PREFACIO
La novela que a continuación se presenta ante los posibles lectores fue, en su concepción, la idea de una sola persona y ha terminado como cosa de dos. ¿O de más, quizá?
Antes que nada, quisiera confesar que nunca habría soñado con poder llevar a cabo la hazaña indescifrable que ha supuesto para mí escribir parte de lo que aquí se va a leer, entre otras razones porque siempre había considerado la escritura como un pasatiempo marginal, por el que escasamente me había interesado, bien porque no me consideraba capacitado para ello, o sencillamente porque sólo lo había necesitado en momentos muy especiales de mi vida. Por desgracia, he tenido que enfrentarme a uno de esos momentos, una de esas circunstancias que te marcan para siempre, que trastocan tu manera de ser y pensar, y que, en mi caso, me ha empujado a acometer la difícil tarea de completar lo que otro había empezado.
Al ser un trabajo de dos personas, probablemente este libro esté lleno de imperfecciones y contradicciones, sobre todo en la parte escrita por mi mano, pero suplico a los que lo lean que no lo rechacen ni abandonen por ello, sino que continúen leyéndolo hasta el final, pues de lo que sí pueden estar seguros es de que en pocos otros lugares van a encontrar tanto amor y amistad verdaderas como los que aquí aparecen. Sólo sentimientos tan caros a mi manera de ser podrían haberme empujado a intentar una tarea tan por encima de mis posibilidades.
Si no hubieran sido tan fuertes esos sentimientos, yo, que siempre he procurado pasar lo más desapercibido posible ante los demás, abriendo mi alma tan sólo a las personas más allegadas, jamás habría podido exponerme ante la opinión pública como lo hago en esta novela. Mi vida durante mucho tiempo, mi personalidad entera, aparecen aquí tan al desnudo, que he tenido que realizar esfuerzos sobrehumanos por vencer el recato y apocamiento que siempre me han caracterizado. Sólo unas pocas personas muy cercanas han llegado a conocerme tan profundamente como lo va a hacer, a partir de ahora, cualquiera que lea el relato que tienen entre sus manos. Nunca habría creído que pudiera ser capaz de mostrarme en público de esta manera y, sin embargo, lo estoy haciendo, incitado a ello por fuerzas más poderosas que el implacable pudor.
Si bien es cierto que su principal autor siempre había pensado en mí para ayudarle a escribir este libro, hacía tiempo que había renunciado a mi colaboración y nunca se había atrevido a hablarme de ello, probablemente porque él, que me conocía como nadie me ha conocido nunca, había supuesto que me iba a reír de su proyecto. Y, quizá en su día, lo hubiera hecho, lo reconozco, pero la coyuntura en que tuve las primeras noticias de su existencia me afectó de tal manera, que casi inmediatamente me puse a escribir con entusiasmo, hasta terminar el presente trabajo.
Quisiera ser totalmente sincero. No lo he concluido porque crea realmente en el fin último que está en su origen. Muy al contrario, lo que su autor pretendía me sigue pareciendo estéril y descabellado; al fin y al cabo, tarde o temprano, todo quedará abocado al vacío absoluto. Pero, a pesar de ello, es una idea tan hermosa, tan sublime, tan fuera de la realidad y, sin embargo, tan propia de mi amigo, que me resultaba imposible no llevarla a cabo. Su amistad me ha llenado durante tantos años, que era lo mínimo que podía hacer por él, además de que, para mí, su realización ha sido como una especie de ineludible lenitivo aplicado sobre mi inconmensurable dolor.
Aunque, en ocasiones, me he visto tentado a hacerlo, no he querido cambiar absolutamente nada de lo que escribió mi amigo, manteniendo, incluso, en la mayoría de los casos, su propia división en capítulos. Me he limitado tan sólo a ir encajando mi historia con la suya, como si se necesitaran, como si no pudieran existir por separado, con el fin de constituir entre las dos ese relato único y complementario que Txema deseaba y que, de algún modo, formaron en la vida real. Indudablemente, mi amigo se habría merecido un autor más capaz que yo, alguien que hubiera podido dar mayor calidad a la obra y conseguir que la leyeran miles de personas. Mi conciencia queda, sin embargo, tranquila, puesto que lo que me haya podido faltar de habilidad, lo he intentado suplir con todo el cariño sincero que siempre me inspiró.
Terminada la novela, concluyó mi función. Ahora os corresponde a vosotros, queridos lectores, cumplir la vuestra. Sólo vosotros podréis conseguir que el sueño de mi utópico amigo alcance la plenitud que él se merecía. Seáis muchos, seáis pocos, hayáis nacido en esta época o en los siglos venideros, por favor, convertíos también en sus amigos, acordaos a menudo de él, difundid su amistad entre vuestros conocidos. Quizá de este modo, lograremos entre todos que la más maravillosa persona que yo haya conocido continúe aún durante mucho tiempo enriqueciendo las vidas de numerosa gente, como lo hizo con la mía. Os puedo asegurar que nunca encontraréis compañero más leal que él.