JULIA
Era la primavera de 1995. “Julia” se dirigi?a hacia la panaderi?a que estaba a unas cuatro cuadras de su casa. Iba andando en pati- nes, con pantalones cortos, una remera rosa y el cabello suelto, que le llegaba hasta la cintura. Su madre le habi?a pedido que comprara el pan. Eran las 5 de la tarde. Doblo? en la esquina, un coche se de- tuvo, inmediatamente lo reconocio?: era “Juan” el papa? de Johana, su amiga del barrio desde que se mudaron en 1990. El hombre la invito? a subir dicie?ndole que Johana estaba en la otra esquina, que la llevari?a con ella y luego las dejari?a en la panaderi?a, las esperari?a y luego las llevari?a a su casa.
Julia subio? al coche gris con los vidrios polarizados, por lo cual no se podi?a ver quie?nes iban dentro. Este hombre siguio? condu- ciendo hasta llevarla a un descampado, detra?s de un club de golf, el cual estaba cerrado haci?a semanas por refacciones.
Julia le pregunto? do?nde estaba Johana. El hombre la tomo? de los hombros con sus manotas y le dijo que estaba enamorado de ella y que no sabi?a co?mo hacer para demostra?rselo. Julia temblo? y sus dientitos comenzaron a chocar con fuerza, y quiso salir del coche. El hombre le dijo que no podri?a ir en sus patines y que se podri?a lastimar.
–Quiero que no me malentiendas y sepas que eres hermosa y que me gustas desde que te vi –le dijo, mira?ndola a los ojos.
Julia rompio? en llanto con miedo; sintio? un ahogo en su voz, que no la deja hablar; estaba paralizada, con una opresio?n en su pecho que no la dejaba moverse. El hombre le tapo? la boca con su
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manota, impregnada en olor a nicotina, mientras le desabrochaba su pantalo?n... Le saco? la remera y le dijo que si segui?a llorando les diri?a a sus papa?s que ella lo provocaba siempre cuando iba a su casa, y que ni Johana ni sus padres la querri?an ma?s si supieran eso.
Julia solo lloraba en silencio mientras el monstruo la mano- seaba por todo su cuerpo. Sus piernas se inmovilizaron, sintio? que no las teni?a.
La penetro? con sus dedos mientras se masturbaba ante sus ojos. Cuando termino?, le jalo? el cabello y le hizo besar su miembro. La limpio? con una franela amarilla, que teni?a debajo de su asiento, y le dijo:
–Si le dices a alguien de esto, te buscare? siempre y, donde te encuentre, te lastimare?. No podra?s ver ma?s a mi hija y les dire? a todos que me pediste que te besara.
Julia no podi?a moverse ni entendi?a de lo que hablaba el que, hasta haci?a unas horas, era el padre de su amiga del barrio con quien siempre jugaba. El hombre que habi?a pasado tiempo en su casa divirtie?ndose con ellas, el hombre que habi?a estado varias veces con su familia, en su casa y compartiendo varios domingos, el hombre que teni?a buena relacio?n con sus padres.
Camino de regreso, la dejo? en la esquina anterior, del otro lado de la panaderi?a, luego de dar algunas vueltas. Julia supone hoy que fue para asegurarse de que nadie lo viera dejarla. Cuando le abrio? la puerta para que bajara, Julia vomito? dentro del auto y “Juan” la empujo? hacia afuera, enojado por lo que le habi?a hecho a su auto. Julia cayo? sobre la acera y se golpeo? las rodillas. El auto siguio?. Ella se sento? en el cordo?n de la calle sin poder moverse.
Ya su madre estaba por todos lados busca?ndola, nunca ha- bi?a llegado a la panaderi?a, habi?a pasado ma?s de hora y media, y comenzo? a llamar a todas sus amigas. Todos salieron a buscarla, hasta la madre de Johana. La encontraron en la misma esquina donde se habi?a bajado. Un vecino, “Armando”, se dio cuenta de
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que algo andaba mal, la quiso ayudar, pero ella solo se apretaba las piernas y cerraba los pun?os. Hoy recuerda que no queri?a que nadie la tocara.
Este vecino llama a su madre para decirle que la habi?a encon- trado. Ella corrio? hasta donde estaba su hija y la reprendio? al verla, hasta que se acerco? y tambie?n se dio cuenta de que algo no estaba bien. La cargo? en el coche y la llevo? a su casa. Julia no pronunciaba palabra y no contestaba a las preguntas de su madre.
–¿Que? paso?, Julia? ¡Que? paso?, hija! ¿No quieres hablar? Julia solo lloraba en silencio. Recuerda que le dijo: –Me cai?... No cenare?, estoy cansada.
–¿Que? paso?, hija? ¿Que? fue lo que paso??
–Me cai?.
–Mue?strame.
–No, ahora no, no se nota, solo quiero ban?arme y dormir.
Julia senti?a que solo queri?a dormir y dormir. Hasta el di?a de hoy recuerda el abrazo de su madre, senti?a que se estaba culpando, como si lo sintiera, como si la madre supiera lo que le habi?a pasa- do, como si quisiera salvarla del mundo.
Su madre la abrazo? y la sostuvo en su regazo un momento, cuando descubrio? que teni?a olor a cigarrillo y un olor peculiar masculino. La miro?, le toco? el cabello y vio una humedad en una parte de su cabellera, muy pequen?a, pero no tardo? en darse cuenta de que era semen.
La madre rompio? en llanto y con furia la sacudio?, y le dijo:
–¿Quie?n te ha hecho esto? ¿Quie?n?
Julia solo lloraba, senti?a que su garganta se cerraba y que se ahogaba con su propio llanto.
Su madre le pidio? que se desvistiera, a lo que Julia no accedio?. Se acurruco?, no queri?a que la tocaran, solo queri?a que la dejaran
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en paz. Su madre nuevamente le ordeno? que lo hiciera, que queri?a ayudarla, que nadie lo sabri?a, pero que ella era la u?nica con la que podi?a contar.
Julia se desvistio? muy lentamente y su cuerpo teni?a marcas ro- jizas, y su entrepierna au?n ma?s... Su madre la abrazo? muy fuerte, con una angustia inconsolable.
–¿Quie?n te ha hecho esto, hija? ¡Dios mi?o, quie?n te ha hecho esto! ¡Te juro que lo pagara?!
–No, mama?, por favor, lo hara? de nuevo. A mi? no me gusta, yo no lo busque?, no entiendo, no quiero que nos pase nada, no, mama?.
–Solo dime su nombre, hija, ¿quie?n es? ¿Lo conozco?
–Si?, mama?, pero no te lo voy a decir.
–¿Que? te ha dicho? ¿Que tu? eres la culpable? ¿Que tu? lo bus- caste? ¿Que te lastimara? si me dices?
–Si?, no te lo dire?.
Nuevamente vomito? y se encerro? en el ban?o. Abrio? la ducha y demoro? un largui?simo tiempo en ducharse. Recuerda que se quedo? sentada en el piso del ban?o y dejo? caer el agua sobre su cuerpo. Y el tiempo pasaba sin tener conciencia de ello, no paraba de llorar y recuerda que se senti?a muy sucia y con mucho miedo de salir de alli?.
Llego? su padre cansado del trabajo, sin saber todo lo que ha- bi?a pasado. Julia recuerda que era un hombre un poco corto de expresiones, muy poco afectivo, un poco vergonzoso y ti?mido cuando teni?a que hablar con ella de algu?n tema de nin?as, siempre la mandaba a su madre. Pero era un padre excelente, siempre estuvo cuando ella lo necesito?.
Su esposa lo puso al tanto de todo. Con mucho dolor e impo- tencia, sin siquiera ir a ver a su hija, llamo? a la polici?a local. A los pocos minutos, llegaron dos polici?as, una mujer y un hombre. Su padre fue al cuarto y le dijo que debi?a contar lo que habi?a pasado
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porque era la u?nica manera de que ya no le pasara nada. Julia no quiso, asi? que su madre la convencio? para que la mujer polici?a pudiera entrar a su cuarto y escuchar de su boca lo que habi?a su- cedido.
–Julia, soy Carmen, una polici?a que va ayudarte y a meter preso a quien te haya hecho esto. Si me cuentas, podre? ayudarte y quien te haya hecho esto no podra? acercarse a ti.
–E?l me lastimara? otra vez, me lo prometio?. No quiero hablar, no saldre? jama?s de aqui?.
–Te prometo que, si me lo cuentas, no lo hara?, no lo dejaremos; pero si no lo dices, lo hara? con otras nin?as tambie?n.
Julia recuerda que el intercambio de palabras duro? ma?s de media hora o algo asi?. A veces, se quedaba en silencio, esperando que todos se fueran. Recuerda la voz de la mujer polici?a, au?n hoy despue?s de tantos an?os, recuerda que le llego? al corazo?n porque senti?a que ella sabi?a de lo que estaba hablando, como si ella misma lo hubiera vivido. Asi? que la dejo? entrar. Recuerda que se saco? la gorra y se sento? a su lado, y le dijo:
–Tranquila, ya no hay peligro, no esta? aqui?, esperare? por ti, pero es necesario que lo cuentes ra?pido para poder atraparlo –Esto lo recuerda con mucha claridad, porque fue lo que le dio fuerzas para despertar.
Julia comenzo? su relato con un llanto permanente, su madre no podi?a creer de quie?n se trataba: era el padre de la amiga de su hija, un supervisor repartidor de gaseosas conocido del pueblo. Lo aterrador era que, de vez en cuando, Julia se quedaba a dormir en su casa, adema?s de que, a veces, ambas familias comparti?an los almuerzos de algu?n que otro domingo.
Sus padres hicieron la denuncia y la polici?a les sugirio? que fue- ran al hospital para hacer una revisacio?n me?dica, ya que de forma privada no tiene el mismo valor para la justicia.
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Lo hicieron. El di?a de la denuncia, llego? un patrullero a la casa de Johana y se llevaron a su papa?. Julia no fue al colegio esa semana.
Johana, su hermano y su madre fueron hasta la casa de Julia, tocaron la puerta con enojo y salio? el padre de Julia:
–Es horrible lo que le han hecho a mi padre, es una gran per- sona, es mentira todo lo que dicen, ¡e?l solo quiso ayudarte porque te habi?as cai?do, mentirosa!
–Tu padre sabe lo que hizo y no te dare? explicaciones. Mi hija tiene tu edad, solo ponte en su lugar, no tienes nada que ver con esto.
–Hijos de p..., hijos de p..., –Eran solo agresiones continuas.
Se cerro? la puerta. Julia estaba mirando por la ventana. El hermano de Johana tiro? una piedra en su ventana y se marcharon haciendo sen?as desagradables.
Solo pasaron dos di?as y “Juan” volvio? a su casa como si nada, manteniendo la inocencia ante su familia.
La madre de Julia le conto?, unos an?os ma?s tarde, que su padre habi?a llamado al fiscal de turno y que la respuesta habi?a sido:
–No hay prueba suficiente...
Los agentes le explicaron que el juez no habi?a hallado suficien- tes pruebas en su contra para mantenerlo detenido, pero que de todos modos continuaba vinculado a la causa. Esto no les dio nin- guna garanti?a de nada, ninguna seguridad, senti?amos que ninguno de los que podi?an hacer algo, lo haci?a. Tuvieron que vivir con eso.
Le conto? que su padre estaba muy disgustado y golpeaba con su pun?o la mesa una y otra vez con furia, y ella teni?a miedo de que fuera a la casa del abusador porque sabi?a que quien terminari?a en la ca?rcel seri?a su propio padre.
Fue a ver al fiscal, prometie?ndole a su madre luego de que ella le rogara, que solo iri?a a verlo a e?l. Asi? fue, fue hasta su casa y le
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dijo que no solo habi?a sido un abuso, sino un secuestro. Su padre vino furioso y senti?a mucha impotencia, estaba mal de salud y esto habi?a agravado la situacio?n. El pueblo entero sabi?a de la amistad del fiscal y de este monstruo desde haci?a tiempo, y no era nove- dad que las actitudes de quien debi?a cuidar de la gente del pueblo como representante de la ley, eran nefastas.
Este hombre segui?a como si nada y lo que era peor: nadie podi?a hacer nada, ya que a donde iban todos miraban para otro lado. Como u?ltima instancia, su padre fue a buscar la ayuda del duen?o de la u?nica radio que habi?a en el pueblo en esos an?os. Pero fue en vano: tambie?n era amigo del monstruo y no quiso siquiera escucharlo.
Co?mo seguir era la pregunta que se planteaba la familia de Ju- lia. Co?mo seguir, si las u?nicas personas que podi?an hacer algo no lo haci?an, pareci?a que la realidad estaba del lado del mal. Cada vez que sali?an a la calle, la gente los miraba como si fueran feno?menos o algo asi?. El chisme se senti?a latente todos los di?as, pareci?a que los malos triunfaban alli?. Julia recuerda que su padre sufri?a mucho y no recuerda haberlo visto sonrei?r despue?s de aquella desdicha.
El abusador de su hija vivi?a a cuadras de su casa, su hija iba al colegio con la hija de e?l, la justicia le habi?a dicho que no habi?a pruebas suficientes, pareci?a que los delincuentes eran las vi?ctimas.
Sus padres se lo contaban a quien se le cruzaba. Nada mejor que el boca a boca, ya que no los habi?an podido ayudar quienes hubieran debido hacerlo. Habi?an tomado la decisio?n de mudarse a otra ciudad. Su madre habi?a hecho panfletos con la foto del hom- bre “no culpable para la justicia” con la inscripcio?n: “Degenerado, cuide a su hija/o”. Los desparramaron por todo el pueblo.
A los pocos di?as, recibieron una intimacio?n de la justicia y del monstruo agresor para que se abstuvieran de lo que estaban hacien- do ya que perjudicaban al “Sr. Juan” y podri?an demandarlos por dan?os morales a la familia... ¡Que? paradoja! ¿Y a do?nde aclarar?...
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¿Y co?mo prevenir?... Los polici?as que habi?an estado con su padre estaban indignados. Sus padres vendieron la casa ese mismo an?o y se marcharon a otra ciudad.
Hoy, Julia tiene 28 an?os, es pediatra, su padre ya no vive, su madre es su amiga fiel, y quien le ha dado la fuerza para salir ade- lante, le ha dado la seguridad de que la ha defendido, ha luchado y lucha por su bienestar fi?sico y emocional.
Pero aunque hayan pasado 17 an?os de aquel horror, ella con- fiesa que le da na?useas el olor a cigarrillo, y hacer el amor es todo un proceso que le ha afectado su intimidad, pero au?n cree que se “curara?”, asi? dice:
–Se? que, alguna vez, me curare?, y gracias a la fortaleza de mi madre segui? adelante. Siempre me quedara? la duda de cua?ntas nin?as habra? abusado antes y despue?s de mi?, siempre me quedara? la duda de que? hubiera pasado si quienes teni?an que actuar como debi?an, lo hubieran hecho y cua?nto ma?s hubieran evitado.
Johana la contacto? hace unos meses por Facebook. Esto le cau- so? una tremenda sorpresa. Su padre fallecio? hace cinco an?os. Su madre es alcoho?lica depresiva. Su hermano se marcho? del pueblo con el pretexto de progresar. Ella es psico?loga. Su padre llego? una noche, cuando ella teni?a 14 an?os, y mientras su madre dormi?a, gracias a la ayuda de los somni?feros, la violo? mientras tapaba su cara con una almohada. No entro? en detalles, ni recordo? lo vivido por Julia aquella vez. Tampoco Julia le pregunto? nada, solo un “¿Co?mo esta?s ahora?”.
–Siento pena por ella, charlamos, si?, claro. Pero lo que me sucede es que, cada vez que lo hago, me remueve el alma, aunque no hablemos de eso, y siento que lo que he progresado retrocede, por lo que trato de evitarla y creo que ella lo ha notado –dice Julia.