PRÓLOGODiálogo de un hombre con Dios:HOMBRE: Yo nunca he estado en la guerra. He leído como mucho sobre el asedio y la liberación de Stalingrado. En la navidad de 1942 un soldado-enfermero alemán escribió a su mujer, en plena Segunda Guerra Mundial: “Querida Margaret, no puedo seguir alimentando tu esperanza. Tal vez esta sea la última comunicación que tenga con el exterior. Nunca había visto ni padecido tanto horror. Nuestras raciones de comida han disminuido a 50 gramos de pan y 12 gramos de grasa al día. Está todo lleno de heridos y muertos. Stalingrado es una fosa común y nada más. Perdóname por el amor que no te he dado. Perdóname”. Como he dicho, a diferencia de ese soldado-enfermero, yo nunca he vivido una guerra. Y, sin embargo, a pesar de la lejanía con el horror real, puedo decir que yo siempre he estado luchando. No soy nada más que un hombre corriente con dos manos y una cabeza, dos brazos de la misma longitud y dos piernas para andar. Tengo la boca sana y a la lengua me agarro para decir lo que diré: el sufrimiento se sabe y se mide según cada vida. Algunos padecen por algo aterrador y otros, en cambio, por una banalidad. Sea como sea, el sufrimiento pertenece a cada uno y nadie puede aducir la sentencia: “Tú has sufrido menos que yo”.DIOS: ¿Por quién has sufrido, hijo?HOMBRE: He sufrido por mi familia. Por no llegar a cumplir todas sus expectativas, por estancarme, por haber perdido la fe en mi talento y por haber acabado recluido en una especie de sanatorio donde solo quieren que me calle, que agache la cabeza y me tome unas pastillas. Las llaman ‘las pastillas buenas’. Es mentira. No hay ‘pastillas buenas’.DIOS: ¿Lo has hablado con los doctores?HOMBRE: No, les odio. Lo hablé con un hombre decidido y valiente. Se llama Jill y está inválido. Pero era de los míos. Quería salir de nuestra prisión y la odiaba tanto como yo. Hasta que me traicionó y decidió dejarme solo en la lucha. Y ahora se marchará muy lejos.DIOS: ¿Y tu familia?HOMBRE: Mis padres viven lejos de aquí y lejos de mi mundo. Y no entenderían cómo he acabado preso en esta residencia. Sería demasiado fuerte para ellos. Ellos son débiles, no son como yo.DIOS: ¿Tú no eres débil?HOMBRE: No. Yo soy ‘diferente’. No le puedo contar más por ahora.DIOS: ¿Has conocido el amor?HOMBRE: Conocí a una mujer que vivía fuera de las normas. Amaba la música y me amó, o al menos me amó durante un tiempo. Se llama Jacquie. Todo lo que he hecho lo hice para recuperar su amor, para que me admirara como me admiró en la universidad con mis obras de teatro. Pero ella también ha cambiado, como Jill. Ahora prefiere estar sobria y cabal, y no espero que entienda mi obra.DIOS: ¿Cuál es tu obra, hijo?HOMBRE: Mi obra es una puñalada a los acomodados, es una denuncia de todo lo que se mueve bajo las alfombras, un manifiesto contra la injusticia y las clases medias. No hay clases medias, hay ricos o pobres, está el día y está la noche. No me interesan las transiciones ni toda la murga de las segundas oportunidades. Tenemos una oportunidad y una vida. Y tenemos el deber de atacar a los que nos dominan y jugar nuestra propia partida. Ahora.DIOS: ¿Dónde está tu obra, hijo?HOMBRE: En estas páginas. Este es el principio. Cuando esté acabada, ya no habrá quien niegue mi talento. Conozco el dolor de las almas y con ese dolor puedo construir cualquier historia. Mi libreto se llevará al cine y el público lo celebrará como celebraron El graduado o Sin perdón, no sé si las conoce. Sí, claro que sí, todo el mundo las conoce. Y también sabrán que yo escribí ese guion.DIOS: ¿Te gustaría hacerte famoso?HOMBRE: No sé, veamos… ¿qué significa ser famoso? Puede que sueñe con tener una piscina para sumergirme, sí, eso es verdad. Y poder comer marisco a menudo, sobre todo centollos, porque el marisco me estimula. También me gustaría tener a mano algunas rayas de coca de vez en cuando, para superar el agotamiento. Y nada más. Si la fama me proporciona todo lo que he dicho, puede que sí que la quiera en pequeñas dosis.DIOS: ¿Te gusta tu trabajo?HOMBRE: No, qué va. Mi trabajo consiste en clasificar expedientes y repartir correspondencia de una enorme organización. ¡Eso es una mierda! Ya no voy a ordenar más burocracia, me da igual. Solo lo hacía por el sueldo y tampoco era para echar cohetes. Mi verdadero trabajo es la denuncia.DIOS: ¿A quién quieres denunciar?HOMBRE: Por ejemplo, a las residencias como Jura Medicalia, como esta prisión. Están cargadas de buenas intenciones, de protocolos, muy humanitario todo, por supuesto, pero no son más que morgues en vida. Ahora están difundiendo el programa de los CSS. DIOS: ¿Qué es eso?HOMBRE: Son las siglas del programa ‘Cuidados Sin Sujeciones’. Me parece que ese programa llega tarde, aunque mejor tarde que nunca. Y a ver adónde llega, porque aquí tenemos un estatus y sabrá que Jura no deja de ser un centro privado. Pero debe haber lugares mucho peores, por no hablar de las residencias públicas. ¿Cómo se aplican en la práctica los CSS con dos trabajadores para una planta de 30 enfermos dependientes? Que me lo expliquen, porque hasta que no lo vea con estos ojitos, no me lo creeré.DIOS: Hijo mío, hay que tener fe. Todo requiere su tiempo.HOMBRE: Y lo peor es lo otro. No me andaré con rodeos, no dispongo de tanto tiempo, como dice usted. Verá, aquí aparcan a los jubilados y a los enfermos y los encarcelan con pastillas de mil colores para que jamás puedan valerse por sí mismos. Somos su ‘exclusivo’ ejército de pagadores, nada más.DIOS: ¿Qué puedo hacer por ti, entonces?HOMBRE: Hazme invulnerable. Y, sobre todo, hazme poderoso.DIOS: Antes has dicho que no eras débil.HOMBRE: Pero no le he dicho que fuese poderoso.DIOS: ¿Qué harías con tanto poder?HOMBRE: Dejar de sufrir. Construir mi propia vida, mis propias aventuras, mi propio escenario y no dejar entrar a los envidiosos ni a los cretinos. Yo soy como tú, si se me permite. Un creador sin igual, un caballero de la luz, el primero de todos, el único al que no sobornarán con billetes ni promesas.DIOS: ¿Has venido para unir o para separar a los hombres?HOMBRE: He venido a emplear mi vida como catalizadora del amor y del dolor, de la noche y del día, del agua y del fuego. No voy a decirte mis límites, porque quiero eliminarlos.DIOS: ¿Te acuerdas del primer amor, del primer beso de tu vida?HOMBRE: Me acuerdo de entrar en una cueva con una compañera del instituto, y de quedarme dormido mientras ella vigilaba por si nos atacaba alguien o bien por si acudían a nuestro rescate. No sé si me besó. Creo que me puso un dedo en la boca para dormir o para guardar silencio. No estoy seguro.DIOS: ¿Te gustaría volver a verla?HOMBRE: Sí. Mucho.DIOS: ¿Cómo se llamaba?HOMBRE: Se llamaba Rachel Bloom. Bloom quiere decir flor que se abre. DIOS: Creo que ha venido a verte.(...)