~~CAPÍTULO I: AMOR Y DESEO.
Un rayo de una extraña luz se coló por la ventana de una habitación de una casa en el nororiente de Quito, despertando a la chica que dormía plácidamente en la cama.
—Creo que es hora de levantarse. —dijo ella y se levantó.
Bajó las escaleras, luego de haber pasado un rato por el baño. En la sala vio dormidos a sus padres. Decidió caminar sigilosamente hacia la cocina para preparar el desayuno sin necesidad de despertarlos.
El sonido de trastes cayendo al suelo despertó a los padres de la chica. Ambos se levantaron y al entrar en la cocina se encontraron con una gratísima sorpresa.
—¡Mina! —gritó la señora Viviana.
La chica dio media vuelta, y un poco apenada dijo—: Buenos días mamá, buenos días papá. Lamento haberlos despertado. No pude evitar que las sartenes se me caigan.
—¡Estás a salvo! —gritó el señor Marco.
—¿A salvo de qué? —preguntó extrañada.
Ambos padres se abalanzaron hacia ella y la abrazaron.
—Creímos que te perderíamos. —dijo la señora Viviana.
—No entiendo.
—Tú y tus amigos desaparecieron horas antes que aquel cometa negro casi se choque con la Tierra. —dijo el señor Marco.
—¿A qué amigos te refieres?
—A Andrés, a Camilo y a las cuatro chicas.
Después de guardar silencio varios momentos tratando de recordar, Mina dijo—: Yo no tengo ningún amigo que se llame Andrés o que se llame Camilo.
—¡¿Qué?! —preguntaron ambos padres.
—¿Debería conocer a esos chicos? —pregunto la chica sin saber que ocurría.
Los padres de ella intuyeron que algo raro le pasaba, por lo que su madre respondió—: No, hija.
—¿Puedo preguntarles algo?
—Adelante. —respondió su padre.
—¿Por qué se durmieron en la sala?
—Porque ayer casi se acaba el mundo ¿Recuerdas las erupciones, los temblores y la cola de aquel cometa negro que hizo que la Tierra se oscurezca? —respondió su madre.
—Recuerdo que caía ceniza. A propósito —ella se asomó por la ventana de la cocina que da al patio y lo vio cubierto por una gruesa capa gris—, ¿desayunamos y luego limpiamos el patio?
—Bueno. –respondió su padre.
Mientras desayunaban su padre pensaba: “¿Qué le habrá pasado a mi hija? Parece que tiene amnesia o algo parecido.”
Rato después, todos los integrantes de la familia, vestidos con ropa de trabajo y mascarillas en sus rostros, salieron al patio a recoger la ceniza.
El ruido que hacían despertó a un gato angora color blanco que dormía plácidamente en la terraza bajo el techo que cubría parte de la misma.
“¡¿Quién hace tanto ruido tan temprano?! Debe ser recién las siete ¡No recuerdo a qué hora me quedé dormido! Recuerdo que ayer mantenía guardia con Ágata.” pensó.
Miró a su alrededor.
“¿Dónde está ella? ¿A qué hora se fue? ¡Espera un momento!” se percató de su entorno “Todo parece estar en orden, sólo que todo está de color gris.”
Una mezcla de alegría y tristeza lo inundó.
“Parece que el mundo está salvo ¡Parece que los Light Troopers ganaron!” bajó la cabeza “Pero a qué costo. Todos perdieron sus vidas.” sus ojos se llenaron de lágrimas “También mi querida niña.” sus lágrimas empezaron a mojar sus bigotes.
—Mina, ten cuidado con los desagües. Si la ceniza se mete en ellos, los puede tapar. — escuchó que dijo la señora Viviana.
—Sí, mamá.
“¡Mina!” pensó el gato.
Su tristeza se tornó en un caudal de alegría. Él se encaramó en la baranda de la terraza y quiso gritar: —¡Mina!
Pero solo brotó de él un maullido.
Mina escuchó el maullido y vio hacia la terraza.
—Mamá, ¿de quién es ese gatito angora color blanco? —dijo mientras señalaba.
—Es nuestro, más bien, es tuyo ¿No lo recuerdas?
—¿M… Mi… ga… to? —musitó Mina y fijó la vista en él.
El gato intentó nuevamente su grito pero obtuvo el mismo resultado.
“¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa a mi voz?” pensó.
—La has perdido, mi buen Argos. —dijo una voz dentro de su cabeza.
“¿Sacerdotisa Clarity? ¿Por qué la he perdido?”
—Para que no vuelvas a hablar con Mina ni con ninguno de los chicos que fueron los Light Troopers.
“¿Fueron? No entiendo.”
Las imágenes de las muertes de cada uno de los Light Troopers se proyectaron dentro de su mente.
Al finalizar aquellas escenas, Argos dirigió su mirada hacia el patio.
“Si Mina murió, ¡¿por qué la puedo ver recogiendo ceniza en el patio con una pala?!”
—Porque ella, al igual que los demás muchachos, fueron revividos para que continúen su vida como jóvenes normales.
“¿Han perdido sus poderes?”
—Sí, y tú has perdido tu cargo de guardián, es decir, ya no puedes hablar con ellos, ni siquiera con Mina.
“Entonces, ¿nunca más podré hablar?”
—Eso depende de ti. Si prometes no utilizar tu don de la palabra para dialogar con los chicos que fueron los Light Troopers, recuperarás tu capacidad para hablar.
“Lo prometo.”
—Sabía que podía contar contigo. Necesito que hagas algo por mí.
—Estoy a sus órdenes. —musitó el gato.
—Necesito que te asegures que nada ni nadie obligue a los muchachos a recordar que fueron Light Troopers y a recordarse mutuamente.
—¿Se han olvidado el uno del otro? ¿Por qué?
—Porque el nexo que los unió, su misión, terminó con sus vidas anteriores.
—No es justo. Los siete eran buenos amigos. Además, Andrés y Lorena se amaban.
—Tarde o temprano los siete se conocerán y volverán a ser buenos amigos.
—¿Qué pasó con Gabriel?
—Él también fue revivido sin saber que alguna vez fue Máscara Negra y que amó a Katherine.
Argos sacudió la cabeza mientras sonreía burlonamente y dijo—: Me encargaré de que sus vidas sean normales.
—Te dejo con tu misión: ser la mascota de Mina y cuidar que las vidas de los muchachos sean normales. Habla con Ágata y comunícale todo lo que te he dicho. Ella está en casa de Katherine. Adiós mi querido Argos.
El gato de un salto bajo al patio y corrió hacia Mina. Ella lo recogió en sus brazos y él empezó a ronronear.
—Eres muy lindo ¿Tú eres mi gatito? —dijo Mina.
El gato ronroneó más fuerte.
La chica sonrió y dijo—: ¿Cuál era tu nombre?
Después de guardar silencio por un momento dijo—: Tu nombre es Argos. Ya lo recuerdo ¿Por qué me olvidaría de ti?
—Mina, deja a tu gato en el suelo y ayúdanos a meter la ceniza en fundas de basura.
—Está bien, papá.
Delicadamente dejó a su gato en el suelo y fue en ayuda de sus padres.
Argos subió de nuevo al techo para encaminarse hacia la casa de Katherine, pero se detuvo momentáneamente al ver su reflejo en una ventana.
“¿Qué le pasó a mi mancha?” pensó al percatarse que la mancha con forma de cruz negra que tenía en su lomo había desaparecido.
Al cabo de poco tiempo toda la ceniza que había cubierto el patio estaba dentro de fundas listas para ser recogidas.
—También tenemos que limpiar el frente de la casa, el techo y la terraza.
—Marco, estamos muy cansadas. —dijo la señora Viviana.
—Pero necesitamos limpiar esa ceniza, especialmente la del techo y la terraza.
—¿Y si alguien nos ayuda? —opinó Mina.
—Sería bueno —dijo su padre—. Pero, ¿quién nos ayudaría?
—Creo que Rafael.
—¿No estará ocupado con su casa?
—Creo que sus hermanos podrán encargarse de todo el trabajo.
—Bueno. Ve por él.
—En seguida vuelvo.
Mina se quitó la mascarilla y fue en busca de su amado.
Argos había regresado justo a tiempo para escuchar aquella conversación y salió a toda prisa sin que nadie lo viera hacia la casa de Rafael.
Argos llegó a la casa de Rafael y lo encontró barriendo la vereda. Él parecía estar muy triste y deprimido.
—¡Rafael!
El muchacho miró hacia el gato, se quitó la mascarilla y dijo tristemente—: Hola Argos ¿Ya se enteraron los padres de Mina que ella murió?
—¡Mina no ha muerto!
—¿Cómo regresó?
—Más tarde te cuento. Ahora necesito que no menciones nada acerca de que ella fue una Light Trooper.
—¿Fue? No entiendo.
—Más tarde te explico. Tampoco debes decir nada acerca de los chicos que fueron los Light Troopers.
—¿Por qué?
—¡Sólo has lo que te pido!
—Está bien, está bien.
Argos se fue tan rápido como llegó. Justo a tiempo porque Mina ya se acercaba.
Rafael no pudo evitar que una gran alegría lo llene por completo cuando vio a aquella hermosa chica de largo y sedoso cabello rubio. Sus pies cobraron vida y corrió hacia ella. La abrazó y besó muy tiernamente.
—Creo que debo visitarte más seguido —dijo ella con una linda sonrisa en los labios—. Me gustó mucho tu recibimiento.
—Es que, es que hace mucho tiempo que no te veo.
Mina guardó silencio momentáneamente y dijo—: ¿En serio?
—¿No lo recuerdas?
Mina guardó silencio nuevamente.
“Soy un idiota. La última vez que nos vimos fue cuando te convertiste en Violet Trooper frente a mí.” pensó Rafael.
—Recuerdo que la última vez que nos vimos fue al día siguiente de —Mina se acercó a Rafael y le susurró al oído— nuestra primera vez —ella se alejó y no pudo evitar sonrojarse—. Aquella vez perdí mi virginidad.
—Y yo la mía.
Rafael la abrazó tiernamente y la besó en la boca.
—Pero, no recuerdo habernos visto después de eso ¿Por qué?
Mina puso su mano derecha en su frente tratando de recordar.
—Sólo estoy jugando. —dijo rápidamente Rafael.
—Entonces, ¿Nos hemos visto? ¿Cuándo?
—Ayer —Rafael tuvo que mentir—. Antes que la cola de ese cometa negro envuelva la Tierra.
—No lo recuerdo.
—Te va a resultar difícil ya que te desmayaste por los gases de la cola del cometa.
—¿En serio?
—Sí.
—Tuve que llevarte en brazos y te dejé en tu cama.
—¿Mis padres te vieron?
Rafael no sabía que responder. Él solo podía decir sí o no. La respuesta incorrecta echaría todo al suelo.
—No.
—Entonces ellos no supieron cuando llegué ¡Por eso se emocionaron tanto cuando me vieron hoy en la mañana!
“¡Atiné!” pensó Rafael.
—Entonces, ¿tú me desvestiste y me pusiste mi pijama?
—Sí. —respondió esperando atinarle nuevamente.
—Espero que no te hayas aprovechado de la situación. —dijo Mina con un ligero tono de malicia.
—¡Jamás intentaría hacerte algo sin tu consentimiento!
Mina sonrió, dijo—: Me halaga escuchar eso —lo besó—. Rafael, necesito que me ayudes en casa a recoger la ceniza.
—Bueno. —respondió él sin pensar.
—¿No tendrás problemas?
—No. Mi papá, mi mamá y mis dos hermanos pueden encargarse de limpiar la casa.
Mina sonrió nuevamente y dijo—: Gracias. Por ser tan gentil con mi familia, voy a hacer algo por ti —le susurró nuevamente al oído—. Voy a hacerte feliz. Voy a hacer que goces.
—¡Mina!
—Rafael, lo que siento por ti es amor y deseo. Eres el único hombre que he deseado porque eres el único dueño de mi corazón.
—Voy a avisar que te voy a ayudar.
Rafael corrió hacia la casa.
Al poco rato regresó y dijo—: Todo en orden, vamos hacia tu casa.
Empezaron a caminar cogidos de la mano.
Casi a punto de llegar a su casa, Mina se animó a preguntar—: ¿Qué te dijeron tus padres?
—Que ya se imaginaban lo que iba a pasar cuando me vieron correr para saludarte.
—Entonces, no se enojaron.
—Así es. Dijeron que preferían que esté en tu casa ayudándote a limpiarla que a tenerme en casa con la cara larga.
—¿Estabas triste?
—Sí. Estaba preocupado por ti.
Mina sonrío y se besaron justo en frente de su padre sin darse cuenta.
—Hola Rafael, ¿viniste a ayudar, o sólo a besar a mi hija?
Rafael y Mina dejaron de besarse.
—Bue… buenos días s… s… señor Ve… Velástegui —dijo bastante nervioso Rafael — ¿C… C… Cómo puedo ayudar?
Mina estaba a punto de reírse.
—¿Pueden Mina y tú encargarse de limpiar la terraza?
—¡Será un placer!
Rafael y Mina se pusieron las mascarillas y entraron en la casa.
Luego de media hora, los padres de Mina entraron en la terraza.
—Marco, míralos. Están trabajando ¿Qué creías que estaban haciendo?
—Eso mismo, Viviana, eso mismo.
Rafael y Mina habían amontonado toda la ceniza en un montículo en medio de la terraza. Mina cogió una funda, y Rafael empezó a meter la ceniza en ella con una pala.
—¡Son muy rápidos!
—Marco, son rápidos porque se divierten trabajando juntos. Disfrutan mutuamente de su compañía.
—Tienes razón.
—Aunque nos duela admitirlo, nuestra hija ha crecido. Es una mujer que se ha enamorado de un buen hombre.
—También tienes razón en eso. Conocemos a la familia de Rafael y sabemos que lo han educado con principios similares a los nuestros.
—Por eso Rafael es la pareja ideal para nuestra hija y es posible que ellos se casen.
—¡¿Qué?! Mina apenas tiene diecisiete años de edad. Ella debe ir a la universidad antes de casarse.
—Ya no está en nuestras manos decidir cuándo ocurrirá eso.
Mina y Rafael se dieron cuenta que eran observados y se quitaron las mascarillas.
—Hola papá, hola mamá. Miren, ya casi terminamos.
—Así lo estamos viendo. Ustedes son muy rápidos. —dijo el señor Marco.
Mina abrazó a Rafael y dijo—: Lo que pasa es que somos un equipo muy dinámico.
—Muchachos, ya es hora de almorzar. Bajen, por favor.
—Gracias, señora Viviana.
—Gracias a ti, Rafael.
Los cuatro entraron a la casa.
Al día siguiente, alrededor de las 9H00 sonaba el teléfono en casa de Rafael.
—¿Aló? —contestaba él.
—Hola mi amor ¿Quieres venir a mi casa? Mis padres no están.
—Estás segura.
—Sí.
—En este momento salgo.
Al cabo de un rato, ambos entraron en el cuarto de ella. Mina vio que Argos estaba dormido sobre la cama de ella.
Ella lo cargó, dijo—: Argos, voy a necesitar mi cama. —y lo dejó en la cama de él, una canastilla con un cojín que estaba en el piso al pie de la cama.
Argos estaba tan dormido que no se dio cuenta que lo movieron.
Rafael y Mina se sentaron en la cama y empezaron a besarse apasionadamente.
Después de algunos minutos seguían besándose.
—Rafael, ¿qué ocurre?
—No me puedo concentrar.
—¿Por qué?
—No estamos solos.
—¿Te refieres a Argos? Él es sólo un gato, y además está dormido.
—Tienes razón.
Volvieron besarse y a acariciarse.
Poco tiempo después seguían besándose.
—Rafael, ¿qué ocurre? ¿Todavía no te puedes concentrar?
—Por favor, saca del cuarto a Argos y cierra la puerta.
—Está bien.
Mina se levantó, cargó a Argos y lo depositó en el suelo fuera de su cuarto.
—Siento sacarte de tu cama. —dijo.
“¿Por qué no me dejas dormir?” pensó el gato.
Ella cerró la puerta.
Argos se acurrucó en el suelo y siguió durmiendo.
Pocos días después, Argos, quien estaba encaramado en la parte más alta del techo de la casa, vio que Katya Argudo se acercaba. Argos bajó para ir a su encuentro.
—¿Qué haces por aquí?— preguntó Argos cuando la interceptó.
—Vine a visitar a Mina. Quiero saber si es verdad que Mina no recuerda a los chicos que fueron Light Troopers.
—Me imagino que Soledad te lo dijo.
—Así es.
—¡¿Vas hablarle de Andrés?!
—No precisamente.
—¿Entonces?
—Ya vas a ver.
Katya llegó a la puerta de la casa y tocó el timbre.
Mina abrió la puerta y al ver a su amiga, exclamó —: ¡Hola Katy! –le dio un abrazo y la invitó a pasar.
—¡¿Cómo has estado, ingrata?! –preguntó Mina.
—Pedro y yo estuvimos limpiando la ceniza de nuestra casa y la de la casa de mis abuelitos ¿Por qué me dices ingrata?
—Porque no recuerdo la última vez que nos vimos
—Fue antes que ese cometa negro casi se estrelle con la Tierra ¿No lo recuerdas?
—No. Según Rafael, me desmayé por respirar los gases de la cola de ese cometa negro. Tal vez esos gases me generaron algún tipo de amnesia.
—¿Qué tan grave es esa amnesia?
—Para darte un ejemplo: sé que eres una de mis mejores amigas pero no recuerdo ni cuándo, ni cómo, ni dónde te conocí.
—Espero que te cures de esa amnesia.
—Quédate a tomar café. Mi mamá hizo unas ricas empanadas.
—De acuerdo, gracias.
Por la noche, Katya estaba en su casa calentando un poco de leche.
—Estoy segura que Mina no recuerda a ninguno de los chicos que fueron Light Troopers por lo que es inútil hablarle de Andrés o de Camilo, Argos. –dijo ella y regresó a ver a los pies de la mesa que estaba en la cocina.
—¡¿Cómo sabes que estaba aquí?! –preguntó Argos. Él estaba a los pies de la mesa de la cocina.
—Era obvio que te ibas a aparecer cuando esté totalmente sola.
—¿Sabes por qué los chicos no se recuerdan?
—Según me explicó Soledad, los chicos reencarnaron, resucitaron, o algo así, sin recordarse mutuamente para que puedan vivir como humanos normales.
—Así es.
—Entiendo que Mina y Andrés no recuerdan lo que sentían el uno por el otro.
—Tienes razón.
—Está bien así.
—¡¿Por qué?!
—Porque los sentimientos que había entre ellos podrían afectar la relación entre Mina y Rafael.
—Te puedo decir que tarde o temprano los siete chicos volverán a ser amigos.
—Esperemos que eso ocurra cuando la relación entre Mina y Rafael sea lo suficientemente fuerte para evitar que un nuevo sentimiento entre Mina y Andrés la afecte.
—¿Crees que nuevamente Mina y Andrés se sientan nuevamente atraídos entre sí?
—¿Tú me preguntas eso? Tú conoces mejor a Mina que yo y que cualquier persona de este país a excepción de sus padres.
—Tienes razón.
—No me gustó como te desapareciste la otra vez que me visitaste así que, si ya terminó tu visita, te abro una puerta para que te vayas.
—Mi visita terminó. Por favor, abre la puerta de la cocina.
Ella abrió la puerta de la cocina.
Argos salió al patio posterior.
—Chao Katy.
—Nos vemos Argos.
El gato empezó a trepar por las paredes para llegar al techo de la casa.
“Me olvidé de preguntarle qué le pasó a su mancha.” pesó Katya luego que Argos salió de su vista.
Luego de pocas semanas se iniciaba con un mes y medio de retraso el año escolar en todos los colegios de la sierra y oriente.
Mina y sus amigas conversaban durante el primer recreo de aquel primer día.
—¡Último año de secundaria! —exclamó Mina.
—¡Nosotras somos ahora las reinas del colegio! Debemos disfrutar a lo máximo esta experiencia. —dijo Susana.
—¿Debemos disfrutar al igual que tú lo haces con tu enamorado?
—¡¿Qué te pasa, Maria José?!
—Chicas, chicas, no peleen —intervino Mina—. No debemos tener pleitos, somos muy buenas amigas.
—Tienes razón. Discúlpame por favor, Susi.
—No hay problema.
—¿No hay problema porque es verdad lo que dije?
—Porque es verdad lo que dijiste, mi querida amiga, porque es verdad lo que dijiste.
Las tres rieron.
—Este año va a ser algo aburrido.
—¿Por qué lo dices?, Susana. —preguntó María José.
—Porque la mitad de nuestro grupo ya está graduado.
—Yo no veo el problema. Podremos organizar reuniones y divertirnos como siempre. Hoy noche llamo a Soledad para organizar una fiesta sólo para mujeres. —opinó Mina.
—Buena idea. —dijeron las dos chicas.
Por la noche Mina marcó el número telefónico de su amiga.
—¿Aló? —contestaron.
—Hola Soledad.
—¡Mina! ¡Qué grata sorpresa!
—¿Qué tal tu primer día de clases?
—Me dio la idea de que va a ser difícil, pero no importa. Voy a dar lo mejor de mí en mis estudios.
—Se requiere ser muy valiente para entrar en la Escuela Politécnica Nacional.
—Afortunadamente no soy la única del colegio que entró en la poli, además mi enamorado es compañero de clase.
—¿Tienes enamorado?
—Sí. Su nombre es Camilo, Camilo Fernández.
—¿Cómo se llevan? ¿Él sabe pelear como tú?
—No pelea tan bien como yo, pero sí se sabe defender. Lo importante es que lo amo y él me ama.
—¡Qué romántico!
—Igual que Rafael y tú.
—Tienes razón amiga. Te llamaba para invitarte a una fiesta sólo para mujeres con todas las chicas del grupo.
—Me gusta la idea, pero creo que la tendríamos que organizar para el feriado de noviembre.
—¿Dentro de algunas semanas? ¿Por qué tan lejos?
—Lamento decir que al entrar en la universidad, entras en un mundo en el que el estudiar se convierte en tu prioridad.
—Bueno, mi amiga estudiosa. Nos mantendremos en contacto.
—¡Claro amiga! Llámame cuando quieras.
—Que te vaya bien, amiga.
—Chao.
—Chao.
Mina colgó el teléfono y pensó: “Este año va a resultar aburrido.”
Pasó el tiempo. Sonaba el teléfono en casa de Mina.
—¡Yo atiendo la llamada! —dijo ella.
Corrió hacia el teléfono y levantó el auricular.
—¿Aló?
—Hola Mina.
—Sole, ¿qué te cuentas?
—Te llamo por la fiesta de mujeres que me hablaste en el inicio de clases.
—Te cuento que se canceló la fiesta.
—¿Por qué?
—María José y Susana se van de vacaciones con sus familias, y las otras dos dijeron que están enfermas, dijeron que les dio sulmenash por tanto estudiar.
—¡Lástima! Sólo tú y yo quedamos disponibles.
—No nos pudimos reunir.
—¿Quién dice que no nos podemos reunir? Salgamos los seis, es decir, tú, Rafael, Katya, Pedro, Camilo y yo.
—Es buena idea. Salgamos pasado mañana a comer pizza.
—De acuerdo.
—Entonces, mañana quedamos en la hora y el lugar.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Al día siguiente Mina y Rafael estaban conversando en el parque cercano a sus casas.
—¿Qué te parece si salimos a comer pizza con una amigas mías y sus parejas? —preguntó Mina.
—¿De cuáles amigas hablas?
—De Soledad, una ex compañera de colegio y de Katya, sé que es una de mis mejores amigas pero no recuerdo cuando la conocí.
—Bueno ¿Cuándo y a qué hora?
—Mañana, 3 de noviembre ¿Qué te parece encontrarnos con ellos a las 19H00 en la pizzería?
Mina dijo el nombre.
—Entonces, ¿paso por tu casa a las 18H00? ¿Debo ir vestido con traje formal?
—Chistoso.
Al día siguiente, Mina y Rafael estaban en la pizzería a la hora indicada. Luego de cinco minutos llegaba Soledad acompañada por un chico alto blanco medianamente gordo de cabello negro y con lentes. Después de tres minutos llegaba Katya en compañía de su esposo.
—Mina, te presento a mi enamorado Camilo.
—Encantada de conocerte, Camilo.
—Igualmente, Mina.
Camilo dio un beso en la mejilla izquierda a Mina.
—Soledad, te presento a mi tan mencionado Rafael.
—Es un placer conocer a una de las mejores amigas de Mina.
—Tanto me ha hablado Mina de ti que puedo decir que ya te conozco.
—Rafael, Camilo, les presento a Katya Argudo, ella es otra de mis mejores amigas, y a su esposo, Pedro Tapia. —dijo Mina.
—Encantado de conocerlos, Katya y Pedro. — dijo Rafael y, dio un beso en la mejilla a Katya y estrechó manos con Pedro.
—Lo mismo digo. — dijo Camilo e hizo lo mismo que Rafael.
—¡Al fin se animan a presentarme a sus parejas, chicas! —exclamó Katya en son de broma.
—De mi parte no ha faltado —comentó Soledad—. Lo que pasa es que Mina es muy re… celosa con Rafael.
Todos se empezaron a reír a costa de Mina quien sólo atinó a sonrojarse ligeramente.
Entraron en la pizzería y tomaron una mesa. Mientras esperaban la orden conversaban.
—Sole, cuéntame cómo conociste a Camilo. –pidió Mina.
Soledad miró a su pareja.
—No recuerdo cuando conocí a mi amada Dulcinea. —dijo él.
—¡No lo puedo creer!
—Mina, tranquila, no es su culpa tener mala memoria. —dijo Soledad y pensó: “Tampoco es su culpa que le hayan borrado todos los recuerdos de las cosas que compartió con tu grupo.”
—Pero sí recuerdo cuando me le declaré. —aclaró Camilo.
—¿Lo recuerdas?
—Sí, mi amor —vio a los ojos de su amada—. Fue cuando combatimos en un torneo. Yo te dije que te amaba y tú me derribaste.
—¡Qué declaración tan original! —exclamó Rafael.
—Mi Camilo siempre quiere ser original. –comentó Soledad.
—Camilo, parece que te gustan las mujeres que saben pelear.
—Así es, Pedro. No hay mejor mujer para mí que Soledad ya que ella es experta en varias artes marciales.
—Me imagino que han de practicar entre los dos. —comentó Katya.
—Algunas veces. — dijo Soledad.
“No lo recuerdo, ¿por qué no lo recuerdo?” pensó Camilo.
Llegó la orden y empezaron a comer.
Al finalizar la velada, las tres parejas estaban en la calle.
—Fue una noche excelente. —dijo Mina.
—Deberíamos salir otras veces los seis. —opinó Soledad.
—Pero nada de intercambio de parejas. —comentó Camilo.
Los seis rieron.
—Bueno, creo que ya deberíamos irnos. —dijo Camilo.
—¿Tan pronto? –preguntó Soledad.
—Prometí a tu madre que te llevaría a casa antes de las 23H00.
—Es verdad.
Soledad se puso un poco triste
—Yo voy a buscar un taxi. Quédate mientras tanto con Mina y Katy.
—¿No te gustaría que les llevemos? Vinimos en carro. –dijo Pedro.
—Yo vivo por San Juan y ustedes viven por el Condado –dijo Soledad—. Se darían tremenda vuelta por llevarme a mi casa. Agradezco su intención pero no quiero molestar.
—Entonces, voy a pagar el parqueadero y a encender el auto. –dijo Pedro.
Camilo caminó hacia el filo de la calle y Pedro se acercó a una ventanilla que estaba a un lado de la puerta de entrada. Rafael, Mina, Soledad y, Katya siguieron conversando.
Al cabo de un rato.
—¡Rafael!
—¡¿Qué ocurre, Mina?
—¡Mi cartera! No la tengo.
—Tal vez la dejaste en la mesa. Voy por ella.
—Tranquilo. Yo voy a buscarla.
Mina entró en el restaurante.
Al ver que los tres estaban solos, Soledad se animó a decir—: ¡Odio mentir! ¡Odio esta relación de mentira!
—¿Tú sabes la verdad? –preguntó Rafael.
—Sí. Sé que Camilo era Green Trooper, que lo mataron en el desierto del Sahara y que luego lo revivieron sin recordar nada de lo que compartió con sus amigos ¡Sería más fácil para mí que lo hubiesen dejado muerto!
—¡¿Cómo te atreves a decir eso?! –preguntó Katya
—Si él hubiese muerto, lo hubiese llorado, ¡lo hubiese llorado de verdad! Pero junto a él tengo que siempre mentir ya que no recuerda nada de lo que vivió cuando era súper héroe. Ustedes tal vez sepan la verdad de cómo él y yo nos conocimos.
—Mina me comentó que lo conociste cuando ellos estaban en la clínica. –dijo Rafael.
—Así fue ¡Hasta tengo que fingir que no conozco a sus amigos! Andrés y Lorena estudian en la misma universidad que Camilo y yo. Es feo ver que tan buenos amigos no se reconozcan cuando se cruzan.
—¿Amas a Camilo o no? –preguntó Rafael.
—¡Claro que lo amo!
—Yo también amo a Mina. Si ella no estuviese a mi lado, no sé lo que pasaría conmigo. Para mí es preferible tener “una relación de mentira”, como tú la llamaste, que estar sin ella. A veces, el amor nos obliga a sacrificar algo por su bien. Nuestro sacrificio por amar a nuestras parejas y que ellas nos amen es adaptarnos a las circunstancias en las que ellas viven. Si te molesta que no se reconozcan los buenos amigos, eso se soluciona fácilmente. Si Camilo, Andrés, y Lorena estudian en la misma universidad, tarde o temprano se harán amigos. Es posible que tengan un amigo en común que los presente. Tú misma puedes ser ese amigo en común. Si Andrés y Lorena no te recuerdan, hazte amiga de ellos y luego preséntalos con Camilo, tal como hiciste con él y Mina el día de hoy. Sólo es cuestión de tiempo para que se hagan amigos.
—¡Tienes razón!
—Debes agradecer que lo tienes a tu lado luego que él luchó en un combate que salvó a la Tierra ¿Te has dado cuenta que las cosas en nuestro planeta han cambiado para bien? La delincuencia va desapareciendo, se está extinguiendo la corrupción, la pobreza va disminuyendo, en fin, un sin fin de cosas que nos muestran que nuestro mundo va a mejorar gracias al sacrificio de los Light Troopers. –manifestó Katya.
—Me ha servido mucho hablar con ustedes, gracias.
Mina se reunió con ellos.
—¡Al fin encontré mi cartera!
—¿Dónde ha estado? —preguntó Rafael.
—La tenía el cajero. Para devolvérmela me hizo el montón de preguntas para asegurarse que era mía.
—¡Sole! —gritó Camilo.
Los cuatro lo regresaron a ver y lo vieron junto a un taxi.
—Creo que ya es hora de irme. Hasta pronto amigos.
Se despidieron con un beso en la mejilla. Camilo y Soledad se subieron en el taxi.
Pedro se bajó del auto que se detuvo a lado de Mina Rafael y Katya.
—Como se me perdió el papel que nos entregaron al entrar en el parqueadero, me tocó sacar todos mis documentos para demostrar que el auto es nuestro. — dijo él.
—¿Quieren que les llevemos? –preguntó Katya.
Mina alzó a ver al cielo estrellado y respondió —: La noche está linda para caminar buscando transporte.
—Entonces, nos vemos amigos.
Katya y Pedro se subieron en el auto y salieron del parqueadero.
—Ahora vamos nosotros en busca de transporte. —dijo Rafael y empezaron a caminar por la calle cogidos de la mano.
—¿Qué hicieron Soledad, Katya y tú mientras estaban solos?
—Conversar ¿Estás re… celosa?
—No, sólo soy un poco re… curiosa —respondió Mina con una sonrisa en los labios— ¿De qué hablaron?
—De cómo Soledad debe comportarse con su enamorado.
—¡Espero que no le hayas insinuado que se acueste con él!
—¡Claro que no voy a hacer semejante locura!
—¡Más te vale! Sólo una pareja en la que existe amor mutuo, es decir, que ella esté profundamente enamorada de él y que él la corresponda de igual manera, pueden tener relaciones sexuales.
Rafael abrazó a Mina y dijo—: Por ejemplo tú y yo.
—No hay mejor ejemplo que nosotros.
Se besaron tiernamente.
La vida de Mina junto a Rafael transcurría con normalidad, hasta que llegaron las fiestas de Quito en los primeros días de diciembre. Ambos caminaban abrazados por el centro de la ciudad viendo los eventos alusivos a la fecha.
De repente sobrevolaron sobre ellos un escuadrón de Cybercops. No les causó alarma ya que se había hecho normal que los policías cibernéticos patrullen la ciudad en busca de uno que otro criminal, en especial durante las festividades pero, les sorprendió que uno de ellos aterrice junto a ellos.
—Buenos días Mina ¿Cómo estás? —dijo el policía.
—Buenos días ¿Usted me conoce?
—Claro Mina, soy el capitán Rodríguez.
El casco del traje se abrió permitiendo ver el rostro del capitán.
—Yo no lo conozco, capitán.
Rafael recordó que cuando inició su relación con Mina, ella le contó cómo conoció al capitán Rodríguez, pensó: “Tal vez se olvidó también de él ya que lo conoció cuando era V Trooper.” y dijo—: Buenos días, capitán.
El capitán lo regresó a ver y manifestó—: Ah, buenos días ¿Tú eres su enamorado?
—Sí.
—Ya te recuerdo, tú te llamas...
—¡¿En qué le podemos servir?! —Rafael interrumpió rudamente.
—Tranquilo amigo, sólo deseaba saludar a una amiga.
—¿Usted y yo somos amigos? —preguntó Mina mientras trataba de recordar.
—Tal vez el capitán se confundió de persona —Rafael vio al capitán— ¿Nos disculpa?
Rafael jaló delicadamente a Mina.
—Qué pase bien, capitán. —dijo ella y empezaron a caminar.
El capitán despegó y los vio alejarse desde las alturas.
“Voy a descubrir que pasa con ellos.” pensó y siguió con su patrulla.
Pocos días después sonaba el teléfono en casa de Mina. La madre de ella contestaba la llamada.
—¡Mina, es para ti! —dijo la señora Viviana.
—¡Ya bajo, Mamá!
Mina bajó como una exhalación las escaleras. Argos corría tras ella.
—Tranquila, hija. No es Rafael ni Soledad ni Katya, ni tampoco alguna de tus amigas del colegio.
—¿Quién es?
—Es el capitán Miguel Rodríguez.
Mina cogió el teléfono. Su rostro reflejaba lo sorprendida que se sentía.
—¿Aló? —dijo bastante intrigada.
La señora dejó sola a su hija.
—Hola, Mina.
—¿Usted sabe dónde vivo?
—Pedí a mis hombres que investigaran por mí.
—¡¿Por qué hizo eso?!
—Porque deseaba pedirte disculpas. Creo que no debí haber hablado contigo cuando estabas con tu enamorado, ya que tal vez él no sepa tu secreto.
—¿Mi secreto?
—Claro, tal vez no sepa que eres Violet Trooper.
Mina no sabía que decir.
—Estaba preocupado por ti ya que la última vez que nos vimos, tú y tus amigos se esfumaron en el aire para ir al desierto de Sahara antes que la cola de ese cometa negro oscurezca nuestro planeta. Desde aquel fenómeno no se sabe nada de los Light Troopers… ni de ti. Se supone que somos amigos. Me molesta un poco que ni siquiera me hayas llamado para contarme como les fue. Entiendo que bien porque las cosas están cambiado para mejorar.
—Capitán, no... no lo entiendo.
—Puedes confiar en mí.
—La verdad, es que yo no lo conozco y no sé de lo que está usted hablando.
—Bueno Mina, fue un placer saludarte. —dijo el capitán algo molesto y colgó el teléfono.
Mina se quedó con el teléfono en la mano.
Su madre se acercó y preguntó preocupada—: ¿Qué quería ese hombre contigo?
—No sé —dijo a la vez que colgaba el teléfono—. Creo que me confunde con un personaje de una serie de televisión.
—¿Con cuál personaje te confunde?
—Me confunde con Violet Trooper de la serie de dibujos animados “Light Troopers”.
—¿Para ti los Light Troopers sólo son dibujos animados?
—Sí. Mucha gente me ha dicho que los han visto pero yo no. A propósito —vio su reloj—. Ya mismo es hora de la serie.
Se sentó en la sala frente a la televisión y la prendió.
—¿Ella también se olvidó de los Light Troopers? Es mucha coincidencia que Mina no recuerde a sus amigos y a los Light Troopers. Es muy extraño que el mismo tiempo que Mina ha pasado sin recordar a sus amigos sea el mismo que los Light Troopers no han vuelto a aparecer. —dijo la señora Viviana.
Argos la había escuchado.
“Creo que tengo que hablar con el capitán. Nos va a causar muchos problemas.” pensó él.
A la mañana siguiente el capitán Rodríguez entró en su oficina y encontró un gato angora color blanco sobre su escritorio.
—¿Cómo entraste aquí, Argos?
—No importa eso. Estoy aquí para pedirle que no vuelva a buscar a Mina.
—¡¿Por qué?!
—Porque la chica que usted conoció, la que era Violet Trooper, murió.
—No entiendo.
—No importa. Solo manténgase alejado de Mina ya que le va a causar muchos problemas.
—¿Lo que me dices tiene que ver con la desaparición de los Light Troopers?
—Sí.
—Sigo sin entender, pero no importa. Creo que es mejor hacerte caso.
—Gracias capitán.
El gato saltó a la ventana que estaba abierta.
—Espera Argos, ¿qué le pasó a la mancha de tu lomo?
—Es una historia larga de contar, capitán. Hasta luego.
Argos saltó a la calle.
A mediados de mes, Rafael y Mina conversaban en el jardín de la casa de ella. Argos estaba junto a ellos.
—¿Te ha vuelto a llamar ese policía? —preguntó Rafael.
—No. Parece que se aburrió de molestarme.
—Como casi ya no hay delincuencia, los policías están dedicándose a fastidiar a la gente.
Mina sonrió y dijo—: Tal vez, mi amor, tal vez —ella regresó a ver a su gato—. Rafael, ¡Argos está sonriendo!
El gato había dejado que la satisfacción que sentía por su trabajo se refleje en su rostro. Al darse cuenta que su ama lo había visto no supo qué hacer.
Rafael lo miró y dijo—: Ah, también los perros dan la impresión que sonríen cuando están contentos —vio a Mina—. Yo también estaría contento si tú fueras mi ama.
Mina sonrió tiernamente a Rafael y lo abrazó.
Él vio a Argos y éste le guiñó un ojo.
Pocos días después los padres de Mina estaban viendo televisión mientras estaban recostados en la cama.
—¡Ya se acerca la Navidad! —exclamó la señora Viviana.
—Sí. En dos días es 20 de diciembre ¿Tienes planeado hacer algo?
—No, nada en especial. Me gustaría hacer lo de siempre. Cenar en familia, escuchar villancicos, abrir los regalos.
—A mí me gustaría visitar a mi hermano Rodrigo.
—¿Ir a Cali? —preguntó la señora Viviana con tono de aburrimiento.
—¡Sí! ¡Hace más de medio año que no lo veo!
—Está bien, está bien. Pero esta vez debemos ir con Mina.
—Tienes razón, especialmente ahora, que está de novia de Rafael.
—Hablando de eso, es posible que ella quiera que lo llevemos a Cali.
—Bueno —el señor Marco guardó un momento de silencio meditativo—. Creo que si podemos llegarlo con nosotros, si sus padres lo permiten.
Al día siguiente la señora Viviana comunicaba la noticia a su hija y ella alegremente fue corriendo a casa de su amado a contársela. Él aceptó con gusto, al igual que sus padres.
El día 22 de diciembre despegaba un avión con rumbo a Cali. En él estaban a bordo la familia Velástegui Duarte, Argos y Rafael.
Al cabo de pocas horas el avión sobrevolaba sobre la ciudad natal de Mina.
—Marco, ¡mira hacia abajo! –dijo la señora Viviana.
El señor Marco se asomó por la ventanilla que veía su esposa. Rafael y Mina, que estaban atrás, también se asomaron.
—¡Es una lástima! Al igual que en Quito, manzanas enteras fueron destruidas durante el casi fin del mundo. —dijo el padre de Mina.
—Pero parece que están reconstruyendo esas manzanas ya que se ve trabajar maquinaria ahí abajo. —comentó ella.
—Al igual que en Quito, y supongo que lo mismo ocurre en el resto del mundo. —opinó Rafael.
El avión aterrizó y todos fueron hacia la aduana.
En ese día se realizaba un operativo especial del DAS en el aeropuerto de Cali. Buscaban detener un posible embarque de drogas destinado a Europa. Los agentes estaban vestidos de civil. El grupo de policías era encabezado por la capitana Marta Gutiérrez.
Ella vio que una familia salía de la aduana. Atrajo su atención la apariencia de la chica: piel blanca y cabello rubio y largo, y lo que llevaba entre sus brazos: un gato angora color blanco.
En seguida la reconoció.
—¡Mina! —dijo para sí.
Ella sabía que no debía llamar la atención pero no pudo evitar que sus ojos se fijen en la familia.
Mina se dio cuenta que los vigilaban mientras se dirigían con su equipaje hacia la puerta del aeropuerto.
Mina se detuvo y dijo—: Mamá, papá, aquella mujer no nos quita los ojos de encima.
Ambos padres y Rafael se detuvieron y vieron hacia la mujer que Mina veía.
—Es verdad, esa mujer no nos quita la vista de encima ¿Qué querrá? —dijo el señor Marco.
—No sé. Tal vez sea una policía. —comentó la señora Viviana.
“¡Marta!” pensaron Rafael y Argos.
La capitana Gutiérrez no sabía qué hacer al ver que los Velástegui Duarte la miraban. Su actitud podía arruinar la misión.
—¿Debemos acercarnos a ella y abrir nuestras maletas para que vea que no traemos nada de contrabando? —preguntó Mina.
—Tal vez lo que pasa es que nosotros parecemos a una familia que esa mujer conoce. Lo mejor que podemos hacer es seguir caminando sin darle importancia. —opinó Rafael.
—Creo que tienes razón. Sigamos caminando. —dijo el señor Marco.
Todos dejaron de ver a la mujer y se dirigieron a la puerta.
Al poco rato estaban al frente de la casa de la familia Velástegui, en donde vivía el hermano menor del padre de Mina, Rodrigo. Él personalmente abrió la puerta y saludó efusivamente con todos.
—¡Hola Marco! ¡¿Cómo has estado, cuñadita?! ¡¿Cómo está mi querida sobrinita?! —fijó la vista en Rafael—. Tú debes ser Rafael.
—Sí, él es mi novio.
El señor Marco clavó sus ojos sobre su hija.
—Es mi enamorado. —rectificó Mina.
—Me parece muy extraño que no seas la enamorada de uno de los chicos con los que viniste durante el verano del año pasado.
—Recuerdo que vine a visitarte tal como lo dices, pero no recuerdo con quienes vine —Mina puso su mano derecha sobre su frente—. No lo recuerdo.
—Los dos chicos con los cuales viniste parecían ser tus hermanos. Me parece imposible que no los recuerdes. Ellos se llamaban...
Rafael sabía de quienes hablaba el tío de Mina, pero no podía hacer nada.
—Ellos se llamaban...
—Rodrigo, ¿podemos pasar? —interrumpió el señor Marco.
—Estamos muy cansados, el viaje ha sido muy largo. —añadió la señora Viviana.
—Entren por favor.
Luego de la cena y después que Mina y Rafael fueron a sus respectivas habitaciones, los padres de Mina explicaron a Rodrigo Velástegui lo que supuestamente le pasaba a ella.
—Así que Mina perdió una parte de su memoria. —comentó el tío Rodrigo.
—Esa es la idea. Por lo tanto, te pedimos, que no recuerdes que estuvo aquí con Andrés y Camilo. —pidió el señor Marco.
—No hay problema pero, ¿no les parece extraño que sólo haya olvidado a sus amigos?
—Recuerda que te contamos que ellos estuvieron en la calle cuando la cola de ese cometa envolvió a la Tierra y produjo una densa oscuridad. Tal vez les pasó algo que les traumatizó. —explicó la señora Viviana.
—Los demás chicos deben estar igual que mi sobrina.
—Tienes razón. He hablado con los padres de cada uno de ellos y me han contado que sus hijos tienen amnesia parcial. —dijo el señor Marco.
—Entonces, me encargaré que pasen muy bien su estadía en Cali. Luego de Navidad les llevaré a Eduardo Santos.
—¡Pero ese barrio es considerado zona roja! —exclamó la señora Viviana.
—Ya no. Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos se transformó en un buen barrio, es más, es un punto turístico de la ciudad.
—De acuerdo. Pero ya vamos a dormir. —pidió el señor Marco.
Los tres se levantaron de la sala y fueron a sus dormitorios.
Ya era pasada la media noche y Rafael no podía conciliar el sueño. Al fin se animó a levantarse y dirigirse a la habitación de Mina. Abrió la puerta muy despacio para que no suene, caminó lo más sigilosamente que pudo hasta llegar al pie de la cama, se inclinó y susurró—: Argos, por favor, despierta.
El gato no reaccionó.
Rafael lo sacudió y volvió a repetir—: Argos, por favor, despierta.
El gato se movió y dijo malhumorado—: ¡¿Qué quieres?!
—Baja la voz que vas a despertar a Mina. —murmuró Rafael.
—Está bien —murmuró Argos— ¿Qué quieres?
—Ven a mi cuarto. Quiero hablar contigo.
—Mañana.
—En este momento, es muy importante.
—Bueno.
Ambos salieron sin hacer ruido.
Argos se montó en la cama de Rafael, bostezó, se estiró y, dijo—: Te escucho.
—Me late que Marta buscará la manera de hablar con Mina.
—Creo que tienes razón —Argos mantuvo un silencio momentáneo—. Ella no nos quitó la vista de encima en el aeropuerto.
—¿Qué hacemos para evitar que Marta se acerque a Mina?
—Eso déjalo en mis manos. Buenas noches.
Argos volvió al cuarto de Mina. Rafael se recostó en su cama. La respuesta que el gato le dio fue escueta, pero le permitió dormir el resto de la noche.
A la mañana siguiente, Mina no encontró a Argos en el lugar que él se había quedado dormido. Ella se levantó y empezó a buscarlo por toda la casa.
—Rafael, ¿has visto a Argos?
—No, pero debe andar por aquí cerca.
—¿Tú crees?
—Por supuesto que sí. Él es un gato lo suficientemente inteligente para evitar perderse.
—Eso sí.
“Tal vez Argos salió para buscar a Marta.” pensó Rafael.
Argos había salido muy temprano de la casa y empezó a investigar el paradero de la capitana Marta Gutiérrez. Su suposición inicial fue que ella se encontraría en el cuartel que comandó mientras trabajaba en Cali, así que fue hacia ese lugar.
Se coló en el cuartel y fue hacia la oficina que era de la capitana.
Su intuición no falló ya que alrededor de las 8H00, Marta abría la puerta de la oficina.
Mientras ella cerraba la puerta, él se montó en el escritorio.
Ella dio media vuelta y dijo—: Argos, ¿qué haces aquí?
—He venido aquí para evitar que hables con Mina.
—¿Por qué vas a hacerlo? ¡Tú sabes que ella es como mi hermana menor! No puedes prohibirme que la vea.
Argos contó a Marta todo acerca de la muerte de los Light Troopers y su vuelta a la vida.
—¡Yo creo que tú te estás inventando todo eso! ¡Yo la vi con mis propios ojos!
—¡Te acabo de explicar que...
—¡Yo no creo ni en la reencarnación ni en la resurrección! Sólo creo lo que han visto mis ojos y, lo que vieron fue a Mina con vida y ella me reconocerá cuando vaya a verla.
—Solo te advierto una cosa. Si la tratas como si la conocieras, la vas a confundir.
—¡Eso lo veremos!
—Está bien. Veo que no puedo evitar que la veas.
—Sólo que hagas que ese enorme gato gris que dicen que acompañaba a los Light Troopers me ataque.
Argos sacudió la cabeza y dijo—: Me retiro.
El gato salió como entró.
La Navidad de ese año fue la mejor que pasó Rafael, a pesar de estar a muchos kilómetros de su casa. Recibió y dio regalos, estuvo muy contento compartiendo la velada con la familia de su amada. El mejor regalo que recibió no fue algo material, fue el pasar la primera Navidad a lado de Mina.
Tal como lo prometió el tío de Mina, luego de Navidad les llevó a Eduardo Santos, otrora zona roja de la ciudad. En pocos meses, de ser un sector que solo grandes pelotones de policías podían entrar, se había convertido en un sector que se podía caminar con total tranquilidad. Aquel fue el comienzo del redescubrimiento de Cali que emprendía la familia Velástegui Duarte.
Llegó el 31 de diciembre. Fue una gran alegría para los padres de Mina ver a sus respectivos padres. La familia se reunió desde muy temprano para rememorar los viejos tiempos y contar todas las cosas que han sucedido en todo el tiempo que no se han visto.
A media tarde del día siguiente alguien timbraba. El tío Rodrigo abrió la puerta y se encontró a...
—Soy la capitana Marta Gutiérrez, jefe del DAS de Bogotá.
Marta enseñó su identificación.
Argos y Rafael se alarmaron y se pusieron en alerta.
—¿En qué le puedo servir?
—Estoy investigando a todos los pasajeros que llegaron el día 22 de diciembre por la tarde al aeropuerto de esta ciudad ¿Se encuentran aquí el Ingeniero Marco Velástegui y familia?
—Sí. Siga por favor.
Marta entró en la casa.
El operativo del aeropuerto fue un fracaso ya que no se produjo el contrabando de drogas que esperaban que ocurra debido a que al día siguiente los narcotraficantes decidieron entregarse.
Marta utilizó el fracaso del operativo como excusa para visitar la casa de la familia de Rodrigo Velástegui.
—Sólo deseo hablar con la familia del Ingeniero Velástegui.
El resto de la familia salió de la sala. Rafael decidió quedarse junto a Mina.
Todos tomaron asiento y Marta inició un interrogatorio que pretendía “hallar” al “informante” que “advirtió” a los narcotraficantes que la policía estaba en el aeropuerto. Mientras conversaban pudo ver que para Mina ella era una total desconocida. Pudo percibir que para Mina era como si se tratara de la primera vez que la veía.
Al finalizar la “visita”, Marta se puso de pie y dijo—: Gracias por su colaboración y disculpen la molestia.
—No fue molestia capitana —dijo Mina—. Siempre es correcto colaborar con los representantes de la ley y la justicia.
—De nuevo, gracias.
Marta se retiró dejando muchas interrogantes en todos. Sólo Rafael y Argos sabían lo que pasaba.
Marta regresó a su oficina y al ver hacia su escritorio dijo—: Hola Argos.
—Hola capitana Gutiérrez.
—Has venido aquí en balde. He visto con mis propios ojos que la niña que me conoció, que fue mi hermana menor, ya no existe. En aquella casa vi a una joven que no me conoce, que ni siquiera ha escuchado hablar de mí.
Sus ojos se humedecieron.
—¿Qué piensas hacer?
—Lo único que puedo hacer. Olvidarme de ella, para siempre.
—Es una resolución muy dolorosa, pero es la mejor.
—Vete por favor.
Argos salió de la oficina.
“Así que Mina era la chica de la cual estabas enamorado cuando estuviste conmigo, Rafael. Hacen linda pareja, les deseo lo mejor.” pensó Marta.
Al día siguiente la familia Velástegui Duarte y Rafael regresaban a Quito.
Pasaron pocos meses y terminaba el semestre en las universidades.
—¿Ves lo que te ocurre por andar de enamorado? —dijo Mina con una sonrisa burlona en los labios— ¡Te jalaste el semestre y tus padres te pusieron a trabajar en las vacaciones!
—Tienes razón, pero me gusta. Este trabajo me va a servir como parte de las prácticas que debo cumplir para graduarme ya que debo aplicar lo que estoy estudiando en la universidad. –manifestó Rafael.
—Lástima que no nos hemos visto mucho en la semana que has estado trabajando.
—No te pongas triste ¿Te gustaría ir mañana al cine conmigo? En los cines del CCI están dando la película que tú querías ver.
—¿A qué hora pasas por mí?
—Mejor nos encontramos en la entrada del cine las 17H00.
—Bueno.
—Entonces tenemos una cita, Srta. Velástegui.
—Así es, Sr. Arias.
—Entonces voy a llamar a reservar las entradas.
—De acuerdo mi amor. Nos vemos mañana en el cine.
Mina llegó un poco antes de la hora acordada y se sentó en una banca frente a los cines para esperar a su pareja.
Un joven flaco, blanco, de cabello rubio que usaba lentes se acercó a las pancartas que anunciaban las películas de los cines.
Ella fijó su mirada en él y no pudo evitar pensar: “Es extraño. Nunca antes te he visto pero, creo que te conozco de alguna parte.”
Él la regresó a ver.
“Tiene unos lindos ojos verdes detrás de esos lentes.” pensó ella.
Después de mantener contacto visual por algunos minutos, ella pensó: “Este chico me ha visto de pies a cabeza. Es como todos los hombres, le fascinó mis piernas. Afortunadamente la falda que estoy usando no es muy corta. Debe estar ganando valor para acercarse y hacerme la conversa.”
Después de unos momentos, ella pensó: “Ya está listo. Va a preguntarme si puede sentarse a lado mío. Creo que voy a decir que sí porque parece ser un buen chico.”
El chico se acercó a ella y preguntó—: ¿Puedo sentarme?
—Claro.
El chico se sentó en la misma banca que estaba ella.
“Va a mantenerse en silencio unos momentos para pensar como iniciar la conversación conmigo.”
Después de unos momentos de silencio, ella pensó: “Ya está listo. Va a preguntarme si voy al cine.”
—¿Va al cine? —preguntó el chico.
—Sí. Estoy esperando a mi novio.
—En estos cines las películas se ven en forma excepcional. El audio y la imagen son excelentes.
—No hace falta que me lo diga porque soy una asidua de estos cines.
—Yo he venido una que otra vez porque es un poco caro.
—¿En serio?
—Sí, la entrada vale el doble que la de los cines normales.
—¡¿Tanto así?!
—Así es.
“Él está pensando que generalmente me han invitado, tiene razón en eso, pero sí sé que la entrada es cara y, algunos de los cines que menciona han cerrado y se han convertido en iglesias o restaurantes. Por algo será.” pensó Mina.
—¡Que película van a ver?
Mina mencionó el nombre de la mejor película de la temporada.
El chico dirigió la mirada hacia la gente que hacía fila frente a las ventanillas y dijo—: Tal vez la mayor parte de la gente que está haciendo fila quiera ver esa misma película —la regreso ver— Tal vez ya no haya entradas para la función que iniciará en pocos minutos.
—Tal vez así sea.
El chico extendió su brazo derecho hacia ella y dijo—: Permita que me presente. Mi nombre es François Andrés Fernández Vásquez. Estudio en la Escuela Politécnica Nacional.
Estrecharon las manos y ella dijo—: Mi nombre es Mina Valeria Velástegui Duarte. Estudio en el colegio 24 de mayo.
—¿Eres del sur del continente?
—No, soy colombiana ¿Por qué?
—Por nada.
“Mentira. Estás pensando que tengo lindas piernas por ser colombiana.” pensó ella.
—¿Seguro que por nada? —preguntó Mina en tono inquisidor.
—Creía que eras de Argentina porque en ese país a las chicas lindas se las llama minas.
“Es inteligente. Prefirió decirme que soy linda a quedarse callado o decirme la bobada que inicialmente pensó.” pensó Mina y dijo—: ¿Acabas de entrar a la Politécnica?
—No. Estoy estudiando en la poli un año y medio.
—Es increíble. Tú pareces incluso menor a mí. En agosto cumplí diecisiete años.
—Siempre dicen que aparento menos edad a la que tengo.
—¿Qué edad tienes?
—En mayo cumplo veinte y un años.
—¡Tanto!
—¡No soy viejo!
—Lo sé ¿Conoces en la poli a un chico llamado Julio Pico?
—Sí, él es mi mejor amigo.
—Me lo imaginaba, tienen estilos similares para acercarse a las chicas.
—¿Y él te cae bien?
—Es un poco loco pero me cae bien.
—¿Y yo... también… te caigo bien... aunque sea… un poquito?
—Digamos que sí.
Los ojos de Mina miraron hacia otra dirección y brillaron.
Andrés dirigió su vista hacia donde estaba ella mirando y vio a un chico pelirrojo de ojos pardos, vestido con camiseta blanca manchada con un poco de grasa, blue jean y, con botas que aparentaban tener punta de acero caminar hacia ellos.
—Él es mi novio. Se llama Rafael.
—Parece mayor a mí.
—Sí. Tiene veinte y tres años.
Cuando Rafael estaba a lado de ellos, Mina se levantó, lo besó en la boca y, dijo—: Hola Rafael.
—Discúlpame, Mina, por llegar un poco tarde. No podía salir sin terminar la tarea que me encargaron. También discúlpame por venir con mi ropa de trabajo. No tuve tiempo ni siquiera de cambiarme de ropa.
—No hay problema, te entiendo y, te queda bien tu ropa de trabajo —dirigió su mirada hacia Andrés—. Mi nuevo amigo me hizo compañía.
Andrés se puso de pie, y extendió su mano derecha hacia Rafael y dijo con una sonrisa amable—: Me llamo Andrés Fernández.
—Soy Rafael Arias.
Estrecharon las manos.
Mina vio su reloj y dijo—: Lamento interrumpir, pero la película comienza dentro de cinco minutos.
—Antes de despedirnos, ¿Mina, puedo hacerte una pregunta? —preguntó Andrés.
—Sí puedo tomarme un minuto o dos.
—¿Por qué hablas como quiteña si el dialecto colombiano es tan chévere y característico?
Mina no sabía cómo responder. Se había borrado de su memoria lo que le motivó a abandonar su dialecto natal.
Rafael sabía la confusión que aquella pregunta debía haber causado a Mina.
—Porque le gusta hablar como nosotros. —respondió él.
—Bueno –dijo Andrés insatisfecho con la respuesta—. Fue un placer conocerlos.
—Igualmente. —dijeron Rafael y Mina.
Ambos fueron a la ventanilla para comprar las entradas y Andrés siguió con su paseo.
“Los chicos que eran los Light Troopers se están conociendo. Tal vez vuelvan a ser amigos.” pensó Rafael mientras pagaba por las entradas.
Mientras él estaba en la ventanilla en la cual se entregan las reservaciones, ella seguía a Andrés con la mirada.
Rafael se percató de lo que su amada hacia y pregunto—: ¿Qué ocurre?
—Ese chico piensa que estamos comprando recién las entradas.
—¿Cómo sabes lo que él está pensando?
—No te lo sabría explicar. Es como si podría leerle la mente —ella guardó silencio unos momentos—. Es extraño. La única persona a la cual puedo leerle la mente es ese chico — regresó a ver a su amado—. Ni siquiera a ti, que te amo tanto, puedo leerte la mente ¿Por qué será?
—No te preocupes por eso. Tal vez lo que piensa se le refleja en el rostro.
—Tal vez tengas razón. Ya entremos. Debe estar por comenzar la película.
—¡Vamos!
Ambos empezaron a correr hacia la sala en la cual iban a exhibir la película que querían ver.
“Yo podía saber qué pensaba ese chico sin necesidad de verle el rostro ¿Por qué será?” pensó Mina mientras veía la película.
“Argos debe saber la razón por la cual Mina puede leer la mente de Andrés. Debo pedirle que me la diga.” pensó Rafael mientras veía la película.
Al terminar la película, tomaron un taxi para ir a la casa de ella.
—¿Quieres pasar un rato? —preguntó Mina cuando estaban frente a la puerta de la casa.
—Encantado.
—Te advierto que mis padres deben estar en casa.
Mina abrió la puerta de la casa y gritó—: ¡Mamá, papá, ya llegamos!
La señora Viviana salió de la cocina y el señor Marco bajó por las escaleras.
—Buenas noches, señora Viviana, señor Marco. —dijo Rafael.
—Buenas noches Rafael —dijo el señor Marco, fijó su mirada en la ropa que llevaba Rafael— ¿Traes puesto tu ropa de trabajo?
—Sí, señor. No tuve tiempo de cambiarme de ropa antes de salir del trabajo. No podía irme sin terminar la tarea que me habían asignado.
—¿La terminaste al apuro o bien?
—La terminé bien, señor Marco.
—¿Cómo te portaste con mi hija?
—Usted sabe que la amo mucho, señor Marco.
—Mina, ¿te molestó que él vaya a verte con su ropa de trabajo manchada con un poco de grasa?
—¡Para nada, papá! ¡¿Por qué me preguntas eso?!
—Lo mismo te pregunto Marco ¿Cuál es el sentido de este interrogatorio? –preguntó la señora Viviana.
—Quería comprobar si Rafael había vuelto a ser un chico responsable que podía trabajar a la vez que es el enamorado de nuestra hija —el señor dirigió su mirada a Rafael—. No es un secreto para tus padres ni para nosotros, tal vez ni para ti ni para Mina, que abandonaste tu carrera en Colombia y regresaste al país para estar cerca de nuestra hija y que perdiste este semestre por estar de enamorado de ella. Aquello ocasionó grandes gastos a tus padres. Tú bien sabes lo caras que son las matrículas en la ESPE. Por eso tus padres te pidieron que trabajaras durante estas vacaciones para darte una lección de responsabilidad.
—He aprendido la lección, señor Marco. Estoy dando todo mi esfuerzo en mi trabajo para aprender todo lo que me pueda ayudar en mi carrera profesional.
—Me parece bien que estés actuando así. También me agrada que puedas brindar tiempo de calidad a “la niña de mis ojos”.
—¡Ay, papá! —reclamó Mina un tanto apenada.
—Marco, deja que los muchachos se sienten en la sala y descansen un poco. —dijo la señora Viviana.
Los cuatro se sentaron en la sala.
—¿Qué tal estuvo la película? —preguntó la señora Viviana.
—Estuvo excelente. Creo que va a ser la mejor película de este año. —respondió Mina.
—¿Nos pueden hablar de la película?
Mina y Rafael narraron la película con lujo de detalles.
—Veo que se dedicaron a ver la película y no a otra cosa.
—¡Ay, mamá!
—Rafael, he notado que has estado un tanto inquieto ¿Acaso te sentiste incómodo con lo que conversamos?
—No, señor Marco. Lo que pasa es que me extraña que Argos no se encuentre por aquí.
—Él debe estar dormido en mi cuarto. —dijo Mina.
Se puso de pie, caminó hacia las escaleras y dijo en voz alta—: Argos, baja. Te están buscando.
—Él no va a entender lo que le dijiste. —dijo la señora Viviana.
—No, pero va a reconocer mi voz y va a bajar a verme.
El gato estaba somnoliento acurrucado en la cama de Mina cuando escuchó la voz de su ama.
“¿A qué hora llegó Mina a casa? ¡¿Quién estará buscándome?!” pensó Argos y se bajó de la cama.
Cuando Argos llegó a la sala, Mina dijo sonriente—: Ya ven, Argos escuchó mi voz y bajó. No debía entenderme.
“Claro, no entiendo lo que dices.” pensó Argos, y empezó a lamerse su pata delantera derecha y a restregársela por la cara.
—Argos, Rafael te está buscando. —dijo Mina manteniendo su sonrisa.
El gato se mantuvo imperturbable en su tarea de acicalarse.
—Argos es inteligente pero, tal vez entienda una que otra palabra y no una frase completa. —opinó la señora Viviana.
El gato no se inmutaba.
Mina, manteniendo su sonrisa, se agachó hacia Argos y señalando con su mano derecha a Rafael dijo—: Rafael, él se llama Rafael.
El gato seguía sentado lamiéndose la pata derecha y restregándosela en la cara.
“Si no hago algo, no voy a poder hablar con Argos.” pensó Rafael.
Él se levantó, caminó hacia el gato y dijo—: Hola Argos, gatito bonito. —mientras lo levantaba del suelo.
—Te espero en mi casa lo más rápido que puedas. —murmuró Rafael al oído de Argos mientras lo besaba en la cabeza.
—¡No sabía que quisieras tanto a mi gato! —dijo sorprendida Mina.
Rafael fue a sentarse de nuevo en la sala llevando a Argos en brazos. Mina también se sentó de nuevo en la sala.
Los cuatro volvieron a conversar un rato más.
—Rafael, ¿te gustaría cenar con nosotros? —preguntó la señora Viviana.
—¡¿Qué hora es?! —preguntó él mientras miraba su reloj de muñeca— ¡Ya es muy tarde! ¡Debí estar en mi casa hace como una hora! Ya tengo que irme.
—¿No vas a cenar con nosotros? —preguntó Mina.
—Me encantaría pero, a mi madre le molesta que coma fuera de casa sin avisarle. Por favor, discúlpenme.
—Claro Rafael, no hay problema. Tú sabes que eres bienvenido.
—Muchas gracias, señora Viviana.
Rafael se despidió de todos y salió de la casa.
Al cabo de una hora, Argos se escabullía en la habitación de Rafael.
—¿Para qué querías verme, Rafael?
—Hoy Mina se encontró casualmente con Andrés en el CCI.
—Me parece bien ¿Cuál es el problema?
—El problema es que ella puede leer la mente de él.
—Ah, ya veo. Devolvieron ese poder a Mina. —dijo Argos en tono meditativo.
—¿El poder de leer la mente? ¡¿Por qué puede leer solamente la mente de Andrés?!
—¿Crees en la reencarnación?
—¿Qué tiene que ver eso con el poder de Mina?
—¿Crees o no crees en la reencarnación? De eso depende que entiendas lo que te voy a contar.
—Bueno… Sí creo en la reencarnación.
—De acuerdo.
Argos contó la historia de los Ángeles de Luz del Reino de Luz, haciendo énfasis en el entrenamiento especial que tuvieron los Ángeles Violeta y Rojo.
—Ya entiendo. —dijo Rafael.
—¿Ves? No hay ninguna razón para que te sientas celoso.
—¡Yo no estoy celoso!
—Sí, como no —dijo Argos en tono sarcástico—. Lo único que ha habido y habrá entre Mina y Andrés es amor fraternal.
—¿Amor de hermanos?
—Exactamente. Los dos siempre se han querido como hermanos. –mintió.
—¿Alguna vez lo fueron?
—Nunca han sido hijos del mismo padre y madre pero, siempre ella ha sido la hermana que él siempre quiso y él ha sido el hermano que ella siempre quiso.
—Bueno Argos, muchas gracias.
—De nada, Rafael.
Argos saltó a la ventana de la habitación de Rafael, y antes de saltar a la calle dijo—: Así que, no temas que se vayan a enamorar si se vuelven a ver.
Pocos días más tarde sonaba el teléfono en casa de Mina. La madre de ella contestaba la llamada.
—¡Mina, es para ti! —dijo la señora Viviana.
—¡Ya bajo, Mamá!
Mina bajó como una exhalación las escaleras. Argos corría tras ella.
—Tranquila, hija. No es Rafael, ni Soledad, ni tampoco Katya ni tus amigas del colegio.
—¿Es de nuevo ese policía loco?
La señora Viviana sonrió y dijo—: No, es un chico que se llama Andrés Fernández.
Mina se sorprendió.
La señora Viviana entregó el auricular a su hija y añadió—: Procura bajar más despacio las gradas. Un día de estos te vas a caer.
—Está bien mamá.
La señora Viviana fue a la sala.
—¿Aló? —dijo Mina.
—Hola Valeria. Soy Andrés.
—¿El chico del cine?
—El mismo.
—¿Cómo obtuviste mi teléfono?
—¿Recuerdas que me contaste que tenemos un amigo en común?
—¿Julio te dio mi número telefónico?
—Sí.
—¡Este Julio! Bueno ¿Qué te cuentas?
—Quería saber que tal estuvo la película.
—Estuvo muy buena. Excelente historia, actuaciones magistrales y, ni que hablar de los efectos especiales. Tal vez gane el Oscar a la mejor película de este año.
—Creo que me voy a animar a verla.
—¿Vas a ir con tu novia?
—Sí. Cuando ella regrese de su tierra, Tulcán.
—Te aseguro que no te vas a arrepentir. Bueno amigo, me despido.
—No cuelgues todavía, por favor.
—¿Por?
—Porque me gustaría invitarte a comer algo, tal vez una hamburguesa.
“Este muchacho es la segunda versión de Julio.” pensó ella.
—Sería un gran honor salir con la colombiana más linda que conozco.
—¿Has conocido a otras colombianas?
—No, pero creo que no serían tan lindas como tú.
Mina sonrió y sacudió la cabeza.
“Este muchacho es más atrevido que Julio.” pensó ella.
—Está bien ¿Dónde nos encontramos?
—¿Qué te parece si nos encontramos mañana a las 16H00 en el patio de comidas del CCI?
—De acuerdo.
—Entonces, ¿nos vemos mañana?
—Claro, chao.
—Chao.
Mina colgó el teléfono y fue a su cuarto.
Argos pensó: “Tal como lo dijo la sacerdotisa Clarity, los muchachos que eran los Light Troopers se están conociendo y serán amigos.”
Él fue al cuarto de Mina.
—Gatito lindo, ese Andrés es un atrevido. Sabe que tengo novio y aun así me invita a salir, quién sabe con qué intenciones, sin importarle su novia. Incluso usó mi segundo nombre ¡Tal vez se le ocurra llamarme Vale! ¡¡A mí no me gusta que me llamen Vale!! ¿Qué querrá? ¿Conquistarme o ganarse mi amistad? Creo que me conviene no volverlo a ver, así que lo voy a dejar plantado.
Argos empezó a maullar y a saltar como loco.
—¿Qué pasa Argos? ¿Entendiste lo que te dije?
El gato maulló con más fuerza.
—Sé que está mal dejar plantado a alguien, debí haberme negado desde un principio, pero creo que es lo mejor para mí. Si Julio intentó abrazarme, ese Andrés intenta algo más.
El gato no dejaba de maullar y saltar.
—Tranquilo Argos. Vas a hacer que venga mamá a ver qué pasa.
El gato continuaba con sus maullidos y brincos.
—Está bien, está bien, no voy a dejar plantado a Andrés.
Argos se tranquilizó, se acurrucó a los pies de la cama de Mina y empezó a ronronear. Ella lo miraba sorprendida.
—Eres un gato muy inteligente, entendiste todo lo que te dije. Solo te falta hablar.
Al día siguiente, a la hora y lugar convenidos, Andrés se encontraba con Mina.
—Hola Valeria. –dijo él mientras la saludaba con un beso en la mejilla.
—Hola François. —respondió ella.
—Sé que te llaman por tu primer nombre pero, ¿puedo llamarte por tu segundo nombre? Me parece muy lindo.
Mina sonrió y dijo—: Está bien. Si me dejas usar tu primer nombre.
—¿No te parece difícil pronunciarlo?
—No.
—Está bien, usa mi primer nombre.
Tomaron asiento en una de las mesas del patio de comidas.
—Primero que nada, quiero pedirte disculpas por ser tan lanzado; mejor dicho, por ser tan atrevido.
—Decir eso habla bien de ti.
—Gracias, pero algo motivó mi proceder.
—¿Qué?
—La impresión que me causaste.
Mina sonrió y dijo—: ¿La impresión fue buena o mala?
—Fue buena, tan buena que no quería perder la oportunidad de conocerte.
—¿Para ser amigos?
—Sí.
Andrés se levantó e hizo la orden: Dos menús completos (hamburguesa doble, cola, papas fritas y ensalada)
Mientras conversaban, Mina pensaba: “Él va a tratar de conquistarme. Él mismo se sorprende que quiera hacerlo. Creo que hace algún tiempo, tal vez cuando estaba en el colegio, era un chico muy tímido ¿Cómo un chico tan tímido puede convertirse en un conquistador tan audaz? Tal vez ni él mismo siquiera lo sepa.”
Conversaron por dos horas.
—Bueno, François. Creo que es hora de despedirnos. —dijo Mina.
—¿Tan pronto, Valeria? —dijo Andrés tristemente.
—Ya está oscureciendo, amigo mío.
—Tienes razón –dijo él y se puso de pie— ¿Puedo acompañarte?
—¿Hasta la parada de bus?
—Sí.
—Bueno.
Salieron del centro comercial y al llegar a la parada de bus él la miró fijamente.
—¿Qué? —preguntó ella.
—La luz del ocaso te hacer ver divinamente hermosa.
—Gracias.
—Tus labios brillan con un tono seductor. Parecen ser tan dulces como las flores que atraen a las abejas.
“Ya se lanzó. Quiere besarme en mis labios en nuestra primera cita. Voy a ver cómo reacciona al decirle que sé lo que quiere.” pensó Mina.
—¿Quieres besarme en la boca?
Aquella pregunta sorprendió y enmudeció a Andrés.
“Te quedaste en blanco. No te imaginaste que te iba a preguntar eso.” pensó ella.
—¿Quieres o no quieres besarme?
—Sí.
—Está bien. Voy a dejar que me beses.
Andrés la rodeó delicadamente con sus brazos y la pegó suavemente a su cuerpo.
“Veamos si puedes lograrlo.” pensó ella.
Mina también lo rodeó con sus brazos, cerró los ojos y abrió ligeramente la boca. Ella se iba a dejar besar.
Él cerró sus ojos y empezó a acercar sus labios a los de ella; pero justo antes de unirlos, se congeló.
“Como me imaginé, no puedes besarme.” pensó ella.
—¿No querías besarme?
Andrés abrió los ojos y dijo—: No puedo.
Ella dejó de abrazarlo, se alejó dos o tres pasos y dijo—: ¿Sabes por qué no pudiste?
—¡¿Por qué perdí mi estilo?! —preguntó él decepcionado de sí mismo.
—No, porque estás enamorado de la mujer que mencionaste mucho hoy.
—¿Lorena?
—Sí, tu enamorada. Todo el amor, toda la pasión, que puedes sentir entregas a ella. Sabes que el beso que nos hubiésemos dado, sería carente del amor, de la pasión, que sientes cuando besas la boca de Lorena. Sabes que hubiese sido un beso bastante frío.
—¿Cómo besar en la boca a una hermana?
—Más o menos.
—Discúlpame por intentar besarte.
—No hay problema. Ahí viene mi bus.
Ella estiró su brazo derecho y el bus se detuvo.
—Fue un placer salir contigo. —dijo ella y le dio un beso en la mejilla. Fue hacia el bus y justo antes de subirse, exclamó—: ¡Llámame!
Al llegar a casa, ella se encontró con su madre.
—¿Cómo te fue con tu cita?
—Bien.
—¿Te seguirás viendo con tu nuevo amigo?
—A pesar que intentó besarme en la boca, sí.
—¡¿Intentó besarte en la boca?!
—Solo lo intentó, pero no lo logró.
—¡¿Le pegaste?!
—No, se arrepintió.
—¿Por qué?
—Porque está enamorado de otra chica.
—¡¿En serio?!
—Sí, mamá. Si me disculpas, voy a mi cuarto a ponerme mi pijama.
Mina subió las escaleras.
Al entrar en su cuarto encontró a Argos sobre la cama de ella. Mina se recostó a lado de él y empezó a acariciarlo.
—No te equivocaste al obligarme a salir con François. Resultó ser un buen chico, pero un poco loco. Me cayó bien, a pesar que intentó besarme en la boca.
Argos casi dice—: ¡¿Qué!? —pero se contuvo y soltó un gruñido gutural.
—No te alarmes, precioso. No pudo besarme. Se arrepintió ya que está enamorado de su Lorena —miró al techo y colocó sus manos tras de su cabeza—. El pobre está enamorado hasta las patas de una chica de provincia que tiene que dejarlo solo cuando va a visitar a su familia —vio a su gato—. Voy a seguir viendo a François, quiero que sea mi amigo —volvió a ver al techo y sonrió—. Voy a tener cuatro amigos que estudian en la Politécnica: Soledad, François, Camilo y Julio. Tal vez sean cinco. Voy pedir a François que me presente a su enamorada y le voy a preguntar a ella que tal besa él —rio—. Me da un poco de curiosidad.
“Cuatro Light Trooper van a volver a ser amigos. Eso me alegra mucho.” pensó Argos.
Argos también conocía el primer nombre de Andrés.
Pocos días después, Rafael tocaba el timbre en casa de Mina. Ella abrió la puerta y, al verlo lo abrazó y le dio un tierno beso en la boca.
—Hola mi amor. —dijo ella.
—Hola mi preciosa.
—¿Quieres pasar?
—No, tengo que irme enseguida.
—¿Por qué?
—Porque solamente venía a decirte que me voy.
—¡¿A dónde?! ¡¿Por cuánto tiempo?! ¡¿Cuándo te vas?! —preguntó Mina. Su tono de voz reflejaba una pregunta no dicha—: ¡¿Y nosotros?!
—¡La empresa en la cual estoy haciendo prácticas va a instalar veinte calderos de última tecnología en varias empresas de Guayaquil y me han tomado en cuenta para dicha tarea! —respondió Rafael bastante emocionado.
—Vas a aprender mucho en ese viaje. Me alegro por ti. —dijo Mina con una hermosa sonrisa en sus labios que reflejaba su sentir.
—El trabajo va a durar un mes y me voy mañana.
—¡Un mes! ¡Es mucho! No sólo lo digo por nosotros. También vas a perder dos semanas de clases del próximo semestre.
—La empresa en la cual hago prácticas me está ayudando a conseguir el permiso de mi universidad y, un amigo va grabar las clases en una grabadora digital para mandármelas por e-mail todos los días. También va a escanear sus cuadernos y mandármelos por igual medio.
—Si me hubieses avisado con tiempo, hubiera tenido tiempo para hacerme al dolor de no verte un mes.
—Apenas ayer los directivos de la empresa aceptaron enviarme a Guayaquil. El problema era económico. Al final decidieron pagarme la misma comisión que van a pagar a los técnicos que van a instalar los calderos. Además, sí nos vamos a poder ver todos los días.
—¡¿Cómo?! —preguntó Mina entre sorprendida e incrédula.
—A través del Internet podemos conversar y vernos a través de web cams conectadas a las PC.
—¡¿Me acompañas a comprar una web cam?!
—Encantado.
—Por favor, espérame un ratito, voy a avisar que voy a salir.
Ella entró en la casa y al cabo de unos minutos salió nuevamente.
—¿Lista?
—Lista.
Caminaron abrazados hacia la parada de bus.
Pasó una semana.
—Mina, te buscan. —dijo la señora Viviana.
La chica estaba sentada frente a su escritorio haciendo sus deberes.
—Ya bajo, mamá.
Ella se levantó de su silla.
“¿Quién será? Soledad sigue deprimida por haberse jalado dos materias, Camilo debe seguir en Galápagos, François siempre llama antes de venir, me visitó ayer el loco de Julio, Katya se fue de segunda luna de miel con su esposo y no quedé en nada con las chicas del cole.” pensó mientras bajaba las gradas.
Llegó al primer piso de su casa y sonrió gratamente al ver a la persona que estaba sentada en la sala frente a su madre.
—Clemente, Clemente Espinoza ¡Qué sorpresa! —dijo Mina mientras sonreía.
Él se puso de pie, dio un beso en la mejilla derecha de Mina y, dijo—: Hola Mina.
—Muchachos, tomen asiento. Los dejo para que puedan conversar tranquilamente. —dijo la señora Viviana y subió al segundo piso.
Clemente y Mina tomaron de nuevo asiento.
—Es un placer verte de nuevo. Es más, ¡pensé que nunca volvería a verte! —dijo Mina.
—Tienes razón. Sólo hemos hablado por teléfono durante dos años y medio. Me hubiese gustado verte pero siempre has estado ocupada, tan ocupada como V Trooper.
—¿V Trooper?
—Violet Trooper.
—¿Me estás hablando de la serie de dibujos animados?
—¡Yo la vi con mis propios ojos en la playa, en Tonsupa! Como coincidió con la temporada que estabas en Tonsupa, pensé que ella eras tú.
Mina empezó a reír y dijo—: Estás loco Clemente. Para mí ella es un personaje de dibujos animados porque nunca la he visto.
—Bueno. Las veces que he venido a Quito te he buscado y no te he encontrado.
—Al fin coincidimos esta vez.
—Aprovechando que voy a pasar una semana de vacaciones aquí en Quito vine a visitarte.
—Es un buen cambio de ambiente pasar del calor húmedo que debe haber en la Universidad de Guayaquil al frío seco de Quito.
—Siempre me gusta visitar Quito, aunque sea una vez al año, durante mis vacaciones semestrales. Te cuento que me falta un año para terminar mi carrera de Doctor en Medicina.
—¡Felicitaciones! Me imagino que te tocará hacer la rural y luego especializarte.
—Exactamente y pienso especializarme en Neurocirugía.
—Espero que todas tus metas se cumplan.
—Muchas gracias.
—Me imagino que cuando te gradúes dejarás de trabajar como salvavidas en Tonsupa durante la temporada alta de la sierra.
—Mientras tenga fuerzas seguiré siendo salvavidas ¡No sabes lo gratificante que es salvar vidas en el mar!
—Me imagino, amigo, me imagino.
—Quiero proponerte una cosa.
—Espero que no sea nada indecoroso. —dijo Mina sonriendo.
—Para nada, amiga. Me gustaría pasar contigo mi semana de vacaciones.
Mina guardó silencio.
—Sería el tiempo que tú digas. Sé que tienes clases por la mañana y debes dedicarte a estudiar con ahínco por las tardes para sacar unas buenas notas.
—Puedo dedicar las tardes de esta semana a salir contigo pero, con una condición.
—¿Cuál será?
—Que no te vayas a enamorar de mí ni trates de que me enamore de ti. —dijo Mina en son de broma.
—No hace falta que me lo digas, Mina. Sé que el único hombre en tu vida es Rafael.
—Entonces, podemos salir desde hoy.
Clemente se puso de pie y dijo—: Vamos a dar una vuelta.
—Voy a pedir permiso a mamá.
Mina subió al segundo piso.
Al poco rato, Mina bajó y dijo—: Lista.
Los dos salieron.
Desde aquel día empezaron a recorrer museos, iglesias y, otros lugares turísticos.
Con cada día que pasaba, Mina empezaba a sentir por Clemente algo más que amistad.
Aquel sentimiento la confundía. Sabía que amaba a Rafael y creía que no podría fijarse en nadie más, especialmente en alguien tan mayor como Clemente quien tenía veinte y seis años de edad. Mina llegó a deducir que aquel sentimiento era causado por la tristeza y soledad que sentía debido a la ausencia de Rafael.
A pesar de conocer realmente las razones de aquel sentimiento y luchar contra él, éste creció hasta tal punto que llegó a afectar su forma de ser.
Mientras Rafael y Mina conversaban a través del Internet en el cuarto día de aquella semana, él notó que algo extraño le pasaba a ella.
—¿Te pasa algo? —preguntó él.
—No… nada ¿Por qué? —respondió ella demostrando un poco de ansiedad.
—Te noto como preocupada, distraída.
—Yo me siento bien.
—Dime, qué te pasa. Tú y yo somos uno. Si tú estás distraída o preocupada, yo también lo estoy.
—Estoy preocupada por el examen de algebra que di hoy. No creo que me fue bien. —mintió.
—No te preocupes tanto por eso, Mina. Tú eres una chica inteligente.
Mina sonrió y dijo—: Muchas gracias.
La conversación se prolongó por una hora más.
Al día siguiente Mina estaba en un restaurante con Clemente. Estaban sentados uno junto al otro en una pequeña mesa cuadrada.
Estaban comiendo y conversando tranquilamente hasta que Clemente puso su mano izquierda sobre la derecha de ella.
La sorpresa que sintió Mina se reflejó en su rostro.
—No pude evitar enamorarme de ti, Mina. No pude evitar enamorarme de tu madurez, tu forma de pensar, tu belleza.
Mina estaba estupefacta. Luchaba con todas sus fuerzas contra aquel sentimiento que la lanzaba a los brazos de Clemente.
—Te amo, Mina. Yo no quiero nada que no me quieras dar. Yo no soy como mi amigo Juan Pérez, es más, él ya no es como era antes. Él se casó con la chica que le dio un hijo.
Mina se mantenía en silencio.
Clemente empezó a acercarse hacia ella.
Ella no necesitaba leerle la mente para darse cuenta de lo que él quería. Era obvio para Mina que Clemente quería besarla, besarla en sus labios.
El “amor” que sentía por aquel buen hombre de nobles sentimientos la había mantenido en una lucha interna que la había paralizado, hasta que el gran amor que sentía por Rafael se impuso finalmente.
Justo cuando sus labios estuvieron a punto de rozarse, Mina dijo—: Clemente, no, por favor, no.
Él se alejó y retiró su mano que estaba sobre la de ella.
—Mina, lo siento.
Ella se puso de pie y recogió su chompa que estaba colgada del respaldo de su silla.
—¡Por favor, no te vayas!
—Debo hacerlo.
—¡¿Por qué?!
—Mi mente, mi corazón y, mi cuerpo le pertenecen a Rafael al igual que su mente, su corazón y, su cuerpo me pertenecen. Soy suya al igual que él es mío. No puedo permitir que el cariño que siento por ti me lleve a hacer algo de lo cual me arrepentiré por toda mi vida.
Mina dio media vuelta y empezó a caminar. Clemente alcanzó a sujetarle la mano derecha.
—Por favor, déjame ir. —pidió Mina.
—Te dejo ir si me respondes, ¿volveré a verte?
—No… no lo sé. Por favor, déjame ir.
Clemente soltó la mano de Mina y ella se lanzó hacia la salida.
Al llegar a su casa prendió la computadora, se conectó a Internet y empezó a buscar a Rafael.
Al cabo de cinco minutos de búsqueda infructuosa, dijo desesperadamente—: ¡¿Dónde estás Rafael?! ¿¡Por qué aún no te has conectado?!
Ella vio su reloj y exclamó—: ¡Recién son las ocho de la noche! Aún falta una hora para que Rafael se conecte.
Ellos se encontraban en la red a las 21H00.
Al fin llegó la hora que Mina esperaba tan ansiosamente. La imagen de Rafael apareció en el monitor de su computadora.
Mina no pudo evitar que lagrimas broten de sus ojos.
—Mina, ¡¿qué te ocurre?! —preguntó preocupado Rafael.
—No… no pasa nada malo. Sólo estoy muy feliz de verte.
Rafael sonrió y dijo—: Yo también te extraño mucho, mi vida.
—Quiero decirte que te amo, te amo, te amo. Eres el hombre de mi vida, el único para mí. Eres el dueño y señor de mi corazón. Solo tú puedes estar dentro de él. Te entregué mi primera vez y quiero que tú seas el único que entre en mí. —dijo Mina sin poder controlar los ríos de lágrimas que cruzaban a raudales sus mejillas.
Él no pudo evitar que lagrimas también broten de sus ojos.
—Me duele mucho verte así ¡No debí haberte dejado sola tanto tiempo! ¡No debí haber aceptado viajar a Guayaquil! ¡Nunca más volveré a dejarte sola!
—No, Rafael, no digas eso.
—¡Tú eres lo más importante para mí!
Mina logró controlarse, secó sus lágrimas con el dorso de sus manos y dijo—: El viaje te benefició mucho porque has aprendido muchas cosas importantes, te permitió ganar experiencia y sobre todo, has dejado una buena imagen en los trabajadores de la empresa en la que estás haciendo prácticas. Además, si en el trabajo que tengas después de graduarte te piden que viajes, debes hacerlo.
—Entonces, ¿por qué estabas tan triste? —preguntó Rafael un poco más sereno.
—No lo sé. Porque estoy en mis días.
Después de guardar silencio por unos momentos, Rafael dijo—: No estás en tus días. Estás en los días que no podemos hacer nada de nada para evitar que quedes embarazada.
Mina no pudo evitar sonrojarse.
—¡¿Tan bien me conoces?!
—Así es, Mina. Por eso te repito, ¿por qué estabas tan triste?
—Por tonta lloré.
—Tú no eres tonta.
—Lo soy cuando lloro por sentirme sola. Soy tonta cuando lloro porque no puedo besarte ni abrazarte como quisiera. Soy tonta porque…
—Ya no te insultes más, amada mía —sonrió Rafael—. Me agrada mucho que me ames como yo te amo.
—¡Eso no tienes que dudarlo!
—Te cuento que pasado mañana ya me podrás besar y abrazar como quieres.
—¿A qué hora llegas?
—El avión llega a las cuatro de la tarde.
—Estaré esperándote en el aeropuerto.
Pasó un día y, a las 16H00 del día siguiente se detenía en la terminal nacional del Aeropuerto Mariscal Sucre el avión en el cual Rafael regresaba de Guayaquil.
Mina estaba a las afueras de la sala de llegada de la terminal nacional.
Cuando ella vio que Rafael salía de aquella sala, gritó—: ¡Rafael!, —corrió hacia él, lo abrazó y lo besó apasionadamente.
—Al fin estamos juntos, mi amor, al fin estamos juntos. —dijo Mina.
—Te he extrañado mucho, mi cielo.
Volvieron a besarse apasionadamente.
—Tu novia es tan bonita que vale la pena que le hayas sido fiel todo este tiempo. –dijo una voz en son de broma.
—Esteban, te presento a mi novia. Su nombre es Mina.
—Mucho gusto en conocerte.
—Igualmente Esteban.
—No los entretengo más. Rafael, no olvides que debes ir el lunes a recibir tus papeles para la universidad.
—Ok. Nos vemos, Esteban.
—Nos vemos.
Cuando aquel hombre se alejó algunos metros, Mina preguntó —: ¿Quién es ese señor?
—Es uno de los técnicos con los cuales viajé.
—¿Él trató que me seas infiel?
—Para nada, es un hombre de familia que hablaba con su esposa cada noche.
—Entonces, ¿por qué dijo eso?
—Porque es bromista y molestoso. Sólo quería distraernos.
—Sólo lo consiguió por poco tiempo.
Volvieron a besarse apasionadamente.
Algunos meses después Mina y Rafael conversaban en la terraza de la casa de ella, al día siguiente de la graduación de Mina.
—Fue muy buena idea invitar a tus amigos a la ceremonia de tu grado. —dijo Rafael.
—¿Te refieres a Julio, Andrés, Camilo, Lorena, Katya, Soledad y, Alejandro?
—Sí, los seis te ovacionaron como locos cuando pasaste a recoger tu título de bachiller.
Rafael la miró y añadió—: ¿Qué te ocurre mi amor?
A pesar que Mina lucía contenta, Rafael sintió que algo le preocupaba.
—Mi tío Rodrigo desapareció hace una semana en una de las zonas rurales del Valle del Cauca que estaban bajo el control de las FARC.
—¡¿Crees que la guerrilla capturó a tu tío?!
—¡Me gustaría saberlo! Mi tío es un hombre bueno que no hace mal a nadie ¡La guerrilla no tiene razón para secuestrarlo! —los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Tú sabes que siempre debemos confiar en Dios. Él no permitirá que nada le pase a tu tío. Tranquila, por favor.
—Lo intentaré ¿Me abrazas?
Él la rodeó con sus brazos.
—¡Tienes el cuello muy tenso! —dijo Rafael al tocarlo— Tienes que relajarte de alguna manera. Tienes que pensar en otra cosa.
—Acepto sugerencias.
—¿Te gustaría jugar un juego?
—Bueno.
Rafael sacó de uno de los bolsillos de su chompa un pedazo de tela negra y vendó con él los ojos de Mina.
—¿Por qué me tapas los ojos?
—Es parte del juego.
—¿En qué consiste el juego?
Rafael la besó en la boca mientras le acariciaba los senos.
—Rafael, ¡¿qué pretendes hacer?!
—Te aseguro que te va a gustar. Confía en mí.
—¡Está bien!
Mina se dejó hacer.
Rafael la besó en la boca y en el cuello mientras le acariciaba los senos y los glúteos.
Rafael empezó a levantar el saco que ella llevaba puesto.
Cuando Mina sintió que las manos de él estaban cerca de sus senos las detuvo y dijo—: ¡Espera! No quiero que los vecinos me vean desnuda.
Rafael miró a su alrededor, hacia las casas que estaban junto a la casa de Mina.
—Nadie a la vista. —dijo él.
—¿Estás seguro?
Rafael dio una vuelta por el borde de la terraza mirando más detenidamente los alrededores.
Se acercó a Mina y dijo—: No hay nadie a la vista.
—Bueno.
Mina estiró los brazos hacia arriba y Rafael le quitó el saco mientras le besaba todo lo que dejaba al descubierto.
Una vez que el saco estuvo en el suelo, Rafael se alejó unos pasos y se colocó a espaldas de Mina.
—Rafael, ¿dónde estás? —preguntó ella.
Él se acercó sigilosamente a Mina y le acarició la espalda.
Ella dio un grito mezclado con gemido.
—¡¿Qué pasó?! –preguntó él.
—Na… nada, todo es… está bien.
Rafael sonrió satisfecho.
Él acarició otra vez la espalda de Mina a lo que ella respondió con otro grito similar.
Él zafó el seguro del sostén de ella.
Él movió sus manos hacia arriba por la espalda de Mina, las dirigió hacia los hombros de ella, las metió bajo los tirantes del sostén y, las movió hacia abajo por el pecho de ella y, las detuvo encima de los senos. Con eso el sostén cayó al piso.
Cuando ella sitió que él iba a retirar las manos, dijo—: Espera ¿Estás seguro que nadie nos está viendo?
Rafael miró nuevamente a sus alrededores y dijo—: No hay nadie a la vista.
—De acuerdo.
Rafael quitó las manos, dio la vuelta alrededor de Mina y, empezó a besarle y acariciarle los senos, a lo cual ella respondió con quejidos y gemidos.
Rafael empezó a besarle hacia abajo a través de su vientre.
Cuando llegó al filo del pantalón de ella, puso sus manos sobre el botón de dicha prenda con la intención de abrirlo pero, ella puso sus manos sobre las de él y exclamó—: ¡Ya no quiero seguir jugando!
—¿Te estás relajando? ¿Te estás olvidando de tus penas?
—Sí, pero...
—Por favor Mina, sigamos con el juego.
—¡Está bien! —dijo ella no tan de acuerdo y retiró sus manos.
Él zafó el botón, bajó el cierre y, bajó poco a poco el pantalón mientras besaba las piernas de su amada.
Al llegar a los pies de ella, le quitó los zapatos y medias y, puso el pantalón a un lado.
—¡El piso está frío! —reclamó ella.
El sujetó el filo de la ropa interior de ella y la bajó hasta descubrir las partes íntimas de su amada.
Él acercó su boca hacia las partes íntimas de ella y, con su lengua le acarició la vulva.
Mina respondió gimiendo, jadeando y doblándose hacia delante.
—¿Sientes frío? —preguntó él.
—Ya no.
Él terminó de quitarle la ropa interior.
Después de pasar unos momentos de no sentir nada, Mina preguntó—: Rafael, ¿dónde estás?
—Recuéstate, por favor. —dijo Rafael.
—¿En el suelo? Me va a dar frío.
—No te preocupes. Utilicé nuestras ropas para hacer un lecho.
—¿Nuestras? ¿Estás desnudo?
Mina sintió que un objeto puntiagudo le apretó en su bajo vientre.
Ella sonrió y dijo—: Sí, estás desnudo ¿Me ayudas a recostarme?
Él le sujetó las manos y ella se recostó. Todo su cuerpo quedó amparado por el abrigo del lecho de ropa.
—Ahora comienza el verdadero juego. —dijo Rafael.
Él empezó a acariciarla y besarla en diferentes partes de su cuerpo a lo que ella respondía con gemidos y jadeos.
Él abrió las piernas de ella, se apoyó en sus manos y rodillas, se las ingenió para dirigir su pene hacia la vulva de ella y, empezó a meterlo lentamente.
—¡¿Qué me estás metiendo?! —preguntó ella.
—Lo que siempre te he metido ¿Te gustaría quitarte la venda?
—No. Sigue con lo que estás haciendo.
Cuando todo su miembro estuvo dentro de ella, se recostó sobre ella y empezó a moverse.
Mina se concentró como nunca en el placer que sentía. Ese placer crecía y la inundaba con cada embestida de él. El placer fue tan grande que ella gritó, gimió y jadeó descontroladamente, casi al mismo tiempo que él gemía y se estremecía eyaculando dentro de ella. Él quedó tendido sobre ella. Mina se quitó la venda de los ojos y lo rodeó con sus brazos.
—¿Te gustó el juego? —preguntó él.
—Me encantó. Me relajó bastante, pero creo que mis gritos se escucharon por toda la casa.
—Afortunadamente no hay nadie más aparte de nosotros.
—Sí, me daría mucha pena que nos vean así, tú todavía dentro de mí.
Rafael intentó moverse pero ella lo detuvo.
—Quédate quieto. Me gusta sentir como se te va haciendo pequeño.
—Bueno.
—¿Quién te enseñó este juego?
—Lo aprendí en una vieja revista para hombres. La revista dijo que la mujer, al no poder ver lo que le hace el hombre, se sorprende gratamente con las caricias y besos que él le da. Además, ella se concentra profundamente en las sensaciones que experimenta.
—Si prometes sólo poner en práctica conmigo lo que aprendas en esa revista, la puedes leer.
—Prometido.
Ella lo besó tiernamente en las mejillas.
Argos entró sorpresivamente en la terraza. Rafael, al verlo, se levantó y se cubrió sus partes íntimas.
—¿Te da vergüenza que un gato te vea desnudo?
—Sí. Tú también deberías cubrirte.
Mina se puso de pie y dijo—: ¿Por qué? Argos es un gato. Es sólo un animal.
—¡No le digas así!
—Es muy inteligente, pero sólo es un animalito.
Argos los miraba un rato y luego miraba dentro de la casa. Esto repetía una y otra vez visiblemente alarmado.
—Mina, míralo.
—¿Querrá decirnos algo?
Guardaron silencio y escucharon—: Mina, ¿estás en casa?
—¡Mi mamá!
Ellos empezaron a vestirse lo más rápido que podían.
Justo cuando Rafael metía la tela negra en un bolsillo de su chompa, subió la señora Viviana a la terraza.
—Con que aquí estás ¡¿Por qué no respondías?!
El rostro de la madre de Mina estaba serio.
—No te escuché. Estaba conversando con Rafael.
—¿Sólo conversaban?
—Sí señora, sólo estábamos conversando. —respondió Rafael.
—Está bien.
Dio media vuelta y se dirigió hacia la escalera.
Sorpresivamente la señora regresó y manifestó—: Espero que no me engañen. Si lo hacen, espero que se den cuenta de lo que hayan hecho. Especialmente tú, Rafael, porque eres el mayor, supuestamente el más responsable.
—¡Mamá!
—¡Deben tener conciencia de sus actos! Especialmente si dichos actos provocan la venida de alguien a este mundo.
—Señora, yo...
—Sé que amas a mi hija y que ella te ama ¿Te has puesto a pensar cómo se verían afectadas sus vidas si mi hija resultase embarazada?
—Mamá, sólo conversábamos.
La señora Viviana sacudió la cabeza y dijo—: Confió en ti, como siempre lo he hecho. Siempre has sido una joven fiel a sus principios, una joven centrada e inteligente, una joven que conoce las consecuencias de sus actos ¿Me equivoco?
—Mamá, no te equivocas.
—Bueno, bajen a comer. Traje pizza.
Los dos bajaron cabizbajos tras la señora Viviana.
“Tarde o temprano iba a ocurrir esto.” pensó Argos y bajó tras ellos.
Pasaron los días y Mina estaba preocupada, bastante preocupada.
—Además de que no sabemos nada de mi tío, hace tres semanas debía llegarme el periodo. —se dijo en voz alta.
Ella estaba encerrada en su cuarto con Argos.
“¡¿Qué?!” pensó él.
—¿Es posible que esté embarazada? Pero, ¿cuándo pasó? —guardó silencio— Tal vez fue cuando jugamos ese jueguito.
Mina empezó a llorar
—¡Metí la pata! Mi mamá me va a matar cuando se entere ¿Qué hago ahora? —vio a su gato y gritó—: Argos, ¡¿qué hago ahora?!
“Avísale a Rafael.” pensó el gato blanco
—Siento haberte gritado —y añadió para sí—: Tengo que pedir ayuda.
Mina se escabullo en busca del teléfono para llamar a sus mejores amigas. Primero llamó a Soledad.
—¿Aló?
—Hola Soledad.
—Hola Mina, ¿qué hay?
—Necesito que vengas para acá.
—¿Ahora?
—Sí, ahora, por favor.
—No puedo, voy a salir con Camilo.
—Ven por favor ¡Es urgente!
—¿Qué ocurre?
—No te lo puedo decir por teléfono.
—Está bien. Voy para allá lo más pronto posible.
Colgó y descolgó el micro teléfono y llamó a Katya.
—¿Aló?
—Hola Katy.
—¿Cómo estás, Mina?
—No tan bien.
—¡¿Qué pasó?!
—¿Puedes venir aquí, por favor?
—En este momento salgo para allá.
Al cabo de dos horas las tres amigas estaban encerradas en el cuarto de Mina. Ella ya había puesto al tanto de lo que ocurría a sus amigas.
—Así que dejaste que te lo meta cuando no debía. –dijo Soledad.
—Sí ¡¿Ahora qué hago?!
—Averiguar si estás embarazada o no. –respondió Katya.
—¡Tendría que avisar a mi mamá para que me lleve a un ginecólogo!
—Que te acompañe Rafael. –manifestó Soledad.
—No le quiero contar todavía.
—Bueno —Soledad se mantuvo en silencio algunos minutos —. Hay pruebas de embarazo que una misma puede realizarse.
—¿Dónde las consigo?
—En una farmacia, no creo que sea muy cara.
—Por favor, compra una por mí. Me da pena porque la señora que atiende en la farmacia más cercana me conoce.
—Bueno.
Mina explicó a Soledad como llegar a la farmacia y le dio algo de dinero.
Katya iba a acompañar a Soledad pero, Mina dijo —: Por favor, no me dejes sola.
—Está bien.
Katya volvió a sentarse a lado de su amiga.
Al poco rato Soledad regresaba con el examen y explicó a su amiga como usarlo.
Mina entró en el baño. Soledad se sentó en la cama junto a Katya a esperar a Mina.
Minutos después, Mina entraba corriendo a su cuarto y abrazaba a sus amigas.
—¿Qué ocurre? –preguntó Soledad.
—No estoy embarazada ¡No estoy embarazada!
—¿Tienes el examen?
—¡Lo dejé en el baño!
—Vamos por él.
De vuelta al cuarto, Soledad comparó el color del examen con la muestra que estaba en la caja.
—Felicidades. No estás embarazada. Según la señora de la farmacia, este examen es efectivo a partir de la primera semana de retraso.
—Es más seguro un examen de sangre. –dijo Katya.
—Katy tiene razón. –opinó Soledad.
—Me tocaría ir a un laboratorio clínico para que me saquen una muestra de sangre. –manifestó Mina en tono meditativo.
—Así es, amiga ¿Hay uno cerca? –preguntó Katya.
—Hay uno a tres o cuatro cuadras.
—Te acompañamos las dos. –dijo Soledad.
Las tres chicas salieron del cuarto.
Al cabo de dos horas las tres amigas entraban en el cuarto. Mina llevaba un sobre en sus manos.
—Abre el sobre, Mina. –dijo Katya.
Mina abrió el sobre, lo leyó y exclamó —: ¡Aquí dice que no estoy embarazada!
—Quedó comprobado, no estás esperando un hijo de Rafael ¡Felicidades! –dijo Katya.
—Entonces, ¿por qué estaré retrasada?
—¿Has estado muy estresada? –preguntó Katya.
—Sí ¡No sé nada de mi tío que vive en Cali!
—Eres muy buena consejera pero no aplicas tus consejos. –manifestó Soledad.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Tú me has dicho que se deje los problemas en las manos de Dios. Tú me has enseñado técnicas para relajarme cuando estoy muy tensa.
—Tienes razón. Voy a poner en práctica tus consejos —abrazó a las chicas—. Gracias, amigas.
—Para eso están las amigas. –dijo Soledad.
—Lo mismo digo. — dijo Katya.
Desde esa misma tarde, Mina aplicó en ella las técnicas de relajación que sabía.
Al cabo de pocos días llegó lo que tanto había estado esperando.
Mina llamó a Soledad.
—Amiga, ¡me llegó mi periodo!
—Chévere Mina. Ahora tienes que pedirle a Rafael que use preservativo.
—¿Mientras me regularizo?
—Claro. No puedes hacer cuentas con un ciclo menstrual alterado.
—Especialmente si sigo estresada porque mi tío aún no aparece.
—Si yo fuera tú y tú, yo, te diría que tengas fe en Dios.
—De acuerdo. Nos vemos amiga.
—Nos vemos.
Mina colgó y descolgó el teléfono para llamar a Katya.
—¡Adivina, Katy, adivina! –exclamó Mina.
—Tu tono de voz me indica que estás emocionada porque te llegó tu periodo.
—¡Así es, amiga, así es!
—¡Me alegro mucho por ti!
—Yo también te noto como emocionada ¿Qué te pasa?
—Creo que estoy embarazada.
—¡Felicidades, Katy!
—Gracias.
—¿Ya se lo contaste a Pedro?
—Cuando esté segura se lo contaré.
—Lo que es la vida, no amiga.
—Así es. Tú estás feliz por no estar embarazada y estoy feliz porque creo que lo estoy.
—Exacto, amiga. Bueno, me despido. Me cuentas como toma la noticia tu esposo. Me imagino que ha de saltar de la alegría.
—Yo me imagino lo mismo. Chao Mina.
—Chao.
Mina colgó el teléfono.
Mina contó lo sucedido a Rafael y él estuvo de acuerdo en no tener relaciones mientras ella se regularizaba.
A mediados de agosto Mina contestaba el teléfono.
—Aló. —dijo ella.
—¡Feliz cumpleaños!
Mina esbozó una leve sonrisa y dijo—: Andrés, muchas gracias por acordarte.
—De nada, querida amiga. En los pocos meses que nos conocemos te has convertido en una de mis mejores amigas. No creo exagerar si te digo que te quiero más que a mi propia medio hermana.
—Muchas gracias por tus palabras. Yo también creo que te quiero como si fueras el hermano que nunca tuve.
—¿Qué vas a hacer por tu cumpleaños?
—Nada.
—¡¿Cómo que nada?! Mañana cumples dieciocho años, la mayoría de edad aquí en Ecuador.
—No tengo ánimo para celebrar. —dijo Mina con la voz que se le empezaba a quebrar.
—¿Tu tío aún no aparece?
—No.
Mina no pudo evitar que de sus ojos empiecen a brotar lágrimas.
—Tú debes tener mucha fe en que tu tío está bien y que regresará a salvo. Yo tengo un libro que te puede ayudar mucho.
Él le dijo el título del libro.
—Yo también tengo ese libro, es bueno en verdad. Lo voy a leer otra vez.
—Perdóname que te insista pero, creo que debes hacer algo por tu cumpleaños. Haciendo algo te relajarás y evitarás que el estrés te afecte la salud.
“No hace falta que me lo digas.” pensó Mina.
—¿Se te ocurre qué podríamos hacer? —preguntó ella.
—Podemos asistir al Museo Japonés. Dicen que el espectáculo de danza tradicional que presentan es muy bonito. Luego podemos comer pizza y finalmente podríamos ir a bailar ¿Qué dices?
—Danza, comida y baile. Si prometes que te vas a portar bien, acepto a salir contigo.
—Tú sabes cómo me he portado contigo.
—Por lo mismo te pido que te portes bien.
—¡Mina, sólo una vez intenté conquistarte!
—Lo sé, amigo, lo sé. —dijo ella entre risas.
—Entonces, paso por ti a las 15:00
—Me gustaría que nos veamos mañana. Quiero pedir permiso a mis padres antes de salir contigo.
—¿Crees que te lo den?
—Sí. A pesar de no conocerte bien, creo que te aprecian.
—Entonces paso por ti mañana a las 15:00. El espectáculo en el Museo Japonés comienza a las 16:00.
—Chévere.
—Hasta mañana, amiga.
—Hasta mañana.
Al día siguiente a la hora indicada, Andrés llegaba a casa de Mina en el auto de su tía.
Bajó del auto y tocó el timbre.
Cuando Mina abrió la puerta, él la vio vestida con un pantalón blue jean y una camiseta verde. Llevaba en su mano derecha una chompa negra de cuero.
—¿Estás lista? Preguntó él luego de darle un beso en la mejilla.
—Lista.
Después que ella cerró la puerta de la casa, subieron en el auto y partieron hacia el barrio la Kennedy.
Al llegar al museo se fijaron en la escalera de acceso al museo.
—¿Cuántas gradas crees que tenga esta escalera? —preguntó él.
—Muchas.
—Empecemos subir.
—Afortunadamente vine con pantalón y zapatos bajos.
Cuando llegaron a la cumbre de la escalera de innumerables gradas se quedaron absortos viendo el escenario que se abría frente a sus ojos. Varias edificaciones construidas con la arquitectura tradicional japonesa rodeadas por varios jardines primorosamente cuidados. Mina y Andrés sintieron que la escalera que habían subido no sólo los llegó a la cumbre, sintieron que los llevó a Japón.
—¿Y ahora a dónde vamos? —preguntó Andrés.
—No sé. Tú me trajiste.
Él pasó algunos minutos en silencio pensando hacia qué edificio ir. Mina lo miraba divertida.
“Está jugando: de din marín de do pin güe.” pensó ella.
Un pequeño anciano japonés que los había estado observando todo el tiempo se les acercó.
—Buenas taldes muchachos ¿Yo podel ayudal a ustedes? —preguntó el anciano que podría ser más pequeño que un niño de diez años.
—Buenas tardes, señor. Por favor, nos podría informar en donde se presenta el baile tradicional. –respondió Andrés.
—En aquel edificio. —dijo el anciano mientras señalaba al edificio dorado que estaba prácticamente en medio de todos los demás.
—Muchas gracias señor ¿En ese mismo edificio está la taquilla?
—No taquilla joven. Al final asistente dejal lo que quiele de colabolación. Mi nieta baila sola en palte final de espectáculo ¿Ustedes conocel a mi nieta?
—¿Cómo se llama? —preguntó Mina.
—Mi nieta se llama Akemi.
Mina regresó a ver a Andrés y él negó con la cabeza.
—Lo siento, no la conocemos. —dijo Mina.
—No preocupal muchachos. Vayan, disfruten espectáculo.
—Gracias.
Mina y Andrés se dirigieron hacia el hermoso edificio dorado que resultó ser una especie de teatro cuyo salón tenía paredes hechas de papel. Los asientos eran cojines en el piso y el escenario era hecho de madera decorado primorosamente con temática japonesa.
El espectáculo inició cuando se apagaron las luces del salón. La primera parte fue una presentación de kendo seguida por una serie de bailes tradicionales.
Después de tres bailes, Andrés empezó a mirar a su alrededor. Le llamó la atención una chica otavaleña que estaba sentada en la misma fila a varios puestos hacia la izquierda.
Mina se percató que él estaba distraído y le preguntó—: ¿Qué estás mirando?
—¿Ves a la chica otavaleña que está a nuestra izquierda?
Mina dirigió su mirada hacia la dirección que apuntaban los ojos de Andrés.
—¿La conoces? —preguntó ella cuando la regresó a ver.
—Creo que la he visto por la tele. Es la mente más brillante de todo el continente. Tiene acceso para estudiar en cualquier universidad del continente.
—Al terminar el espectáculo la saludamos.
—De acuerdo.
Empezó el último número. Salió en escena una joven con el rostro totalmente pintado de blanco y, los labios y cejas pintados de azul. Estaba vestida con un hermoso kimono que parecía estar hecho de la más fina seda. Su cabello lucía peinado con un moño sujetado por varias peinilletas. Era una perfecta geisha que caminaba sobre sandalias que tenían varios centímetros de alto y llevaba en sus manos un paraguas de bambú.
—Ella debe ser la nieta del aciano que nos recibió. –murmuró Andrés al oído de Mina.
—Sí, debe ser ella. Este es el último baile del espectáculo.
—¡Pero es negra!
—Debes decir eso por el color de la parte posterior de su cuello.
—Sí.
—Tal vez sea adoptada o el hijo del anciano se casó con una mujer de raza negra. El color de la piel no debe ser una restricción al acceso de la cultura y la educación.
—Eso lo sé, Mina pero, me llamó la atención.
—Entiendo que te llame la atención. Baila muy bien.
Los movimientos de danza de la geisha negra seguían los ritmos tan naturales de la música japonesa que era tocada por otra geisha en un instrumento parecido a una guitarra. Los pasos de la geisha negra reflejaban que tenía un gran control sobre esos zapatos que parecían unos pequeños zancos.
Su danza interpretaba a una joven con un paraguas tradicional que huía de un perseguidor invisible bajo una pertinaz lluvia. De repente una fuerte ventisca le quita el paraguas de las manos. Ella se baja de sus zapatos y camina desesperadamente de un lado a otro viéndose perdida y termina finalmente en el suelo.
Todos los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron a rabiar.
La chica se puso de pie, hizo una reverencia y dijo—: Muchas gracias por apreciar el arte del país de mis ancestros.
Las luces se prendieron marcando el final del espectáculo.
—Vamos a saludar a la chica otavaleña. —dijo Mina.
Se dirigieron hacia ella. La chica otavaleña conversaba con una chica de cabello rubio ensortijado peinado con cola de caballo.
—Disculpa ¿Eres Diana Chiliquinga? —preguntó Andrés
Las dos chicas lo regresaron a ver.
—Sí. —respondió la chica otavaleña.
Él estiró su mano derecha hacia ella y dijo—: Es un placer y un orgullo conocerte en persona.
Diana se quedó congelada y se sonrojó ligeramente.
—Diana, estrecha la mano del chico. —dijo la chica rubia.
Diana estrechó la mano de Andrés.
—Me llamo Andrés Fernández —señaló a Mina—. Mi amiga se llama Mina Velástegui.
—Encantada de conocerlos —dijo la chica rubia—. Me llamo Katherine Martínez. Soy la mejor amiga de Diana.
—Señor Fernández, ¿de dónde me conoce usted? —preguntó Diana tímidamente.
—Por favor, trátame por mi nombre y de tú. No soy muy viejo.
—Andrés, ¿de dónde me conoces? —preguntó Diana sonrojándose un poco.
—Te conozco de la televisión. He visto los reportajes que han hecho de ti. Me siento orgulloso que una ecuatoriana sea considerada la persona más inteligente en todo el continente, quien sabe si de todo el mundo.
Diana se sonrojó aún más.
—Diana, ¡eres tan famosa como los futbolistas ecuatorianos que están jugando en Europa! —exclamó Katherine.
Sus grandes ojos azules parecían chisporrotear.
—Diana, no tienes por qué sonrojarte. Debes sentirte orgullosa de lo que has hecho. —dijo Mina con una sonrisa afable en los labios.
—Tienes razón, pero no estoy acostumbrada a llamar la atención.
—Debes acostumbrarte porque en octubre vas a la universidad.
—¡Katy!
—Les cuento que Diana va a sexto semestre de Ingeniería en Electrónica y Control y a séptimo semestre de Ingeniería en Electrónica y Telecomunicaciones en la Escuela Politécnica Nacional.
—¡¿Qué?! —exclamó Andrés.
—¿Por qué te sorprendes? —preguntó Mina en tono burlón.
Él no podía responder.
—¿Qué hay de malo que una chica de dieciséis años vaya a la universidad? —preguntó Katherine en tono inquisidor.
—Andrés tiene veinte y un años y recién va a facultad, es decir, a tercer semestre.
—Sí, es verdad. –dijo él un tanto apenado.
—¿Qué te incomoda? ¿Te incomoda que una india vaya a un semestre más alto que tú? —preguntó alguien que estaba atrás de Andrés.
Diana y Katherine dirigieron su mirada hacia quien había hablado.
—Hola Biga ¡Te salió muy bonito el baile! —exclamó Katherine.
—Eres una chica muy talentosa. —dijo Diana.
Se unió al grupo la geisha que había hecho el baile final.
—¿Puedes responder a mi pregunta? —preguntó la geisha.
—¡No me incomoda que una india vaya a un semestre más alto que yo! ¡Me incomoda que yo no pudiera aprobar todas las materias en el semestre que cursaba!
—Eso no interesa, Andrés, la materia que te jalaste no era importante. Vas a poder coger casi todas las materias de tercer semestre.
—Mina, te conté que me jalé en la materia más fácil. –dijo Andrés con tristeza en la voz.
—Biga, ¡¿ves lo que acabas de hacer?! —reclamó Katherine— ¡Has hecho que Andrés se sienta mal!
—No fue mi intención. Pensé que el joven hacia comentarios racistas.
—En el mundo ya no hay racismo. Desde hace casi un año todas las razas en todo el mundo tienen en la práctica los mismos derechos. Un ejemplo de eso, el candidato con mayores opciones de llegar a la presidencia de Alemania es un judío. —comentó Mina.
—Hace un año —dijo meditativamente Diana—. Hace casi un año ese cometa negro estuvo a punto de chocarse con la Tierra. Según los reportes, nadie sabe cómo desapareció ese cometa.
—¡Los Light Troopers lo destruyeron! —exclamó Katherine.
—Los Light Troopers son una serie de televisión, un video juego o, juguetes. –dijo Andrés.
—Dicen que hay grabaciones de ellos. —comentó Diana.
—Como las grabaciones de ovnis y de Pie Grande. —opinó Biga.
Todos se rieron.
—Biga, ¿Tú eres la nieta de un pequeño anciano japonés? —preguntó Andrés.
—No. Mi abuelo vive en Japón. El pequeño anciano es mi bisabuelo y es el dueño de este Museo.
—Tu bisabuelo dijo que te llamabas Akemi.
—Ese es mi primer nombre. Generalmente uso mi segundo nombre, Abigail. Mis amigos me llaman Biga —enseñó la parte posterior de su cuello—. Me enorgullezco de ser la única geisha negra. Soy negra porque el hijo de mi abuelo se casó con una negra de El Juncal.
—Tú demuestras que el mestizaje enriquece, mejora a las razas. —dijo Mina.
—Así es. Además de ser una de las dos únicas geishas de raza negra, también bailo bomba.
—Biga, tengo que recordarte que ni tú ni Narcisa son geishas, simplemente actúan como tales sobre el escenario. —comentó Diana.
—Cuando estuve en Japón aprendí a bailar como una geisha. Mi prima Sakura y yo enseñamos a mi prima Narcisa el arte de bailar como geisha.
—¿Podemos llamarte Biga? —preguntó Andrés.
—Sí. Ambos me caen bien.
—A nosotras también. —dijeron Katherine y Diana.
—Mina, creo que nos tenemos que ir. –dijo Andrés mientras miraba su reloj.
—No se vayan muchachos, apenas estamos entablando amistad —manifestó Katherine—. Me gustaría que conozcan a Sakura y a Narcisa.
—Andrés organizó un itinerario para celebrar mi cumpleaños. —dijo Mina.
—Felicidades, Mina ¿Cuántos años cumples? —preguntó Abigail.
—¡No se pregunta la edad a una mujer!
—¡No molestes Katy!
—Ayer cumplí dieciocho años.
—¿Andrés es tu enamorado? —preguntó Katherine en tono inquisidor.
—No, es mi mejor amigo. —respondió Mina mientras miraba a Andrés.
—Bueno, muchachos. No los detenemos más. —dijo Diana.
—Chao, chicas. –dijo Andrés.
—Feliz cumpleaños Mina, Chao. —dijo Abigail.
Junto a la entrada estaba el ánfora de vidrio. Al inicio de la función estaba vacía. Cuando Mina y Andrés iban de salida lucía casi llena. Él dejó en el ánfora veinte y cinco dólares.
—Estoy de acuerdo con la cantidad pero, ¿tienes para el resto de la celebración? — murmuró Mina al oído a Andrés.
—No te preocupes Mina, tengo todo controlado.
Fueron a comer pizza en la pizzería que a los dos coincidentemente les gustaba.
—Buenas noches ¡Que alegría volverlos a ver juntos! —dijo la mesera al recibirlos.
Mina y Andrés se miraron entre sí.
—Creo que nos confunde con alguien más. Es la primera vez que venimos juntos. –dijo él.
—Tiene razón, creo que los confundí con otros clientes que han venido algunas veces. La última vez que vi a la pareja fue hace un año. A pesar de ser sólo amigos, hacían una linda pareja.
Los dos se sentaron en la mesa que la mesera les indicó.
Luego de ordenar, Mina dijo—: Supongo que Lorena está en Tulcán.
—¿Qué comes que adivinas? —preguntó Andrés en tono burlón.
—Nada en especial amigo, nada en especial. —respondió ella sonriendo.
—Después de comer pizza, vamos a bailar.
—Son las 19:30. —dijo Mina en tono meditativo.
—De acuerdo a la hora, creo que te llevaré a tu casa pasada la media noche.
—¡Tan tarde!
—Creo que sí. Si tienes inconveniente con la hora de llegar, puedo llevarte a tu casa luego de comer.
—No te preocupes, amigo. Quiero bailar contigo.
Luego de comer la pizza fueron hacia la discoteca recién inaugurada en el sector de la Marín, en el centro de la ciudad.
—Solo personas mayores de edad pueden entrar. —dijo el guardia de la puerta de la discoteca.
—Yo tengo dieciocho años de edad. —manifestó Mina.
—¿Y usted señor?
—Yo tengo veinte y uno.
—¿Me puede dar su cedula de ciudadanía?
Andrés sacó de su billetera su cedula y se la entregó al guardia.
—Adelante, sigan por favor. Disculpe la molestia, señor. –dijo el guardia al devolver la cédula a su dueño.
—No hay problema.
La pareja entró en la discoteca.
—En verdad, pareces menor a mí. —dijo Mina al ver a su amigo directamente al rostro.
Se sentaron y se acercó un mesero.
—Por favor, ¿me puede decir si vinieron en auto o a pie? —preguntó el mesero.
—Vinimos en auto, soy el conductor designado. –respondió Andrés.
—Entonces, señor, debo indicarle que vamos a estar pendientes de la cantidad de alcohol que usted consuma.
—De acuerdo. Por favor, un par de cervezas.
Mientras el mesero iba a traer la orden, Andrés notó que Mina estaba algo rara.
—¿Te ocurre algo? —preguntó él.
—¡Soy una roba cunas! —respondió ella y empezó a reírse.
El mesero regresó con el primer par de cervezas y Mina no dejaba de reírse.
Andrés cogió su cerveza, la levantó y, dijo—: Feliz cumpleaños, Mina ¡Salud!
Mina cogió la suya, la levantó y, dijo—: ¡Sa… salud! —mientras chocaban los vasos.
—¿Controlarán la cantidad de alcohol que puedo tomar? —preguntó Mina después de tomar su primer trago.
—No, tú tienes barra libre. —en son de broma preguntó—: ¿Quieres tequila o whisky?
—No, gracias. Con la cerveza me conformo.
Fueron a bailar.
Al cabo de un tiempo, estaban sentados a su mesa. Mina dejaba un vaso vacío en la mesa.
—Mina, ¿cómo te sientes? Es el cuarto vaso que te tomas.
—Me siento bien. El único problema es que tengo que ir al baño.
—¿Te acompaño?
—No hace falta, amigo.
—Las mujeres nunca van solas al baño.
—Me va a tocar ir sola, ni modo.
Al cabo de unos minutos, Mina regresaba.
—Oye, el baño está muy bonito. –dijo ella.
—¿En serio?
—Está muy limpio, muy decorado. Bastante acogedor. Tengo entendido que los baños en lugares como éste eran asquerosos, básicamente porque a los clientes no les importaba ensuciar.
—La gente ha cambiado.
—Hablando de cambios, pedí otro vaso para ti y otro para mí. Hace rato que te acabaste tu primer vaso.
—Yo creo que con el segundo me quedo. Recuerda que soy el conductor designado.
Regresaron a la pista a bailar.
Pasada la media noche estaban sentados en la mesa.
—Eres muy bueno bailando música electrónica pero no tanto música tropical. —dijo Mina.
—Siempre he tenido dificultad en bailar salsa.
—¿Qué tan bueno eres para bailar este ritmo?
Andrés escuchó la música que estaba sonando.
—¿Reggaetón?
—Sí.
—Sólo lo he bailado con Lorena en privado. Cuando hemos ido a bailar a una discoteca, nunca lo habíamos escuchado. Tal vez por la hora lo ponen.
—Yo también lo he bailado con Rafael en privado. Vamos a la pista.
—¡Mina!
Ella de un solo trago se tomó la mitad de su séptimo vaso.
—Vamos Andrés. Este ritmo debes bailarlo cuando sientes algo por tu pareja. A ti te quiero.
Él no sabía si era el efecto de la cerveza o los verdaderos sentimientos de su amiga.
—No estoy borracha, Andrés. Te quiero como si fueras mi hermano, ya lo sabes. Ni tomando diez cervezas creo que me emborrache, tengo el estómago lleno con la pizza.
—Pero puede que al salir, el frío de la noche te afecte. Una vez en una reunión familiar tomaba vino de cartón. Mientras bailaba, estaba bien pero, cuando sentí el aire frío de la noche… —él dejó de hablar.
—¿Qué pasó?
—No supe cómo llegué a mi casa.
—El vino de cartón es más fuerte que la cerveza. Vamos, Andy, a la pista. Quiero bailar reggaetón contigo.
Fueron a la pista.
Empezaron bailando normalmente. Al cabo de un rato, Mina le dio la espalda invitándole a que se acerque. Él le rodeó la cintura con sus brazos y siguieron bailando.
—¿Sabes perrear? —preguntó ella.
—Sí.
—Perreemos, entonces.
—¡Mina, no! Siempre que Lorena y yo hemos bailado eso hemos acabado haciendo el amor.
—¿Lo han bailado en privado?
—Sí.
—Ves, no hay problema. Aquí no hay forma que pase eso.
—Bueno. –accedió él a regañadientes.
Mina se inclinó hacia delante y empezó a mover la cadera de arriba abajo al ritmo de la música. Él empezó a mover su cadera siguiendo los movimientos de ella.
Después de algunos momentos, Mina se enderezó y dio media vuelta. Él dejó de moverse.
—Ahora entiendo por qué dijiste que cuando has bailado perreo con Lorena han acabado haciendo el amor. —dijo ella.
—¿Por qué lo dices?
—Porque me di cuenta que te emocionas mucho al perrear.
—¿Cómo te diste cuenta?
—Porque sentí que algo que rozaba mis nalgas se iba poniendo duro.
—Lo siento, Mina, Lo siento mucho.
—No te sientas mal, ni te sonrojes —sonrió ella—. No estoy enojada contigo. Me doy cuenta que me aloqué y te obligué a bailar así. Sería conveniente que nos sentemos para que te relajes –ella le miró la entrepierna y se dio media vuelta—. Abrázame por la cintura.
—¡Mina!
—Si no quieres que la gente se dé cuenta que “tu amigo” está listo para la batalla, abrázame por la cintura.
Él vio su entrepierna y comprobó la veracidad de las palabras de Mina. La rodeó por la cintura.
Caminaron hacia la mesa y se sentaron. Él tenía la vista baja, clavada en la mesa.
—Deja de sentirte mal, nadie se dio cuenta. –dijo ella.
—Me siento mal… por ti.
Ella puso su mano derecha en el mentón de él, hizo que la mirara a los ojos y dijo—: Siento que me quieres de la misma manera que yo te quiero pero, no eres de palo —sonrió—. Te provoqué al bailar tan sensualmente.
—Sin mencionar que eres muy linda.
—Gracias.
Ella no pudo evitar sonrojarse.
Ella llamó al mesero y pidió otra cerveza.
—¡Mina!
—No te preocupes, estoy bien.
—No es eso. Se supone que el hombre es el que toma más. Yo apenas estoy en mi segundo vaso. Tú vas por el octavo.
—Si no fueras el conductor designado, hubieras tomado más que yo.
El mesero trajo la cerveza de Mina.
—Señor, ¿usted sabe que mi amigo es el conductor designado? —preguntó Mina.
—Sí.
—¿Cuántas cervezas máximo le habría servido?
—Tres.
—¿Ves? No puedes tomar tanto como yo.
Al cabo de un rato el mesero se acercó.
—Qué pena con ustedes pero ya van a ser las dos y vamos a cerrar. —dijo el mesero.
—Bueno, debemos irnos. Señor, por favor tráigame la cuenta. –dijo Andrés.
Mina apuró lo último que le quedaba de su vaso.
—Mientras el mesero trae la cuenta, voy al baño. –sonrió ella—. El frío me puede mandar al baño con mucha urgencia.
El mesero trajo la cuenta y Andrés pagó la docena de cervezas. Él no pudo evitar que ella se tome diez cervezas.
Cuando Andrés había alistado todo para salir, llegó Mina.
—Disculpa, por favor, la demora. Ya sabes, la cerveza. —dijo ella.
—No hay problema.
Él caballerosamente le puso la chompa y se dirigieron hacia la salida.
—Es verdad lo que dijiste del aire frío de la noche. —dijo Mina al sentir en su rostro la caricia fría de la noche.
—¡¿Cómo te sientes?!
—Un poco mareada. Por favor, dame tu brazo.
Él dobló su brazo izquierdo y ella se agarró de él.
Caminaron por la Marín hacia el parqueadero Cadisán, el parqueadero público más cercano al Palacio de Gobierno.
En otros tiempos caminar en la madrugada por la Marín y por las callejuelas del centro de la ciudad era prácticamente un suicidio pero, al salir aquella noche de esa discoteca, Andrés y Mina sentían una sensación muy profunda de seguridad, sentían que nadie se atrevería a hacerles daño, sentían que la delincuencia había desaparecido. En efecto el índice de criminalidad en el sector de la Marín, como en todo el país, mejor dicho, en todo el mundo, había llegado a cero.
—¿Estoy caminando recto? —preguntó Mina.
—¿Qué?
—¿Estoy haciendo eses?
—No… no mucho.
Él pocas veces había sentido que ella le jalaba hacia la izquierda o le empujaba hacia la derecha.
—Malo. —dijo ella apenada.
Él puso su brazo izquierdo sobre los hombros de ella y dijo—: Tranquila Mina. No me molesta sostenerte.
Mina le rodeó con su brazo derecho la cintura y dijo—: Gracias por ser mi amigo.
Llegaron a la entrada del parqueadero.
—¿Quieres quedarte un rato aquí mientras pago la tarifa de parqueadero? —preguntó él.
—Sí, pero no te demoras.
Él se acercó a la ventanilla a pocos metros de donde dejó a su amiga. Al dar media vuelta luego de pagar, la vio recargada en la pared. Se acercó a ella y le rodeó la cintura con su brazo izquierdo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él.
—Mareada.
Subieron al piso en donde estaba el auto, él le ayudó a entrar en el auto y partieron en dirección a la casa de ella.
“Espero que no vomite.” pensó él mientras manejaba.
—Estoy mareada, no estoy borracha. Así que no te preocupes que vaya a vomitar en el auto de tu tía.
—¡¿Puedes leer mi mente?!
—No, no lo creo. Es obvio que pienses eso si tuviste que sostenerme para evitar que me caiga mientras caminábamos hacia el parqueadero.
Llegaron a casa de ella. Le ayudó a salir del auto y abrió la puerta de calle. Ella se puso frente a él y le miró la entrepierna
—Veo que tu “amigo” está relajado. –dijo Mina.
Ella lo rodeó con sus brazos y lo besó en la boca. Después de la sorpresa inicial él no pudo evitar rodearla con sus brazos, pegarla a su cuerpo y disfrutar de aquel beso. Un beso que no era de pasión, no era de amor, era un extraño beso, un agradable beso extraño.
—Tal vez por estar mareada te besé para agradecerte la linda noche que me has dado –le miró la entrepierna—. Me doy cuenta que entendiste que no fue un beso de pasión —lo miró nuevamente a los ojos—. El beso que te di fue un beso de amor.
—¡¿Qué?!
“¿Mina realmente está enamorada de mí?” pensó él.
—El amor que ssiento por ti es diferente al que ssiento por mi novio. También es diferente al que ssiento por mis amigos. El amor que ssiento por ti creo que esstá entre el amor a Rafael y el amor a Camilo y Julio. Creo que en alguna otra vida fuimos hermanos y esse amor aún subsisste hasta hoy —Mina se cogió la cabeza— ¿Essstoy arrassstrando las palabras?
—Un poco, solo cuando pronuncias la “s”.
Poco a poco Mina iba adquiriendo la forma de hablar de las personas que están bajo los efectos del alcohol.
—Creo que debo entrar en mi casssa. No me imaginé que me iba a ssssentir asssí.
—No te preocupes Mina. Es efecto del frío de la noche. Nos vemos.
Él le dio un beso en la mejilla.
—Por favor, ayúdame a cruzzzar el jardín para llegar a la puerta de la casssa.
—Bueno.
Él la rodeó por la cintura con su brazo izquierdo y literalmente empezó a arrastrarla ya que ella no podía mantenerse en pie.
Cuando apenas tenían recorrido la mitad de los cuatro metros que separan la puerta de calle de la puerta de la casa, Mina se sacudió para que él la suelte, tambaleándose se puso frente a él y dijo—: El be… el bessso que te dii debbbbíó haberrrrte provocado alguna emo… emoción.
—Me gustó.
—Ah, te gustó, pero no se manifes… tó nada allá abajo –le miró la entrepierna— ¿Ac… aso se te dañó cuando te cubrí en la dis… discoteca?
—Sí estoy bi…
De improviso ella le puso la mano en la entrepierna.
Él se cortó y sólo pudo pensar: “Mina está borracha ¿Ahora qué hago?”
—¡No estoy borrrrracha! Bueno, un poco. Sé que un pene cuando está durrrro se pueddde romper y creo que pude haberrrrte hecho daño cuando me pegué tanto a ti para cubrirte.
—Sí estoy bien, Mina. Por favor, quita tu mano.
—Si estás bien, ¿por qué no lo siento?
—Es que hace fr…
Ella empezó a mover su mano hasta que logró sujetar el pene de Andrés. A él se le puso la mente en blanco.
—¡Está muy chi…quito! ¿Es normal que es…té así?
Él no pronunció palabra.
—Di algo, no debo ser la primmmera mujer que te lo coge.
Él se mantenía en blanco.
—Ssssi no dices nada, voy a tener que averigggguar por mí misma que tu pene está bien.
Ella empezó a frotarlo.
Lo único que él pudo hacer fue cerrar los ojos para tratar de controlarse. Él sabía que el comportamiento de ella era producto de las diez cervezas que se había tomado. Pero, al cabo de algunos minutos no resistió más y se dejó llevar.
—Ah, ya essstá creciendo parece que está bien. –dijo ella sin dejar de frotar.
Cuando ya se apreciaba claramente que un bulto sobresalía del pantalón de Andrés, ella retiró su mano, le miró la entrepierna y dijo—: Muy bien. Tu pene esssstá ffffuncionando bien porque está con el tamaño que sentí en la discoteca ¿Cuántas veces aumentó su tamaño? ¿Diez? –lo miró a los ojos— Señor Fernández, lo que usted puede hacer en esssste momento es relajarse, hacer que su pene se haga de nuevo chiquiiito porque no lo va a ussssar conmigo –sacudió el dedo índice de su mano derecha frente a la cara de él—. No, no, no. No lo va a usar conmigo.
Él tuvo que pensar cosas feas, entre ellas, la hablada que le va a dar su tía por haberse llevado el carro tanto tiempo.
Momentos después que el montículo en el pantalón de Andrés dejó de notarse, Mina le puso la mano derecha de nuevo en la entrepierna y dijo—: Muy bien. Así es como debe estar siem…pre cuando estás con…migo —empezó a buscar las llaves de la casa dentro de su bolso—. Si tú usas tu pene con Loreeena tan bien como Rafffael usa el suyo conmigo, ella debe ser una mujer muy satisfecha –cuando encontró las llaves de la casa miró directamente a los ojos a Andrés—. Acabo de admitirte que no soy virgen.
“¿Y? No eres una puta que se acuesta con cualquiera.” pensó él.
—Tienes razón. No ssssoy una puta que se acuesssssta con cualquiera. Ssssólo me acuesssssto con Rafael ¿Me ayudasssss a llegar a la puerta?
Él la sujetó por la cintura y la arrastró hacia la puerta.
Ella intentó varias veces sin éxito meter la llave en una de las cerraduras.
—¿Me prestas tus llaves? –dijo él.
—¿Para?
—Para ayudarte a abrir la puerta.
—¿No vasss a tratar de dormir conmigo?
—No, Mina, sólo quiero ayudarte a abrir la puerta.
—Másss te vale. Misss papásss no per…permitirían que lo hagas. –dijo ella y le entregó el llavero.
Al cabo de pocos minutos dio con las llaves que calzan en las cerraduras, abrió la puerta, y devolvió el llavero a su dueña.
Ella entró en la casa, le sonrió y, cerró la puerta.
Despacio, muy despacio caminó Mina hacia las escaleras.
“No me imaginé que la cerveza podía marear tanto.” pensó.
Poco a poco empezó a subir las escaleras.
“Bueno, es la primera vez que tomo tanta cerveza.”
Llegó al segundo piso y empezó a caminar hacia su cuarto apoyándose en las paredes.
“Si no hago ruido mis padres no deben despertar.”
Con mucho esfuerzo logró desvestirse y ponerse su pijama.
Justo antes de ella dormirse, Argos se subió en la cama y dijo—: Por borracha besaste y masturbaste a Andrés. Si él fuera de otra forma, se hubiese aprovechado.
A la mañana siguiente la señora Viviana entró en la habitación de Mina y se sentó en la cama.
—¿Cómo te sientes?
Al escuchar la voz de su madre, ella entreabrió los ojos y dijo—: Hola mamá.
—¿Cómo te sientes?
—Me siento mal.
—¿A qué hora llegaste? ¿Tomaste? ¿Se portó bien Andrés?
—No sé a qué hora llegué realmente, tal vez a las tres. Tomé diez cervezas ¡Nunca me imaginé que me atrevería a tomar tanta cerveza! ¡No sabía que la cerveza mareara tanto! Andrés se portó muy bien, fue todo un caballero, él casi no tomó y trató de evitar que yo tomara tanto ¡Quién se portó mal fui yo!
—¿Qué hiciste para que digas que te portaste mal?
—Me da pena decirte.
—Bueno, Mina. Eres una mujer adulta y no creo que deba castigarte por haber llegado tarde y borracha a casa, besar a Andrés y, “verificar” que no lo lastimaste. Sé que tú misma “te castigarás” por tu mal comportamiento.
—Así es mamá. Me prometo no volver a tomar hasta perder la razón.
—Entiendo por qué tomaste. Desde que tu tío Rodrigo desapareció, has estado muy tensa y anoche aprovechaste para desahogar toda la tensión que sentías. Debes recordar que el estrés puede afectar tus periodos menstruales, por tal razón espero que no tengas relaciones mientras estés tan tensa.
—¡Mamá!
—No soy ciega, Mina. Sé que tienes relaciones con Rafael.
Mina no pudo evitar sonrojarse.
—Tú eres una mujer muy madura e inteligente. Tú no eres ninguna loca que se acuesta con los que se le aparecen. Tú lo haces con Rafael porque lo amas y te das cuenta que él te ama como tú a él. Por lo que he visto, no te equivocas en tu percepción. Sólo te pido una cosa, que tengas cuidado. Eres muy joven para traer una vida a este mundo.
—¿No te molesta que no llegue virgen al matrimonio?
—No, Mina, no puedo pedirte algo que ni yo misma hice. Cuando conocí a tu padre no era virgen. Cuando perdí mi virginidad era una niña tonta, caí en la famosa prueba de amor. Fue doloroso para mí, a los catorce años, aprender que hay hombres malos que sólo desean a toda costa acostarse con una. Después de aquella terrible experiencia me di cuenta que tenía dos opciones: buscar hombres sólo para tener sexo por diversión o, tener sexo con el elegido, el hombre que me acompañará en mi camino de vida. Luego de varios años y después de una que otra decepción, encontré al elegido, el hombre con el cual me casé. No te voy a mentir diciéndote que tuve sexo con él luego que nos casamos pero, sí te puedo decir que naciste algunos años luego del matrimonio. Nos casamos por amor, no por obligación. Te educamos para que no pierdas la virginidad por tonta, que la pierdas sabiendo qué camino tomar. Tú has tenido varios enamorados pero, perdiste tu virginidad con un hombre que realmente te ama y, si tienes muy claros tus sentimientos, muy probablemente será tu esposo.
Mina abrazó a su mamá y dijo—: Te quiero mucho, mamá.
—Yo también te quiero mucho.
La señora Viviana se puso de pie.
—Descansa, hija.
Antes que la señora Viviana salga del cuarto, Mina dijo—: ¿Papá sabe que Rafael y yo…?
—Eso es cosa de mujeres, Mina.
—Gracias mamá.
Cuando la señora Viviana acababa de cerrar la puerta, Mina dijo—: Mamá, ¿puedes entrar otra vez?
La señora Viviana abrió la puerta y preguntó—: ¿Qué ocurre Mina?
—¿Dijiste que besé a Andrés?
—¿No lo recuerdas?
—No.
—Has un poco de memoria.
Mina se mantuvo en silencio unos momentos hasta que empezó a sonrojarse y se tapó la cabeza con las sábanas.
—¡Ay, Mamá! ¡No sólo lo besé!
—Lo que le hiciste fue una gran prueba al gran cariño y respeto que él te tiene.
—Cualquier otro en su lugar me violaba.
—O te pegaba para que no le hagas “cosas”.
Mina se destapó la cabeza y dijo—: Andrés es un buen amigo, por eso lo…
—¿Amas?
—No, lo quiero.
—Tú le dijiste que lo amas.
—¡¿Qué?!
—Le dijiste que le tienes un amor especial. Debes definir qué tipo de sentimiento tienes por Andrés. Me molestaría mucho que llegues a acostarte con él sin amarlo como deberías.
—No mamá, eso no va a pasar. Tengo la sensación que le dejé muy en claro que no iba a acostarse conmigo.
—Sí, hiciste eso. También le dijiste que no eres virgen.
—¡¿Qué?!
—No te preocupes Mina. Andrés es un buen chico. Él no piensa que una chica que ya no es virgen es una chica fácil.
—¿Cómo sabes tanto?
—Estaba viendo y oyendo todo lo que pasó cuando Andrés te trajo a casa.
—¡¿Por qué?!
—Porque te estaba esperando. No recuerdo a qué hora me dormí pero el ruido del motor de auto de Andrés me despertó. Argos estuvo a mi lado toda la noche.
—Ay, mamá. Siento mucho que hayas visto eso.
—Sé que vas a evitar que eso vuelva a pasar.
—Así es mamá.
—Bueno mi niña, descansa.
La señora Viviana salió de la habitación.
Mina volvió a dormir.
Por la noche llamó a Andrés.
—Aló. –contestó él.
—Hola Andrés.
—Hola Mina, ¿cómo te sientes?
—Estoy bien, ¿y tú?
—Hace poco regresé de Tulcán.
—¡Me imagino para qué fuiste para allá! Siento haberte tratado de esa manera ayer. Estaba…
—¿Borracha?
—Sí, lo estaba. Nunca había tomado tanto en mi vida. Tú eres el primer hombre al que trato como te traté anoche y serás el último.
—Sé que tomaste tanto por la preocupación que estás sintiendo pero, ¿por qué hiciste lo que me hiciste? No es que me queje pero, me confundiste mucho. No es que quiera pasar al siguiente nivel contigo, tú sabes que amo mucho a Lorena.
—Yo recuerdo que te lo dije, te amo.
—¡¿Perdón?!
—Te amo como se ama a un hermano.
—Yo también te amo como si fueras mi hermana.
—Por lo mismo que me amas de esa manera no te abusaste de la situación. Tú no me violaste cuando te masturbé a pesar que te gusto mucho.
—¡¿Cómo sabes que me gustas mucho?!
—Andrés, si no te gustará mucho, ¿por qué intentaste besarme la primera vez que salimos?
—Tienes razón.
—Tú también me gustas mucho.
—¿En serio?
—Sí, mi querido amigo. Eres un chico guapo. No eres un Brad Pitt pero, eres guapo.
Mina escuchó que él soltó una pequeña carcajada.
—Te he abierto mi corazón, te he dicho lo que realmente siento por ti para aclararte lo que pasó anoche. Te prometo que no volveré a comportarme así de esa manera porque…
—¿No quieres acostarte conmigo?
—Así es. A pesar que me gustas mucho, no te amo, ni me amas, de la manera que nos llevaría a hacer el amor. Si nos acostaríamos creo que tuviéramos sólo sexo y, eso nos arruinaría la vida.
—Tienes razón, Mina. Creo que nos llegaríamos a odiar porque tu relación con Rafael y la mía con Lorena se podrían ver afectadas a tal punto que podrían terminar.
—¿Entonces me disculpas?
—¡Claro, Mina! Te amo más de lo que amo a mi medio hermana. Para mí eres más hermana mía que ella porque siento más afinidad contigo que con ella ¿Te acuerdas que me dijiste que no eras virgen?
—Sí. –se sonrojó un poco.
—¿Quieres saber lo que pienso al respecto?
—Recuerdo vagamente que me lo dijiste.
—En el tiempo que te conozco, he visto cómo te comportas con tus amigos y con Rafael, he visto tu forma de ser y me doy cuenta que tú sólo te acuestas con el hombre que realmente amas y ése es Rafael. Tú te acuestas con él porque lo amas y él te ama de igual manera. Tú no eres una puta que se acuesta con cualquiera. Si tú fueras del tipo de mujer que el sexo le importa un carajo, que se acuesta con cualquiera sólo porque le da ganas para satisfacerse a sí misma o por deporte, no serías mi amiga. No sé si me hubiese acostado contigo si fueras una puta porque eres muy bonita y la carne es débil pero, no serías nada para mí y, muy posiblemente me arrepentiría sobre manera por haberlo hecho.
Ella sonrió y dijo —: Eres mi mejor amigo. Te lo digo de corazón.
—Tú también eres mi mejor amiga.
—Nos vemos. Te quiero mucho.
—Nos vemos. Yo también te quiero.
Mina colgó el teléfono.
Pasaron los días, se acercaba el inicio de clases del primer año de la carrera de Mina en Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, y al fin la familia Velástegui Duarte recibía la noticia que había esperado tanto.
Durante el noticiero nocturno del canal 4 del último martes de vacaciones de Mina, el locutor dijo—: ¡Al fin apareció el Economista Rodrigo Velástegui quien presuntamente fuera secuestrado por las FARC! A continuación la rueda de prensa que se llevó a cabo en la alcaldía de Cali.
Aparecieron imágenes de Rodrigo Velástegui, quien usaba un cuello ortopédico, acompañado de Don Manuel, máximo comandante de las FARC y, el alcalde de Cali.
—Debido a la ola de rumores que han sido provocados por la desaparición del economista Velástegui, he solicitado a mi buen amigo, el alcalde de Cali, que nos permita realizar esta rueda de prensa con el objeto de demostrar, de una vez por todas, que no secuestramos al economista y que no hemos vuelto a tomar las armas. —dijo Don Manuel.
—Los ex combatientes de las FARC no me secuestraron, me salvaron la vida —dijo el tío Rodrigo—. Hace dos meses sufrí un grave accidente de tráfico en una de las carreteras de tercer orden al sur del departamento. Por la espesa neblina que había aquel día salí del camino y me estrellé con un árbol. Algunos agricultores que eran excombatientes de las FARC vieron el accidente y corrieron en mi ayuda. Gracias a sus conocimientos de primeros auxilios, me estabilizaron y limpiaron mis heridas. Me llevaron a un pequeño pueblo establecido en lo que una vez fue uno de sus campamentos y me mantuvieron a salvo, alimentaron, asearon, en fin, hicieron todo para que recupere mi salud.
—El error de nuestros hermanos que fueron combatientes de las FARC fue no informar oportunamente a las autoridades. Ellos, en función de su nueva actitud ante la vida, dedicaron todas sus fuerzas a sanar al economista Velástegui. Ellos le dieron el tratamiento que en cualquier hospital se pueda encontrar. Los resultados saltan a la vista. Cuando el Economista Velástegui pudo viajar, don Manuel en persona lo trajo a Cali. —dijo el alcalde de Cali.
—El compañero Rodrigo está en libertad de volver a su casa cuando quiera. —dijo don Manuel.
—Finalmente debo agradecer por todo a don Manuel y a su pueblo —dijo el tío Rodrigo—. El pueblo de don Manuel simplemente necesita que lo dejen en paz y que no lo traten con prejuicio. Ya no son como eran antes. Ahora son ciudadanos nobles y buenos como los demás colombianos.
Volvió a aparecer el locutor, quien dijo—: Las FARC efectivamente han dejado las armas y, se han integrado como elementos útiles a la sociedad. Esperamos que se mantengan así, no sólo por el bien de Colombia, también por el bien de toda América.
Mina, quien estaba viendo el noticiero en la sala en compañía de sus padres, saltó como impulsada por un resorte, gritó—: ¡Está vivo mi tío Rodrigo! ¡Está vivo mi tío Rodrigo! —y, abrazó a sus padres.
El señor Marco no pudo evitar que las lágrimas rueden por sus mejillas.
—¡Al fin apareció Rodrigo! —exclamó la señora Viviana.
Mina subió corriendo las escaleras, entró en su cuarto y abrazó a su gato sin darse cuenta que él tenía algo nuevo en su lomo.
—Argos, lindo gatito, apareció mi tío Rodrigo ¡Apareció mi tío Rodrigo!
—Me alegra mucho escuchar eso.
Mina se congeló, dejó a Argos sobre la cama de ella y terminó sentada en el suelo.
El gato fue a su cama, sacó un guante violeta que tenía un ojo de gato hecho de amatista pegado en el dorso de la mano y lo dejó sobre la cama de ella.
—Mina, por favor, ponte ese guante.
Ella se había convertido en una hermosa muñeca ya que apenas podía respirar, ni siquiera podía pestañar.
—Confía en mí, por favor.
Mina se puso de pie y se colocó el guante en su mano derecha.
—Te oigo hablar y no he tomado ni una gota de alcohol ¡¿Por qué puedes hablar?! ¡¿Por qué tienes una mancha que parece una cruz negra en el lomo?! ¡¿Por qué está la parte blanca del símbolo del Yin Yan en medio de la mancha?!
—Luego tus preguntas tendrán respuesta. Ahora pega tu puño derecho a tu pecho procurando que el Ojo de Amatista quede frente a tu corazón y di: Transmutación.
Mina pegó su puño a su pecho tal como lo pidió Argos y dijo—: Transmutación.
Su cuerpo se convirtió en Luz. Del ojo de amatista emergió una gran cantidad de energía violeta que la envolvió.
Ella se desplomó con los ojos cerrados y gritó—: Argos, me quemo ¡Mi cuerpo se está quemando! ¡Siento que me queman!
—Por favor, levántate y mírate en el espejo.
Mina se levantó y se miró en el espejo.
—¡Qué me pasó! ¡Estoy brillando con una luz violeta! ¡Mis ojos parecen brillar como dos chipas violetas! ¡Soy completamente violeta! —vio al gato— ¿Tengo un uniforme que me cubre desde la punta de mi cabeza hasta la punta de mis pies con una capa que me llega hasta casi las pantorrillas?
—¿Estás segura que es una capa?
Mina volvió a ver su reflejo y se dio cuenta que aquello se extendía por sobre su cabeza. Extendió sus manos y tocó aquello que estaba en su espalda y empezó a recorrerlo de arriba a abajo.
Dirigió su mirada a Argos y exclamó—: ¡Son como alas de ave cubiertas por plumas color violeta!
—Sí. Sigue mirando tu reflejo.
Mina vio su reflejo.
Al poco rato ella dijo—: El dolor que sentí es el recuerdo de lo que pasó antes de morir pulverizada por un rayo de energía maligna. Recuerdo que tuve el honor de salvar con otras seis personas a nuestro lindo planeta azul —regresó a ver a su gatito—. Recuerdo que tú no eras un gato común y corriente, recuerdo que podías hablar. Recuerdo que fui una Light Trooper ¡Fui Violet Trooper! Yo que pensaba que Violet Trooper era solamente un dibujo animado ¡Resulta que yo era ella!
—Este día es el comienzo de una nueva misión, ya no como Light Trooper, ya no como Violet Trooper. Desde ahora serás un Ángel de Luz, serás conocida como Ángel Violeta.
—Entonces lo que está en mi espalda son alas de ángel —Ángel Violeta vio su reflejo brillante en el espejo—. Recuerdo, recuerdo a los Ángeles de Luz que lucharon contra el mal en el Reino de Luz.
Su cuerpo emanó un destello y su traje desapareció.
—Has vuelto a la normalidad. Por favor, quítate el guante.
Mina hizo lo que le pidió Argos. El guante se encogió hasta ser la quinta parte de su tamaño y le apareció una pequeña cadena unida a un aro en un extremo.
—¡¿Qué le pasó al guante?!
—Se redujo para que lo puedas llevar siempre contigo como llavero. Cuando desees convertirte en Ángel Violeta, crecerá a su tamaño normal y desaparecerá la cadena para que lo puedas usar.
—¿Qué es esta cosa parecida a un pequeño reloj digital? —preguntó Mina mientras veía su muñeca izquierda.
—Eso que está en tu muñeca es tu comunicador. Tu viejo comunicador con forma de reproductor de MP3 fue reemplazado por ese pequeño reloj digital.
—¿Cómo lo uso?
—Lo sabrás en la reunión.
—¿Cuál reunión?
—La que se llevará a cabo en el Museo Japonés a las 16H00 el próximo día lunes, el primer lunes de octubre.
—Estaré ahí sin falta ¿Me acompañarás?
—Yo te estaré esperando.
—¿Voy a ir sola?
—No, vas a ir con Rafael y con Katya.
—¿Por qué?
—Porque él es importante para ti, ella es una de tus mejores amigas y, ambos sabían que eras Violet Trooper.
—¿Qué? ¿Por qué no me dijeron nada?
—Porque se los pedí.
—¿Por qué?
—Porque tú estabas convencida de que Violet Trooper era un personaje de una serie de dibujos animados.
—De acuerdo pero, ¿para qué olvidar que fui Violet Trooper? La serie de dibujos dice que los Light Troopers eran siete ¿Por qué olvidé a quienes eran Light Troopers?
—Te olvidaste que fuiste Violet Trooper para que vivas tu nueva vida en paz y, ¿quién dice que has olvidado a los que eran Light Troopers?
—¡¿Qué?!
—Ya lo entenderás en la reunión. Ahora llama a Rafael y a Katya y, disfruta tus últimos días de vacaciones que el lunes comienzas la universidad.
Mina sonrió y dijo—: Hablas como si la universidad fuera terrible. Tú debes saber que tengo amigos en la universidad más difícil del país y no están enfermos o locos.
Mina fue al teléfono y marcó un número telefónico.
—Aló. —contestaron.
—Hola Rafael.
—Hola Mina. Vi la noticia por la tele, me alegra mucho que tu tío esté a salvo. Tú debes estar feliz.
—Sí, mi amor. Me gustaría preguntarte algo.
—Te escucho.
—¿Sabes que Argos puede hablar?
—¿Quién te dijo eso?
—El mismo Argos
—Sí, lo sabía. Casi me muero de un susto cuando me enteré.
Mina rio y dijo—: Acabo de recordar lo que dijiste aquella vez ¡Tú también te reirías si hubieses visto tu rostro!
—¿Recordaste eso?
—Empecé a recordar algunas cosas cuando Argos me dijo que yo era…
Mina dejó de hablar.
—¿Qué eras Violet Trooper?
—Tal como me lo dijo Argos, tú sabes que fui Violet Trooper.
—¿Recuerdas cómo me enteré que tú y Violet Trooper eran la misma persona? ¿Has recordado quienes eran los Light Troopers?
—Lamento tener que responder a ambas preguntas con no.
—Si recordaste que fuiste Violet Trooper, creo que vas a recordar a tus compañeros de equipo y todo lo que viviste con ellos.
—Creo que tienes razón. Bueno, tengo que decirte que Argos me pidió que te invitara a una reunión que se va a realizar a las 16H00 del primer lunes de octubre en el Museo Japonés que queda por la Kennedy.
—¿Para qué es la reunión?
—No sé pero, creo que está relacionado con que ahora soy un Ángel de Luz.
—¿Un Ángel de Luz?
—Sí, Argos me dijo que ahora soy Ángel Violeta.
—¡Espero que nos digan porqué nuevamente te dan poderes de súper héroe!
—¿Te espero aquí el lunes a las 15H00?
—Por supuesto, Mina ¿No nos veremos antes?
—Por supuesto, mi amor. Quiero hacer contigo algo que no hemos hecho en varios días.
—¿Pasear?
—Chistoso. Tú sabes a qué me refiero.
Rafael se rio momentáneamente.
—Sí, lo sé. Mañana podríamos ver si es conveniente hacer eso.
—Tienes razón, tenemos que verificar que no haya riesgo.
—Entonces Mina, hasta mañana.
—Hasta mañana, mi amado Rafael.
Mina colgó el teléfono y lo descolgó nuevamente para llamar a Katya.
—Aló. –contestaron.
—Hola, Katy.
—Hola Mina. Me alegra mucho que tu tío haya aparecido.
—Gracias Katy. Argos me contó que tú sabías que yo era Violet Trooper, ¿es verdad?
—¡¿Argos te habló?!
—Sí ¿Puedes confirmar lo que me contó mi gato?
—Sí, sabía que eras Violet Trooper.
—¡¿Por qué no me lo dijiste?! ¡Se supone que somos buenas amigas!
—¡Si te lo decía, tal vez pensabas que estoy loca! Tú creías que Violet Trooper era un dibujo animado.
—Tienes razón.
—¿Recuerdas cómo me enteré que eras Violet Trooper?
—No, no lo recuerdo.
—Mejor ¿Recordaste quiénes eran los demás Light Troopers?
—No. Tal vez me encuentre con ellos en la reunión que va a llevarse a cabo en el Museo Japonés el primer lunes de octubre a las 16H00. A dicha reunión estás invitada.
—¿Por qué?
—No lo sé ¿Vas a ir?
—¡Por supuesto que sí! No voy a perder la oportunidad de volver a reunirme nuevamente con todos los Light Troopers.
—¿Tú conocías a todos los Light Troopers?
—Sí.
—¿Sabes cómo llegar al Museo?
—Pensé que íbamos a ir juntas.
—Rafael y yo salimos de aquí a las 15:00. Si quieres, vamos los tres.
—Está bien, pero no harán que cargue el arpa.
—No vamos a hacer que seas el mal tercio.
—Eso espero, amiga, eso espero.
—Dime una cosa, ya debes tener como tres meses de embarazo.
—Los cumplo a mediados de octubre.
—Me alegro mucho por ti y me alegra que Pedro esté esperando con alegría la llegada de su hijo.
—Gracias Mina.
—De nada amiga ¿Nos vemos aquí a las 15:00?
—Sí, Mina.
—Entonces, me despido. Chao, Katy.
—Chao.
Mina colgó el teléfono.