evidentemente, no a todos lo mismo, de forma especial y muy
dolorosa a las capas sociales más vulnerables y desprotegidas, las
más directamente afectadas por el tremendo problema del paro.
Pero no tengas duda de que, apariencias aparte, pocos individuos,
familias, empresas e instituciones se están librando enteramente
de los devastadores efectos de la crisis. Lo que ocurre es que su
visualización no es la misma en todas las zonas: el intenso
trasiego de la vida ciudadana en el centro falsea o cuando menos
difumina la verdad hasta crear la apariencia de que todo el mundo
sigue en la pelea sobreviviendo, pero oculta la verdadera realidad,
los profundos y variadísimos dramas humanos y sociales que se
están produciendo como consecuencia de la crisis en barrios de la
periferia y en las zonas tradicionalmente industriales. La pavorosa
y creciente cifra de desempleo está además haciendo más
profunda la brecha, entre unos pocos que tienen cada vez más, y
la gran mayoría que tiene cada vez menos : la siniestra brecha de
la desigualdad y de la descohesión social, que inevitablemente la
acompaña. A veces da la impresión de que si no fuese por la
fuerza de los lazos familiares que está mitigando en silencio
situaciones muy amargas, y por la desinteresada eficacia de las
organizaciones solidarias que proporcionan techo y sustento a
innumerables personas venidas a la pobreza, este país nuestro
podría en cualquier momento volar por los aires hecho astillas..
A medida que el almuerzo avanzaba la conversación entre los amigos también iba creciendo en interés y participación hasta que curiosamente se hizo evidente que prácticamente todos los asistentes conocían personalmente, y algunos muy de cerca, situaciones familiares extremadamente delicadas y difíciles, a veces vergonzantes, que había traído consigo el paro generalizado y la falta de recursos para satisfacer las necesidades más elementales, no digamos para seguir haciendo frente a los vencimientos de las hipotecas y otras deudas..
- Es que esa es otra, - intervino otro de los economistas de la
promoción - España es un país endeudado hasta las cejas,
endeudado el Estado y endeudados los particulares. Venimos
gastando desde hace mucho tiempo mucho más de lo que
ingresamos; lo que pasa es que mientras el Estado suple lo que le
falta endeudándose cada vez más, los particulares, cuando caemos
en la pobreza, no tenemos quien nos preste, y lo único que
seguimos teniendo es la obligación de seguir atendiendo
puntualmente las deudas contraídas con los bancos en los tiempos
de créditos fáciles. Naturalmente el Estado también tiene que
saldar las suyas con sus prestamistas. Por eso está cada vez más
empobrecido : solamente pagar los intereses de esa gigantesca
deuda acumulada se lleva un bocado muy importante de los
presupuestos estatales. Y si a ello se suman las prestaciones
crecientes al colectivo de desempleados, las retribuciones a los
funcionarios públicos y otras inaplazables obligaciones puede uno
imaginarse lo que queda para mantener el estado de bienestar y
para financiar el resto de proyectos de las administraciones
públicas..
- Pero eso tiene bastante mala pinta ¿No ?
- Pues la verdad es que sí.., tendremos que mejorar mucho el sistema productivo de nuestro país, trabajar más y mejor, producir bienes y servicios de mejor calidad y de mayor valor añadido, en definitiva , ser capaces de generar mayor riqueza para poder pagar nuestras deudas y no quedarnos sin recursos para seguir desarrollándonos como país.
El debate siguió subiendo de decibelios cuando se empezó a hablar de los recortes al Estado de bienestar; de las masas de dinero injectadas en nuestro sistema crediticio, especialmente a las Cajas de Ahorro, para salvarlas de la quiebra; de las grandes bolsas de fraude fiscal, y de los escándalos de corrupción de los partidos, que empezaban a encharcar la vida política..
- Pues vaya un panorama que dibujáis, remató alguno de los que
habían atendido en silencio las explicaciones de los entendidos.
- ¡Hombre, lo que está claro es que hemos vivido rodeados de
mucho oropel, más apariencia que solidez..- se oyó a alguien
decir- . A lo que otro replicó: Pero aunque la fiesta termine, la
vida continúa..
- ¡Por supuesto, y puede que a mejor! , gritó alguien con
entusiasmo, sin duda desinhibido por los efectos euforizantes del
vino de rioja.Y al comprobar la buena acogida dispensada a su
consigna no dudó en proseguir hasta el final : no sabemos cuando
ni como pero saldremos adelante, y el año que viene volveremos a
reunirnos aquí todos para celebrar nuestra comida anual.Y todos
alzamos una y mil veces nuestras copas contagiados de súbito
optimismo.
Cuatro meses después, con los sesenta y cinco años cumplidos dejé de trabajar y entré a formar parte de la venerable
cofradía de los jubilados.