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Gladiadores de la Luz I: V Trooper y los Light Warriors

Gladiadores de la Luz I: V Trooper y los Light Warriors

27-08-2015

Ciencia ficción/fantástica novela

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~~Los Gladiadores de la Luz son grupos de jóvenes súper héroes al estilo de Liveman, Sailor Moon, Caballeros del Zodiaco, y por qué no, Power Rangers, que usan sus poderes y habilidades especiales en la eterna lucha contra las fuerzas del mal.

V Trooper y los Light Warriors es el primer volumen que narra la formación del primer grupo de súper héroes integrado por una bella joven rubia, un delgado joven rubio y, un joven alto medio gordo y de cabello negro. La meta del grupo de jóvenes es luchar por la Paz y la Justicia en un país sudamericano en un universo paralelo.

El primer volumen no sólo narra las aventuras del grupo de súper héroes juveniles, quienes representan a tres características del bien, las cuales son: Justicia,  Paz y,  Sanación. También narra las vivencias de los jóvenes tras las máscaras que ocultan su identidad. El primer volumen desvela, en parte, el secreto que atribula a la chica quien es la jefa del grupo; muestra al joven delgado como muy pero muy tímido y con una muy baja autoestima y, lo acompaña en su desarrollo personal guiado por la jefa del grupo y; presenta atisbos del secreto que el joven alto medio gordo guarda celosamente de sus amigos y de sí mismo.

En este libro, a más de mostrar la gran amistad y hermandad que llega a unir a los tres jóvenes, presenta como “maestra – discípulo” a la relación entre la jefa del grupo y el joven muy tímido.

El lector puede que tenga la impresión que está leyendo un comic. Si es así, el lector no se equivoca ya que el libro sigue la narrativa del manga. El libro sigue un tipo de manga no orientado a niños.

 

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

~~CAPITULO I: V TROOPER
Empezaba el verano. Los colegios de la sierra habían terminado  las clases y, todos los jóvenes comenzaban a disfrutar despreocupadamente de sus vacaciones. A excepción de una chica, que se llevaría una gran sorpresa.

–Mina, ¿estás lista para entrar de nuevo en acción? –preguntó Argos, un gato angora blanco con una extraña mancha negra con forma  de cruz, “+”, en su lomo. Su musculoso cuerpo  medía cuarenta y ocho centímetros desde la punta de su nariz hasta la base de su cola, su altura era de veinte y tres centímetros, su cola tenía una longitud de treinta y dos centímetros (era ancha en su base y estrecha en su punta). Su cuerpo  estaba cubierto desde el cuello por un pelaje semi largo de textura fina sin pelusa lanosa. La cantidad de pelaje en su cuello aparentaba la forma de un collar. Sus patas traseras eran más largas que las delanteras. Su pequeña cabeza triangular cubierta por pelaje corto tenía orejas grandes y puntiagudas y, ojos grandes y ovalados de color azul que miraban tan profundamente que parecían escudriñar  en lo más hondo del alma de las personas. La expresión de su rostro indicaba que era un gato inteligente, decidido e, imperativo.

Mina, con los ojos desorbitados y la boca abierta a más no poder, regresó a ver a su mascota.

Ella pasó unos minutos en silencio y, finalmente se llevó  la mano derecha a la frente.
–¡Qué susto! Había olvidado que podías hablar. –dijo ella moviendo la cabeza de un lado para el otro mientras trataba de recuperar la compostura.
–Ha sido año y medio de silencio, pero creo que han dado frutos.
–¿A qué te refieres?
–Eres de nuevo aquella chica fuerte y decidida que conocí.
–¿Aquella que era V Trooper?
–Sí. Ahora tú debes ser ella de nuevo.
–¡No! –exclamó rotundamente– ¡Ella y lo que ocurrió quedaron en mi pasado!
–Mina, por favor, siéntate y cierra los ojos. Verás que tengo razón.

Ella se sentó cómodamente al pie de su cama, cerró sus ojos, hizo unas cuantas respiraciones profundas y, dejó que fluyan libremente los pensamientos de su interior.
Escuchó nuevamente la voz de su Ser Interno. Esa voz eliminó las viejas sombras que oscurecían su espíritu, sanó las antiguas heridas de su corazón y, venció el temor y el dolor que la habían acompañado por un buen tiempo.

Rato después, Mina dijo:
–Tienes razón, siento en mi interior la necesidad de luchar por la justicia, evitar que el mal domine nuestro pequeño planeta azul. De nuevo, creo que esa es mi misión en esta vida.
Finalmente abrió los ojos.
–¡Bravo Mina! ¡Así se habla!
–Mis padres me ayudaron para que vuelva a ser la misma de antes. Ellos tuvieron la paciencia para apoyarme en mis momentos difíciles sin hacer preguntas. Con su amor sanaron mis heridas en el alma, y con sus consejos y sabiduría me ayudaron a recobrar las ideas y sentimientos que olvidé a propósito.
 Se levantó, y de lo más profundo de su armario sacó una caja.
–Estoy dispuesta, volveré a ser V Trooper.
Abrió la caja, y de  ella extrajo una especie de placa con forma de ojo de gato cuyo iris era de color azul y la pupila de color violeta. El resto era de color gris plata. El tiempo que estuvo guardado aparentemente hizo mella en él, ya que algunas grietas y manchas de óxido se veían en su superficie.
–Te felicito, admiro tu resolución.
–Gracias amigo mío. Ya extrañaba oír tu voz.
Mina lo abrazó tiernamente.
–Dejémonos… de sentimentalismos, me vas… a hacer… llorar. –dijo Argos con la voz ligeramente entrecortada.
Ella, con una dulce sonrisa en los labios, lo dejó en el piso.
–Tengo que decirte una cosa muy importante. Tú no eres la única Light Trooper. Tarde o temprano deberá formarse un grupo compuesto por cinco chicas, incluyéndote, y dos chicos. Tú y esos dos chicos formarán un grupo que se conocerá como "V Trooper y los Light Warriors". Lucharán contra la delincuencia, tal como tú lo hacías. Deben tratar de lograr un ambiente de paz y de justicia en todo el país y, si es posible, en todo el mundo. –explicó Argos.
–¿Y las otras cuatro chicas?
–Formarán un grupo aparte. Su misión va a ser diferente a la de tu grupo y te será revelada a su debido tiempo.
 –¿Cómo encontraré a esos chicos? ¿O ellos me encontrarán?
–Tú los encontrarás y serás su jefa. Llegado el momento serás guiada hacia ellos.
–¿Cuándo empezamos?
–Cuando quieras, pero espera un momento.
Argos dio un salto y de sus ojos se desprendió un haz de luz que materializó  un objeto que cayó sobre la cama.
–¡¿Qué es esto?! – preguntó sorprendida Mina al recoger aquel objeto rectangular, más ancho que largo, que tenía una especie de pantalla de video en el centro que mostraba solamente la fecha y la hora. La pantalla estaba rodeada por teclas, algunas parecían alfanuméricas y otras de funciones. Las dimensiones de aquel aparato permitían que fuera llevado con comodidad dentro de cualquier bolsillo de un pantalón, sin importar cuán estrecho sea. Su color era azul.
–Es un comunicador, te servirá cuando encuentres a tus compañeros.
–¿Cómo lo uso?
–No te preocupes por eso ahora. Por lo pronto úsalo como reloj. Cuando sea adecuado te diré como se usa.
–Muy bien, desde mañana comenzamos a recorrer las calles. –Miró su ojo de transformación y añadió con resolución: –Aunque mi ojo de transformación ya no sea como antes, ¡V Trooper luchará por la Justicia!
–¡Bravo! Y no te preocupes por tu ojo. Él sanará completamente –y mentalmente añadió: “Tal como tú, cuando superes aquello que te pasó recientemente”

Mina Velástegui es una chica  de piel  blanca,  esbelta figura y  torneadas piernas. Su estatura era de 1.55 m. Se consideraba pequeña a pesar que su estatura era la promedio de las chicas de su edad. Sus ojos de esmeralda brillan con la luz de las estrellas y  se combinan armoniosamente con una nariz parecida  a la de una princesa de cuento por ser fina y respingada. Aquel rostro, resaltado espléndidamente por un sedoso cabello dorado que cae suavemente a lo largo de su espalda, es complementado perfectamente por una boca  cuyos delicados labios parecen ser los pétalos de la más fina rosa.  En fin, todos y cada uno de sus atributos la convierten en una chica de gran belleza, admirada por unos y envidiada por otros. Cumplirá 15 años  el 15 de agosto. Vive en Quito desde hace año y medio.

Al siguiente día ella y su gato se dispusieron a recorrer las calles.
–¿A qué lugar vamos? –preguntó Mina.
–Tú decides.
–Está bien –hizo una pausa–. Vamos a San Roque, en el centro de la ciudad, comenzando desde el sector del mercado.  Dicen que hay una banda de delincuentes que están aterrorizando ese sector.

Las noticias de los últimos días informaban acerca de una ola de robos, se suponía que los realizaba una banda compuesta por quince personas.

Luego de colocarse una diadema color violeta, a fin de evitar que los fuertes vientos de verano que comenzaban a arreciar desgreñen horriblemente su cabello que usualmente lo llevaba suelto, Mina y Argos se pusieron en camino.

Rato más tarde, Mina y Argos estaban en un bus que los llevaba a través de los túneles, los cuales no sólo comunicaban el norte con el sur, también unían los diferentes entornos que conforman la ciudad. Al pasar por el primer túnel yendo de norte a sur, túnel de San Juan, se deja atrás el norte con su modernismo y se entra en el centro con su estilo clásico reflejado en sus construcciones coloniales. La parada de buses de El Tejar y su puente peatonal son uno de los pocos indicios de “modernismo” del sector y es un punto neurálgico en la transportación pública debido a la gran cantidad de personas que pugnan por desplazarse de norte a sur y viceversa haciendo transbordos. El bus en que iba Mina se adentró en el segundo túnel, el de San Roque. En pocos minutos lo atravesó y se abrió ante los ojos de Mina un entorno de intenso movimiento comercial,  gobernado por una enorme estructura de grandes ventanales y techo dentado a varios metros al oeste de la avenida Mariscal Sucre, El mercado de San Roque. Le llamó mucho la atención a Mina la gran cantidad de muebles que se exhibían luego de pasar el puente que está sobre el camino que conduce hacia el coloso de vidrio.  Mina sintió deseos de bajarse y recorrer por ese “mercado de muebles” que estaba prácticamente al alcance de sus manos ya que solamente lo separaba de la vereda de la avenida una malla metálica ya castigada por los años. Mina resistió la tentación, su destino estaba metros más abajo, junto al paso peatonal  techado que estaba en la esquina de una calle transversal que  subía la pendiente.

Mina y Argos descendieron del bus. Mina vio que las personas que deseaban pasar a la otra vereda eran obligadas a utilizar el puente peatonal techado debido a que  un enorme muro en el parterre  central de la avenida separaba los dos carriles. Aquel puente lucía sucio, maltratado por los años y, se había vuelto punto de negocio de algunos vendedores que entorpecían el movimiento apresurado de los transeúntes.

Ambos empezaron a subir por la calle. El ruido de los autos y buses de la avenida fue reemplazado por el constante griterío de los vendedores en afán de atraer clientes. El intenso gas de los escapes de los vehículos fue reemplazado por el hedor que emanaba de los montones de basura que parecían crecer del asfalto. La aglomeración de autos fue reemplazado por la congestión de personas.

Al poco rato  se escucharon gritos de:
–¡Auxilio! ¡Me robaron!
–¡Es hora de empezar! –exclamó Mina.
Ella buscó un lugar donde esconderse. Sacó su placa en forma de ojo, su ojo de transformación, lo levantó sobre su cabeza sujetándolo con ambas manos y dijo: –¡Por la Justicia!
La pupila del ojo se iluminó.

Su cuerpo fue transformado en Luz.  La pupila violeta de su ojo de transformación emitió  una radiación que la envolvió, proporcionándole energía.
Finalmente apareció su traje de batalla,  su ojo de transformación desapareció y, ella se quedó momentáneamente con las manos apoyadas en la cintura mirando fijamente hacia delante. Se había transformado en V Trooper.
–¡¿Qué le pasó a mi traje?! –preguntó sorprendida V Trooper al ver que su traje era diferente a como era antes.
–Para la nueva faceta de V Trooper, es necesario un nuevo traje. –respondió Argos.
El traje estaba formado por: blusa sin escote de manga corta, guantes que cubrían todo su antebrazo, minifalda  con pliegues que le cubría hasta un poco más debajo de la mitad de los muslos y botas que le llegaban hasta la canilla.  El color  de las  botas era gris. La minifalda era gris con dos franjas verticales color violeta, una en cada costado. La blusa era color azul con dos franjas verticales color violeta, una en cada costado. Las franjas comenzaban debajo de los brazos. Los filos de las mangas eran violetas. El color de los guantes era azul. Todo el traje parecía estar hecho de una tela aparentemente plastificada. La blusa era acolchada a la altura de los senos a fin de protegerlos.
–Espero que lo que tenga debajo de esta minifalda sea un short o algo parecido. No me gustaría que se me vea la ropa interior. –se tocó la cara y al sentir lo que tenía a la altura de sus ojos dijo–: ¿Qué es esto? –quitó de su rostro aquel objeto que resultó ser un antifaz color violeta parecido a los que se usan en las fiestas de disfraces.
–No me opongo… mucho  al cambio de traje pero, ¿crees que este antifaz de fiesta, que no se cómo se sostiene en mi cara, protegerá mi identidad como lo hacía la máscara violeta que usaba antes?
–¡No es momento de preocuparse por esas cosas!
–Bueno, manos a la obra. –dijo ella.
Se puso el antifaz  y se lanzó en persecución del delincuente.

Al poco rato dio alcance al delincuente y empezó a gritar:
–¡Alto, deténgase!
El delincuente se hacía el sordo, no hacía caso.

Después de perseguirlo por varias cuadras cuesta arriba, aquel hombre se reunió con un grupo de catorce individuos.
–Que sorpresa, la banda completa. –dijo ella.
–Sea quien seas, chiquilla –dijo el que tal vez era  jefe de la banda–, será mejor que te vayas por donde viniste, y te quites esa ropa que parece de bastonera.
Todos se echaron a reír.
–Soy V Trooper y estoy aquí para detenerlos.
–¡Inténtalo, si eres valiente!
Ella se acercó al jefe, intentó agarrarlo del brazo izquierdo pero él le lanzó una cachetada. Ella se agachó, le dio un fuerte codazo en el estómago y con el dorso de la mano derecha le pegó  en la cara.
Ese hombre cayó al piso víctima de ese rápido movimiento.
Todos enmudecieron.
–¿Qué esperan? ¡Ataquen! –ordenó el jefe.
Empezó la pelea. Ella se esquivaba de los golpes, lanzaba puñetazos y patadas. Pegó un rodillazo a un tipo en el estómago, éste se dobló y ella lo utilizó como apoyo para realizar una doble patada. Un tipo intentó pegarle a traición con un palo de madera, ella detuvo el ataque y con gran habilidad lanzó a ese tipo al piso.
–Gracias por el arma. –dijo ella.
Ese simple palo se convirtió en un bastón de pelea usado por una experta.

Al poco rato todos los delincuentes estaban en el suelo, inconscientes o sin deseos de levantarse.
Arrojó el palo al piso y dijo–: Prefiero usar chacos.
 Se dio cuenta que una muchedumbre se había aglomerado alrededor durante la pelea.
–Por favor, ¿pueden llamar a la policía? –pidió ella.
–¡Ya están en camino! –gritó alguien.
–Gracias.
–¿Quién eres tú? –preguntaron.
–Soy V Trooper, lucho por la Justicia. Mi  objetivo es evitar que la delincuencia siga rondando las calles de esta ciudad.
Después de decir estas palabras, dio un gran salto y desapareció sobre uno de los edificios de ese sector.

La noticia corrió por todas partes, todo el mundo comentaba la aparición de una hermosa joven vigilante enmascarada.

Después de un mes de continuo trabajo, en el cual la fama de V Trooper crecía como la espuma:
–Mina, vamos a celebrar tu cumpleaños con dos semanas de vacaciones en Cali. –dijo el señor Marco, su padre, mientras veían la televisión recostados en la cama en el cuarto de él.
–¡No, por favor, halla no! –rogó enfáticamente ella.
–Pero, ¡¿por qué?!  – preguntó extrañado el señor Marco– Tú amabas esa ciudad.
–Por favor, vamos a otro lado.
–Bueno –el padre de Mina guardó algunos segundos de silencio –.  Como te has portado bien desde hace ya medio año, además, es por tu cumpleaños, tienes derecho a decidir a donde vamos de vacaciones.
–Gracias papá ¿Podemos hacer un tour por las playas de Esmeraldas?
– ¿Ir a Atacames, Tonsupa, Súa?
–Y a otras playas como Muisne, Same, Las Palmas, Mompiche…
–Está decidido. Recorreremos las playas de Esmeraldas, las conozcamos o no las conozcamos.
Mina dio un fuerte abrazo a su padre y dijo–: ¡Muchas gracias papá!
Ella se levantó de la cama y salió corriendo en dirección de su cuarto.

Apenas cruzó el umbral de la puerta de su habitación, gritó–: ¡Argos, gatito, ¿dónde estás?!
El animal entró presuroso por la ventana y exclamó–: ¡¿Qué?! ¡¿Pasa algo malo?!
–No, todo lo contrario ¡Nos vamos de vacaciones a Esmeraldas!
–¡Solo por eso tanto escándalo! Estaba en el techo tomando sol.
–Disculpa que te haya alarmado pero, la idea original del viaje de vacaciones era ir a Cali.
–Te entiendo ¿Todavía no te sientes lista para ir allá?
–No, aún no.

Horas más tarde, ya por la noche, estaban los padres de Mina viendo la televisión en su cuarto.
–Vivi, olvidé comentarte. Nos vamos de vacaciones a Esmeraldas.
–¿Y qué pasa con  las reservaciones que hicimos en Cali para la víspera del cumpleaños de Mina?
–Las perdemos.
–¿Qué te motivó a cambiar los planes sin consultarme? ¡Siempre hemos decido juntos el lugar donde vamos a vacacionar!
–Es idea de Mina. Ella no desea ir a Cali y prefiere ir a la playa. Además, creo que debemos darle ese gusto porque ella se ha portado bien últimamente y el viaje es por su cumpleaños.
La señora Viviana guardó silencio unos instantes y preguntó –: ¿Por qué tiene miedo de ir a Cali?
–No creo que sea miedo. Tal vez crea que es más divertido ir a la playa ¿Estás de acuerdo con el cambio de planes?
–Sí, mi amor. Yo me encargo de buscar el hotel.
–De acuerdo Vivi.

Días más tarde Mina recorría el barrio Condado Bajo, al norte de la ciudad, acompañada por Argos. En aquel sector se entremezclan las clases sociales. Existen casitas populares prácticamente junto a mansiones lujosas.
–Gatito, ¡no me lo puedo creer! ¡Mañana vamos de vacaciones por dos semanas a la playa! ¡Dos semanas!
–Te mereces ese descanso. Has retomado con mucho ímpetu la misión de V Trooper. Espero que te diviertas mucho en la playa. Recuerda llevar protector solar y el ojo de transformación, es posible que lo necesites.
–¿No vas con nosotros a la playa?
–No creo que tus padres lo permitan.
–Hablo con ellos y les explico que…
–¿Qué ocurre Mina?
Ella había enmudecido y dejado de caminar. Mantenía fija la vista hacia delante.
–¿Reconoces a ese chico? –preguntó ella.
Argos miró en la dirección que señalaban los ojos de Mina. Él vio a un joven, vestido con una chompa negra de cuero  y una gorra de igual color que tenía  en el frente un sello circular en el cual se podía ver dibujado de perfil una lagartija sobre fondo blanco, parado en una esquina con actitud sospechosa. Parecía estar vigilando. Se podía ver que en la parte posterior de la chompa tenía grabado una lagartija vista desde arriba.
–Ese tipo es un miembro de la pandilla Black Lizards, no hay duda. –manifestó Argos.
–Sí, así es. Deben estar en una de sus fechorías. Voy a detenerlos.
Ella sacó de un bolsillo de su chompa su ojo de transformación.
–¿Estás lista para enfrentarte al líder? Es muy probable que se encuentre cerca.
–¡Claro que lo estoy!
Mina se escabulló por la puerta abierta de un parqueadero. Se aseguró que nadie la veía.
Levantó sobre su cabeza su ojo de transformación sujetándolo con ambas manos y dijo:
–¡Por la Justicia! 
La pupila del ojo se iluminó.
Su cuerpo fue transformado en Luz.  La pupila violeta de su ojo de transformación emitió  una radiación que la envolvió, proporcionándole energía y  apareció su traje de batalla.
Terminado este proceso,  su ojo de transformación desapareció y ella se quedó momentáneamente con las manos apoyadas en la cintura mirando fijamente hacia delante. Se había transformado en V Trooper.

V Trooper salió de su escondite y caminó sigilosamente hacia el joven que montaba guardia.
Sin darle tiempo a reaccionar lo puso fuera de combate con dos puñetazos en la cara.
Ella tomó la transversal que resultó ser la entrada de un callejón sin salida en cuyo fondo estaba un camión frente a una lujosa casa de tres pisos cercada por un muro decorado con ladrillo visto.
Al acercarse a la casa, V Trooper se percató que la sólida puerta exterior había sido violentada.
Al ingresar en la propiedad, vio que la puerta de vidrio que daba acceso a la casa, al otro lado del jardín continuo, estaba rota en mil pedazos.
Entró silenciosamente en la casa y al ver a un grupo de tres pandilleros dijo:
–Si ustedes creen que van a sacar provecho de las vacaciones de las personas, están muy equivocados porque estoy aquí para evitar que logren su cometido.
Los pandilleros la regresaron a ver y el que estaba en medio de los tres preguntó:
–¿Quién rayos eres tú?
–Soy V Trooper, lucho por la Justicia.
–Nosotros somos: Hugo –se señaló a sí mismo–, Paco –señaló al compañero que estaba a su derecha– y, Luis –señaló al que estaba a su izquierda–. Somos…
V Trooper esbozó una sonrisa burlona y dijo–: Los sobrinos del pat…
–¡No! –exclamó rotundamente Hugo– Somos miembros de la padilla más temida en el país: Los Black Lizards.
–Estamos al tanto de ti por los noticieros –dijo Paco–.  Dicen que sabes pelear muy bien ¿Eso es  cierto?
–Ven y compruébalo.
–¡Los Black Lizards peleamos siempre juntos! 
Los tres se lanzaron hacia V Trooper. Ella dio media vuelta y salió corriendo.
–¡Nos tiene miedo! –exclamó Luis.
–¡Démosle una lección! Para que aprenda a respetar a los Black Lizards. –manifestó Hugo.
Los tres fueron tras ella.

V Trooper no huyó. Ella buscaba un lugar despejado que le permita moverse con mayor libertad. Aquel lugar lo encontró en el patio trasero de la casa. Se detuvo  cerca al muro posterior y los pandilleros la rodearon.
–No tienes a donde huir.– dijo Luis.
–Te vas a arrepentir de haberte cruzado en el camino de los Black Lizards. –manifestó Paco.
Se dibujó una sonrisa burlona en el rostro de V Trooper.
–¡Dejen de hablar! Quiero ver si esas tetas son tan grandes como parecen. –exclamó Hugo.
Los tres atacaron al unísono a V Trooper. Ella saltó, estiró violentamente sus piernas hacia los lados con lo que pateó fuertemente  en los rostros de dos pandilleros. Ellos cayeron al piso. Mientras ella caía, rotó su cuerpo hacia delante, dobló las piernas y cuando sus pies estaban hacia delante estiró tan violentamente su pierna derecha que dio una fuerte patada al tercero que lo dejó tirado en el piso. Ella aterrizó de pie.
–Ahora díganme, ¿se encuentra aquí su líder?
–¿Nuestro líder? –respondió Hugo.
–Sí, Pedro Villarraga ¿Está él en esta casa?
–No está aquí.
V Trooper esbozó una sonrisa maliciosa, se puso de cuclillas junto a su interlocutor y dijo en forma pausada:
–Generalmente cuando mis oponentes están en el piso, los dejo en paz porque creo que han tenido suficiente –cerró su mano  derecha y lo acercó al rostro de Hugo–. Pero esta vez, si no me dicen lo que yo quiero saber, ¡voy a dejarlos como carne molida!
–¡Está bien! ¡Está bien! ¡Hablaré! Lo encontrarás en el segundo piso de la casa. Fue a divertirse con la empleada de la casa, una morenaza.
V Trooper se puso de pie y dijo:
–Les conviene quedarse aquí y esperar a que venga la policía por ustedes.
Dio media vuelta.
–¿Crees que te haremos caso? –  preguntó Paco.
–Si no lo hacen, tarde o temprano los encontraré y no les dejaré ni un hueso sano.
Empezó a caminar.
–Espera V Trooper. –pidió Hugo.
Ella se detuvo y lo vio por sobre su hombro.
–¿Qué quieres?
–Decirte que tienes un culazo.
–¿Se lo viste? –preguntó Paco.
–¿Por qué crees que no he intentado ponerme de pie? Desde esta posición se le ve todo –Regresó a ver a V Trooper y añadió–: Deberías usar una tanga negra en vez de esa especie de bóxer gris de licra  que tienes puesto para que se te vean las nalgas y luzcan mejor tus piernas.
–Fuera bueno que guardes silencio sino, vas a experimentar nuevamente lo que hacen mis piernas.
–Me gustaría estar entre tus piernas.
V Trooper se puso de perfil hacia la izquierda, encogió su pierna derecha y la estiró violentamente hacia arriba. Sus piernas formaban un perfecto ángulo plano.
–En vez de fijarte en mis piernas o en mi ropa interior, piensa que te pasaría si mi pie se encontrara con tu boca.
–Estoy pensando en lo abierta que está tu…
–¡Basta! ¡Deja ya de fastidiarla! Recuerda nuestro código de honor. –intervino Luis.
–¿Respetar a quien nos vence? No me honra respetar a una mujer  ¡Las mujeres solo me sirven para divertirme!
Hizo el amago de levantarse.
V Trooper se puso de frente y bajó su pierna tan violentamente que hizo temblar ligeramente el piso al golpearlo con su pie a escasos centímetros de la cabeza de Hugo.
–Con ese golpe pudo arrancarte la cabeza ¡Quédate tranquilo! –comentó Paco.
–Haz caso a tu compañero. –pidió V Trooper.
–Nosotros sí respetamos nuestro código de honor –afirmó Luís–.  Haremos lo que nos has pedido y nos encargaremos del patán que te ha insultado.
–Con lo primero me conformo.
Dio media vuelta y, entró de nuevo en la casa. Subió al segundo piso por unas escaleras cuyo barandal de madera era tallado a mano y cuyas gradas del mismo material reflejaban con nitidez su imagen.

Aquella situación se estaba convirtiendo en la más dura que había tenido que afrontar desde que recuperó sus poderes ya que  le recordaba la etapa más oscura de su vida.

Lo más duro de enfrentar fue cuando entró en el cuarto al que le habían guiado los gritos de la empleada. Aquellos gritos escuchó desde que  llegó al segundo piso.
V Trooper vio a una mujer de raza negra prácticamente desnuda luchando infructuosamente contra un hombre desnudo de la cintura para abajo que estaba sobre ella.
V Trooper se estremeció inmensamente al darse cuenta que aquella escena provocó el regreso, desde un pasado que creía olvidado, de un viejo rencor que clamaba venganza, con tal fuerza, que si lo escuchaba, haría algo que se arrepentiría por el resto de sus días.
Ella se concentró en su interior y pidió a su Ser Interno que le ayude a controlar esa loca sed de venganza.
El torbellino que estremecía su interior se apaciguó lo suficiente para que ella retome el control de sus emociones.
Ella sonrió a medias y dijo–: Nos volvemos a ver, Pedro Villarraga. Veo que sigues siendo  el mismo imbécil patán poco hombre de siempre.
Él se sobresaltó. En un rápido movimiento se puso de pie llevándose consigo a la mujer para usarla como escudo humano y le apuntó directamente al cuello con su arma de fuego.
–¿Quién eres tú? ¿Por qué sabes mi nombre? ¡¿Cómo te atreves a insultarme?! 
Su acento tenía el rítmico y rasgado dialecto colombiano.
–Vamos en orden –V Trooper  sonrió irónicamente, apoyó su mano izquierda en la cintura y levantó su puño derecho–. Primero –estiró el dedo índice de su mano derecha–, me llamo V Trooper, lucho por la Justicia. Segundo – estiró el dedo medio de su mano derecha –, es una larga historia. Tercero –estiró el dedo anular– Te falta creatividad y hombría para conquistar a una mujer. Si querías tener relaciones con la pobre mujer que usas como escudo, debías, por lo menos, brindarle el respeto que se merece; en vez de hacer gala  –dejó escasos centímetros entre su dedo pulgar e índice– de tu pequeña virilidad.
Esas palabras hirieron el amor propio de Pedro por lo que apuntó a V Trooper sin deshacerse de su escudo.
–¡Te voy a silenciar de una vez por todas!
V Trooper estaba tranquila. No era la primera vez que le apuntaban con un arma y sabía cómo reaccionar.
La mujer intentó liberarse pero Pedro, apartando su atención de V Trooper, la apretó con más fuerza y le apuntó directamente a la cien.
–¡¿Quieres que te vuele la tapa de los sesos?!
Él escuchó a V Trooper decir–: Rayo Justiciero.
Al regresarla a ver, un rayo color violeta lo impactó de lleno en la cara. Fue estampado en la pared y quedó fuera de combate.
V Trooper se arrodilló junto a la mujer que sollozaba levemente y preguntó–: ¿Estás bien? ¿Logró… logró lastimarte?
–No, llegaste a tiempo. Muchas gracias, V Trooper –regresó a ver a Pedro– ¿Lo mataste?
–No, solamente está inconsciente.
–¡Debiste haberlo matado!
–El poder de decidir quién vive o muere no está en mis manos ni en las de nadie más.
–Pero…
–Debes enfrentarte con tus penas, perdonar, olvidar y, seguir adelante con tu vida. –eso lo dijo más para sí misma.
–¡Estás loca!
–La policía debe estar por llegar, vi al  entrar a la casa un dispositivo de alarma silenciosa. Cuéntales todo lo que ha pasado desde que esos pandilleros entraron en la casa.
Sin decir más, V Trooper salió por la ventana que estaba abierta y un rayo de sol cubrió su retirada.

Argos se reunió con Mina y al ver el rostro de ella, preguntó–: ¿Todo salió bien?
–Sí.
–¿Te sientes bien?
–Sí. Me siento como si pudiera volar, me siento liberada. Siento, siento… ¡que he recuperado el control de mi destino!
–Déjame ver tu ojo de transformación.
Mina lo sacó del bolsillo de su chompa y exclamó al verlo–: Las grietas, el oxido, ¡se han ido!
–Tal como los remordimientos, penas  y rencores se han ido de tu corazón. Ahora has vuelto a ser completamente la chica que elegí para ser  Violet Trooper, mejor conocida como V Trooper, la guardiana de la Justicia.
Mina sonrió alegremente y dijo–: ¡Vamos a casa! Vamos a empacar para levantarnos temprano.
–Te recuerdo que no me van dejar ir de viaje.
–Sí vas a ir.
–Que no te digo.
–Que sí te digo. –rebatió  Mina con una sonrisa en sus labios.
–Que no te digo.

En ese juego se la pasaron todo el camino de regreso a casa.
–Que sí te digo. –dijo Mina mientras abría la puerta.
–¿Con quién discutes? ¿Con Argos?
Mina se sobresaltó. Vio a su padre con una amplia sonrisa en su rostro sentado en la sala frente al televisor.
–Argos es inteligente pero, no lo suficiente para que te pueda rebatir.
–Hola papá. Me sorprendiste.
–Disculpa hija.
–No hay problema.
–Entonces  –él se puso de pie–. Ven Argos.
–¿Vas a dar un regalo a tu hijo gato? –dijo Mina mientras sonreía.
–No, hija. Voy a llevarlo a un buen refugio para animales para que esté ahí mientras estamos de viaje.
–Pero… 
Regresó a ver a Argos. Él, a través de su mirada, le decía–: Ves, te lo dije.
Volvió a ver a su padre y dijo–: Pero, pensé que podía viajar con nosotros.
–Tú sabes que vamos en auto y un viaje de seis horas puede que sea muy largo para él. Tal vez quiera regresarse a la casa. Tú sabes que a los gatos no les gusta que les separen del lugar que consideran su hogar. Además, no creo que nos permitan tener animales en el hotel.
–¿Puedo despedirme de Argos?
–Está bien. No te demores mucho.
Mina fue a su cuarto y abrazó a Argos.
–Es la primera vez que nos separamos tanto tiempo desde que nos conocimos ¡Te voy a extrañar!
Mina no pudo evitar que sus lágrimas mojen sus mejillas.
–Tranquila Mina. Yo también voy a pasarla bien. De seguro el lugar que tu padre buscó para mí es muy bueno.
Dejó a su  gato en la cama y gritó–: ¡Papá, ya puedes entrar!
El señor Marco pasó el umbral de la puerta y dijo–: Ven Argos.
El gato se bajó de la cama y se sentó junto al padre de Mina.
–No llores. Él va a un hotel para mascotas. Lo van a tratar bien. Tú sabes que tu mamá y yo también queremos mucho a este gato callejero que trajiste a casa hace ya varios años, por lo que no lo enviaríamos a un lugar en el que lo maltraten.
El padre de Mina y Argos salieron de la habitación.
Mina se secó las lágrimas y empezó a empacar.

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, el auto de la familia Velástegui se dirigía  hacia el norte de la ciudad para tomar la  avenida Manuel Córdova Galarza. Subieron a Calacalí, y empezó el serpenteante descenso que les llevaría desde los 2850 m de altura de Quito hasta el nivel del mar.

Después de pocas horas pasaban cerca de la refinería de Esmeraldas. Lugar en el que se procesa, con baja eficiencia, la principal fuente de ingresos de Ecuador.
 
Poco tiempo después se dibujó una gran sonrisa en el rostro de Mina. Ante sus ojos se abría un azul infinito. Parecía que la carretera por la que iban se incrustaba en ese azul majestuoso.
–¡El mar! –exclamo Mina– ¿Cuánto falta para llegar?
–Tal vez nos falte como diez minutos para llegar a nuestro primer destino: Tonsupa. –respondió su padre.
La carretera curvó hacia la izquierda y empezó a recorrer paralela al mar. Mina estaba extasiada viendo el azul infinito del mar.
–Es la segunda vez que viajamos a Esmeraldas y no dejo de admirar sus costas. Esta vista desde la carretera que desciende la ladera de la cordillera costanera es majestuosa. A pesar que el mar está aún un poco lejos, da la sensación que se lo puede tocar. – manifestó Mina.
–Lo mismo digo, hija. –dijo  su padre.
La señora Viviana regresó a ver a su esposo y ordenó–: ¡Mantén fija la vista en la carretera!
–Sí, señora.
–Mina y yo vemos el mar por ti.
Las dos se rieron.
–Chistosas. –murmuró el señor Marco.
Cuando el mar se perdió tras una espesa vegetación, la madre de Mina dijo–: Busquen un letrero que diga: “Cabañas del Pacífico.”
Los tres mantenían la vista fija en la carretera hasta que Mina indicó–: ¡Miren el letrero! Toca seguir la flecha.
El padre de Mina disminuyó la velocidad y curvó hacia la derecha. Entraron en un camino empedrado amurallado por una espesa vegetación verde.
Después de un trecho bastante movido, debido al tipo de camino, el mar apareció en toda su majestuosidad. Se sentía un olor salobre en la brisa y se escuchaba el romper de las olas.
Entraron en un complejo compuesto por cabañas color azul, dos canchas deportivas multiusos y piscina.

En su anterior visita, Mina se enamoró de las playas de Esmeraldas por lo que hacía un esfuerzo sobrehumano para controlar sus deseos de dejar a sus padres con todo el trabajo de desempacar, coger su terno de baño y correr hacia las templadas aguas del mar.
Al ver el gesto de Mina, el señor Marco sonrió y dijo–: Tu madre y yo desempacamos. Cámbiate de ropa y ve al mar.
–Deseo ayudarles a desempacar.
–No te preocupes. Estás aquí para divertirte.
El señor Marco entregó las llaves de la cabaña a su hija.
Mina dibujó una amplia sonrisa en su rostro, besó en la mejilla a su padre, cogió una de sus maletas y entró corriendo en la cabaña.

Mientras los señores Velástegui descargaban las maletas de la cajuela, el señor Marco se percató de la expresión del rostro de su esposa.
–¿Qué te ocurre? –le preguntó.
–Espero que el terno de baño de nuestra hija sea diferente al que usó en las vacaciones de fin de año ¿Lo recuerdas?
La sonrisa desapareció del rostro del señor Marco, sacudió la cabeza y exclamó con desazón–: ¡Claro que lo recuerdo!
–Aquella vez nos cogió desprevenidos. Pero ahora, ¡no la dejaré que haga lo que quiera!
–Nuestra hija ha vuelto a ser la misma de antes. No creo que se repita lo que pasó en aquellas vacaciones.
–¡Espero que no te equivoques!

En las vacaciones de fin de año, luego de navidad, viajaron a Atacames con unos vecinos y amigos: la familia Villarraga. Cada familia viajó en su auto.
Ni bien se habían detenido los autos, Mina salió  y, se quitó la ropa. Al darse cuenta que sus padres la miraban estupefactos, había dicho–: ¡No estoy desnuda! Mírenme, estoy con terno de baño. Nos vemos luego.
Sin dar tiempo a que sus padres articulen palabra ella había salido corriendo hacia el mar. Tras ella, había corrido el hijo mayor de los Villarraga, Pedro.
Aquel terno de baño era un micro bikini de color negro. Con dificultad había cubierto las partes íntimas del cuerpo de Mina. Más bien, cubría la mitad de sus partes íntimas.

Al terminar de sacar las cosas del auto, los padres de Mina las recogieron y se dirigieron a su cabaña. Al entrar vieron a su hija en la habitación más pequeña vestida con un bikini color violeta. Ella estaba terminando de guardar sus cosas en el armario. El bikini era de buen gusto y decente. Se amoldaba a las lindas formas de su cuerpo pero no las dejaba al descubierto.
Al percatarse que sus padres habían entrado en su habitación, Mina sonrió y dijo–: La habitación más grande con la cama más grande debe ser para ustedes, por lo que me quedo con esta habitación.
–Está bien. –dijo su madre.
–Bueno, terminé de desempacar –Mina cogió un bolso de playa color violeta con el menaje adecuado, dentro del cual estaba oculto el ojo de transformación, y añadió–: Voy a la playa  ¿A qué hora regreso para ir a almorzar?
–No te preocupes. Nos encontramos en la playa luego que desempaquemos.  –respondió su padre.
–Pero no te alejes mucho.
–De acuerdo, mamá.
Mina dio un beso en la mejilla a sus padres y salió de la cabaña.
La señora Viviana sonrió satisfecha y dijo–: Tienes razón, nuestra hija ha vuelto a ser la misma de antes.
–Era muy difícil que una niña criada bajo las normas que pueden resumirse en los principios cristianos: “Ama a DIOS sobre todas las cosas” y, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” se convierta permanentemente en una rebelde sin causa.
–¿Rebelde sin causa? ¡Te quedas corto! ¿Te acuerdas que en las vacaciones de fin de año discutimos con ella para que nos deje la cama matrimonial? ¿Te acuerdas que una vez tuve que sacarla del mar con una toalla porque se le había zafado el sostén del bikini? ¿Te acuerdas que todas las noches llegaba apestando a licor? ¡Incluso una  noche apestaba a tabaco o algo así! ¿Recuerdas que la noche de fin de año ni Mina ni Pedro llegaron a dormir y al amanecer Mina entró en la cabaña tambaleándose por borracha y se quedó dormida en el suelo? ¿Recuerdas que nos enteramos que nuestra hija había puesto un ojo morado a Pedro? Eso último causó que perdiéramos la amistad de los Villarraga.
–Mina dijo que Pedro intentó violarla, por eso le pegó. Él dijo que ella quería seguir bebiendo y él trató de impedirlo y ella le pegó. Nunca sabremos que ocurrió realmente.
–Tú, como yo, sientes que Mina dijo la verdad porque siempre nos pareció  que Pedro no es digno de confianza. Siempre nos pareció que andaba en malos pasos.
–Tal vez el mal comportamiento de Mina se debió a la amistad con Pedro ¿Recuerdas lo que dice el libro sagrado de los cristianos: “Las malas amistades echan a perder los hábitos útiles”? –el padre de Mina guardó silencio momentáneamente– Algunas veces he pensado que mi trabajo causó la rebeldía de Mina. Por ese motivo no lograba reprenderla como era necesario.
–Es perder energía sentirse culpable por algo que está fuera de nuestras manos. Vivimos en Quito porque la petrolera para la cual trabajas te trasladó debido a que te necesitaban en esa ciudad. Mina parecía entender eso ya que estuvo presurosa y animosa alistándose para viajar.
–Ya no hablemos más de recuerdos amargos. Afortunadamente a sus quince años ha recuperado la forma de ser que perdió hace casi dos años.

Mina salió presurosa por la puerta posterior del hotel y puso sus pies en la mullida arena de la playa.
Ella sintió deseos de quitarse las sandalias pero:
“Mejor no. Voy a achicharrarme los pies.” pensó.
El sol brillaba en todo su esplendor y supuso que la arena debía estar ardiendo.
Caminó en dirección de una torre de salvavidas a pocos metros del mar. Ella vio que dos hombres conversaban arrimados a la torre, uno de ellos era el salvavidas, el otro estaba vestido con traje de neopreno color negro. Una tabla de surf estaba clavada a la derecha de la torre.
Mina se acercó al salvavidas y, mientras señalaba un punto en la playa a diez metros hacia el sur, a la izquierda de la torre, casi al frente de la puerta del hotel, le preguntó–: ¿Está bien que deje ahí mis cosas? En este momento estoy sola y tengo un poco de temor de que se pierdan.
–Con confianza déjelas ahí. Vaya tranquilamente al mar, si es lo que desea. Nosotros nos encargamos de que no le pase nada a sus cosas. –se adelantó a decir el hombre del traje de neopreno.
Mina sonrió y dijo–: Muchas gracias.
–Niña, muchos hombres darían un brazo por hacerla sonreír y el otro brazo por besarla en su linda boca.  –dijo el hombre del traje de neopreno. Estiró su brazo derecho hacia Mina y dijo–: Me llamo Juan Pérez, encantado de conocerla.
Aquel hombre le pareció un tanto atrevido a Mina pero, como parecía ser amigo del salvavidas, el cual tenía pinta de ser honesto y confiable, ella estrechó la mano de aquel hombre y dijo–: Mi nombre es Mina, Mina Velástegui.
–Mi nombre es Clemente Espinosa, a sus órdenes. –dijo el salvavidas mientras hacía una inclinación ante Mina.
–Encantada de conocerlo. –respondió ella mientras inclinaba ligeramente hacia delante su cabeza.
–Yo le garantizo que sus cosas van a estar seguras.
–Muchas gracias.
Mina caminó hacia el lugar que había señalado.
Se quitó la  tolla que tenía alrededor de la cintura y la tendió sobre la arena.
–¡Mira esas piernas! Están buenas. –dijo Juan.
Mina se inclinó para estirar la toalla.
–Y ese trasero…
–¡Cálmate Juan! Esa niña no debe tener más de dieciséis años. Si le haces algo, te puede pasar lo que le ocurrió a ese futbolista de la Liga Deportiva Universitaria de Quito aquella vez.
–Tengo veintidós años, y qué. Tú sabes que ella no sería la primera menor de edad que me como y que ninguna se ha quejado.
–Solo las que has dejado embarazadas.
–¡Eso es mentira! Siempre he usado protección. Algunas quieren que les quite la virginidad al natural pero yo les digo –: Con sombrero o nada.
Mina estaba sentada en la toalla y estaba poniéndose bronceador.
–Daría mi brazo derecho si ella me permitiese ponerle el bronceador.
–Juan, mejor vete a surfear.
Mina se recostó boca abajo en la toalla.
–¡Que rica! Me gustaría que se desamarrara el sostén y se voltee boca arriba ¿A que sabrá su piel con ese bronceador?

Luego de algunos segundos ella vio hacia Juan, se puso de pie y corrió hacia el mar.
–¡Mira lo que hiciste! Espero que sepa defenderse sola en el mar. No me gustaría que se ahogue. –reclamó Clemente.
–¡No he hecho nada!
–La mirabas fijamente con la baba chorreándote. Mejor vete, vete. Coge tu tabla y anda a montar olas lejos de mis bañistas.
–Está bien. –Juan cogió la tabla–. Te juro que no voy a tardar mucho en comérmela.
–¡Lárgate ya! No hagas quedar mal a los surfistas.

Mina se había metido en el mar hasta tener el agua en la cintura.
Cuando vio que Juan corría con su tabla hacia el norte, logró relajarse.
“Ese tipo es un pesado ¡Mirarme tan fijamente y decir tantas cosas desagradables! Sólo porque es alto, rubio, bronceado, con ojos azules y el traje de neopreno está forrado a su musculoso cuerpo se cree el conquistador.” pensó.
Mina empezó a nadar tranquilamente y a jugar con las olas.

Al cabo de un rato Mina escuchó su nombre luego de salir de debajo de una ola. Dio media vuelta mientras se quitaba el cabello que le cubría los ojos.
–Hola papá, hola mamá. –dijo con una gran sonrisa en los labios.
–Estás divirtiéndote mucho, ¿no es verdad?
–Sí, papá. El mar está tranquilo y el agua  está templada.
–Al mar debes tenerle respeto y te irá bien dentro de él. Es peligroso aventurarse solo.
–Tienes razón pero, tuve mis motivos.
–¿Cuáles fueron?
Les contó de Juan Pérez.
–Creo que la próxima vez que vengamos a la playa ya no voy a usar bikini.
–Tranquila hija. Eres una niña muy linda y debes acostumbrarte a que se fijen en ti todo tipo de chicos y reaccionar adecuadamente.
–Sí mamá, tienes razón.
–Bueno. Nademos un poco y vamos a almorzar.
Los tres empezaron a juguetear con las olas del mar.

Después de un momento de sano esparcimiento salieron del agua y fueron a recoger sus cosas. Los padres de Mina habían dejado las suyas junto a las de Mina.
Mina se acercó a Clemente y dijo:
–Muchas gracias por cuidar nuestras cosas.
–De nada señorita.
–Tengo que hacerle una queja de su amigo. Escuché una que otra palabra de lo que estaba diciendo él de mí. Además, me miraba como si quisiera quitarme el bikini.
–No se preocupe por él. Yo me encargaré de que no se meta con usted.
–Muchas gracias.
 Mina se reunió con sus padres y fueron a almorzar.

El día siguiente pasaron en la misma playa y por la noche estaban a la mesa en el mejor restaurante de Atacames.
–¡Feliz cumpleaños, Mina! –exclamó el señor Marco.
–¡Feliz cumpleaños, hija! –exclamó la señora Viviana.
–Muchas gracias. El mejor regalo de cumpleaños que me han dado y me darán es ser mis padres. Estoy agradecida por todo el apoyo y comprensión que me han dado. –se puso un poco triste y añadió–: Me gustaría que Argos estuviese aquí.
–No te pongas triste, él debe estar pasando muy bien en el hotel. –dijo el señor Marco.
–Ahora ordena lo que quieras. –manifestó la señora Viviana.
–¿Lo que quiera?
–Lo que quieras.
Mina cogió el menú que tenía fotos de los platos más exquisitos de la casa.
–El arroz marinero se ve delicioso.
–¿El que tiene la langosta? –preguntó su padre.
–El mismo.
–A mí también me parece excelente.
–Lo mismo digo. –añadió la señora Viviana.

Desde una mesa un tanto alejada un hombre los observaba sin ser visto.
Llamó al mesero que atendió a la familia Velástegui y le preguntó–: ¿Qué ordenaron?
–Ellos ordenaron el arroz marinero con langosta.
–¿El plato más caro?
–Sí. Parece que están celebrando el cumpleaños de la chica porque también pidieron pastel.
El hombre de la mesa sacó su tarjeta de crédito y se la entregó al mesero.
–Lleva a su mesa una botella del mejor vino que tenga la casa y no aceptes un no por respuesta.

Cuando el mesero servía la orden a la familia Velástegui, el señor Marco dijo–: Nosotros no ordenamos vino.
–El señor Pérez lo envía. –dijo el mesero mientras señalaba con la mirada la mesa a la cual estaba sentado el hombre que les había observado.
Los tres lo miraron y él inclinó hacia ellos su cabeza.
–Es el surfista del que les hablé. –dijo Mina.
–Agradezca al señor de nuestra parte pero, no podemos aceptar el vino. Debe ser muy costoso.  –pidió el señor Marco
–Señor, ¿tiene alguna queja acerca del vino? ¿Su presentación, su calidad?
–No.
–Con todo respeto, es política de la casa aceptar la devolución de un producto si el cliente no está satisfecho con la calidad o la presentación del mismo.
El señor Marco revisó la botella y se aseguró que no había sido previamente abierta.
–Está bien. Si no hay más remedio, sírvanoslo.
El mesero abrió la botella y entregó una copa a cada uno.
Los tres levantaron sus copas hacia Juan y él respondió el gesto con uno similar.
–Espero que no se le ocurra venir a nuestra mesa porque no lo voy a permitir.
–Olvídate de él, Vivi. Disfrutemos de la comida, del pastel  y del vino.
–Pero una copa de vino es más que suficiente para Mina.
–¡Mamá, el vino está muy rico!
–Mina, no debes tomar más.
–Está bien, papá.
Al cabo de un rato habían terminado de comer y de beber la botella de vino. Estaban satisfechos.

Al día siguiente decidieron comenzar su recorrido por las playas de Esmeraldas. Primer destino: Atacames. Mina había dicho que se puede llegar a pie, así que caminaban con rumbo sur.
Después de haber caminado por la playa un buen trecho desde el hotel se detuvieron frente a la desembocadura de un río.
–Este es el río Atacames –dijo Mina–. Lo podemos cruzar fácilmente, el agua no es muy profunda.
–¿Estás segura?
–Sí, mamá. Pedro y yo lo cruzamos varias veces.
Mina se quitó las sandalias y la toalla que envolvía su cintura y se metió en el agua. Tras de ella fueron sus padres.
Fácilmente cruzaron al otro lado.
Mientras se ponían las sandalias y las mujeres se colocaban alrededor de las cinturas sus toallas, un hombre que los había visto cruzar se acercó a ellos y les dijo:
–Por favor, no vuelvan a cruzar el río.
–¿Por qué? –preguntó Mina con un amplia sonrisa.
–Porque es muy peligroso. El río tiene repentinas corrientes que jalan mar adentro. En carnaval se murieron dos turistas. Sus cuerpos los encontramos casi en Súa.
La sonrisa de Mina se desvaneció como la niebla cuando empieza a calentar el sol en la mañana.
–Tendremos muy en cuenta su recomendación. Muchas gracias. –dijo la madre de Mina y empezaron a caminar.
–Para regresar tenemos que ir al pueblo, coger un bus y caminar un buen trecho desde la carretera hasta las cabañas. –dijo el señor Marco.
–No estés triste, Mina. –pidió su madre.
–¡Nos puse en peligro innecesariamente!
–Tú no sabías que era peligroso cruzarlo.
–Es verdad, pero…
Terminó su frase en su mente.
“Soy V Trooper, mi función es ayudar y proteger ¡No poner en riesgo a las personas!”
–Anímate hija. Si el señor no nos advertía, yo mismo proponía cruzarlo de regreso. Me pareció divertido. –dijo el señor Marco.
Mina sonrió.
Pasaron un día entretenido en Atacames, nadando, jugando y, bronceándose. Por la tarde decidieron tomar un  bus para regresar a  Tonsupa. Les agarró la noche cuando les tocó caminar el tramo sin iluminación desde la carretera hasta las cabañas. No tenían miedo. Sentían la seguridad de que nada malo les pasaría, y así fue. Llegaron a merendar en el restaurante de las cabañas.

Al día siguiente tomaron rumbo sur por la carretera para ir a Súa, una pequeña y hermosa bahía al sur de Atacames. Sus aguas son muy quietas y poco profundas, es como nadar en una piscina de agua salada. Lo más hermoso del lugar, la gigantesca roca que está al extremo sur de la bahía. Por la noche regresaron a la cabaña.

Al día siguiente siguieron rumbo sur, la carretera empezó a ascender luego de pasar Súa y al poco rato descendieron por un camino transversal para llegar a la playa de Same, una pequeña y estrecha playa al borde de la montaña,  rodeada por lujosas casas que le daban al lugar el carácter de exclusivo. La playa presentaba un pequeño declive y la arena era más compacta que en Tonsupa. Por la noche volvieron a su cabaña.

A la mañana siguiente, muy temprano, volvieron a la carretera y tomaron rumbo sur. Pasaron Same y después de un buen tiempo llegaron a una especie de puerto. Tomaron una lancha que les llevó a una isla cercana. Al desembarcar  se subieron en un triciclo impulsado a pedal el cual los condujo a la playa de Muisne.
Luego de bajarse del triciclo y concretar una hora para que regresen por ellos, se internaron en la arenas de la playa.
–Son lindas las playas de Esmeraldas pero, la que más me gustaba era Tonsupa. –dijo Mina.
–¿Te gustaba? –preguntó su padre.
–Sí. Ahora la playa que más me gusta es ésta ¡Es enorme! ¡Es súper ancha y es tan larga que se pierde de vista!
–Yo podría agregar que es tranquila. No hay aglomeración de gente ni tampoco música a todo volumen. Siento que podemos dejar nuestras cosas aquí sin preocuparnos. –opinó la señora Viviana.
–Entonces vamos a nadar. –dijo Mina.
Los tres se metieron en el agua para jugar y nadar, pero de pronto:
–¡Aaaay! –gritó dolorosamente Mina.
–¡¿Qué te pasó?! –preguntaron alarmados sus padres.
–No sé ¡Me duele mucho la pierna derecha!
Mina había sentido una especie de latigazo de algo que parecía incrustarse en su pierna derecha provocándole un terrible ardor y dolor. En aquellos momentos ella creía que recibir una bala era menos doloroso.
Sus padres la sacaron del agua y la recostaron en la arena. Vieron que en la pantorrilla derecha de su hija había una terrible roncha.
–¡¿Qué te hizo eso?! –preguntó asustada la señora Viviana.
Un vendedor de helados, alertado por el estado de alteración de los padres de Mina y de los gritos de dolor de ella se había acercado  y respondió la pregunta:
–A su hija la picó un agua mala.
–¿Qué es eso? –preguntó el señor Marco.
–Luego se los explico. Su hija necesita que le mitiguen el dolor que está sintiendo.
–¿Cómo? –preguntó el señor Marco.
–Yo puedo curar a su hija, si me lo permiten.
–Hágalo, por favor.
El señor dejó su carrito y corrió hacia un restaurante cercano. Al poco rato regresó con un  tazón. Muy delicadamente embadurnó con el menjunje del tazón a la roncha de la pantorrilla de Mina.
Poco a poco el dolor que tenía Mina se fue mitigando y la roncha se fue deshinchando.
–Muchas gracias, señor. –dijo Mina al sentirse aliviada.
–De nada niña. Es un placer ayudar.
–¿Qué podemos darle a cambio de su ayuda? –preguntó el señor Marco visiblemente agradecido.
–Nada. A mí me gusta ayudar a las personas que lo necesiten.
“Tal como a mí.” pensó Mina.
–Vengan por favor, les voy a mostrar el agua mala.
Los tres siguieron al heladero.
Él se detuvo junto  a una especie de bolsa llena de tentáculos.
–Eso –tocó con un palo a la bolsa–. Es el agua mala.
–Parece una especie de medusa. –opinó Mina.
–Nosotros conocemos esto como agua mala –tocó con el palo los tentáculos–. Estos látigos se pegan alrededor de uno y le inyectan el veneno.
–Si este bicho llegó a la playa, creo que el agua estará infestada de ellos. –opinó la señora Viviana.
El heladero levantó la vista y miró alrededor
–Como infestada no, pero si hay muchos. –dijo él.
La familia Velástegui vio a su alrededor y vieron algunas “aguas malas” en la playa.
Se escucharon cerca gritos de dolor.
–Bueno. Creo que tengo más pacientes. Hasta luego. –dijo el heladero.
–Hasta luego y gracias. –respondieron los Velástegui.

Luego que el heladero se fue a ayudar, la familia Velástegui decidió caminar,  jugar y broncearse en la playa, lejos del agua, hasta que vengan por ellos.

Ya por la noche,  analizaban su itinerario para los demás días.
–He averiguado como llegar a las demás playas de Esmeraldas pero, lo único que entiendo es que están muy lejos. –dijo el señor Marco.
–Creo que deberíamos quedarnos el resto de nuestras vacaciones aquí, en Tonsupa. –comentó la señora Viviana.
–Yo quería explorar todas las playas pero, creo que tengo suficiente de descubrimientos. –opinó Mina mientras se tocaba su pantorrilla derecha la cual todavía le molestaba.
–Entonces quedémonos aquí. –dijo el señor Marco.

Así lo hicieron, pasaron los días jugando en la playa con una pelota playera, nadando en la piscina del hotel o en el mar, caminando por la arena o bronceándose. No solo los tres se divertían, se habían hecho amigos de una pareja que tenía dos hijos, chico y chica, de la misma edad de Mina. Además, como siempre estaban cerca de la torre del salvavidas, se habían hecho amigos de Clemente.

Lo único que le desagradaba a Mina era encontrase “casualmente” con Juan Pérez dos o tres veces al día.
Él parecía tomar como reto personal “comerse” a Mina ya que utilizaba todos los trucos de conquista que conocía,  que le habían servido durante años, y algunos nuevos que se había inventado pero, nada le resultaba.
Mina admitía que Juan era muy guapo pero, lo encontraba muy pesado, atrevido e irrespetuoso. Algunas veces, sin importarle que los padres de ella estuvieran presentes, él realizaba sus gestos, poses, dichos, que formaban parte de su rutina de conquista. Ella, muy políticamente, le indicaba que perdía su tiempo.

Llegó el penúltimo día de playa.
–Mina, esta noche, en la discoteca hay un fiesta ¿Te gustaría ir? –preguntó Clemente.
–Tengo que pedir permiso a mis padres.
–Si quieres, te acompaño.
–Bueno.
Ambos fueron a hablar con los señores Velástegui. Clemente respondía satisfactoriamente a todas y cada una de las preguntas que le hacían.
–Bueno, me has convencido. Puedes llevar a mi hija a esa fiesta. Pero la cuidas muy bien. –dijo el señor Marco.
–Así lo haré, señor.
–Y la traes de vuelta a la media noche.  –pidió la señora Viviana.
–Así lo haré, señora.
–Me he convertido en Cenicienta. –dijo Mina en tono burlón y con una sonrisa en los labios.

La discoteca estaba a unos tres kilómetros hacia el norte del hotel. Era un edificio hecho de madera al pie de la playa. Disponía de unas veinte mesas rústicas, un bar de igual estilo e iluminación adecuada al lugar.
La fiesta iba bien. La música era buena, bailaban, cantaban, tomaban uno que otro jarro de cerveza.

La  fiesta iba bien hasta que se acercó Juan con un jarro de cerveza a la mesa que ocupaban Clemente y Mina.
–Hola Mina, me gustaría invitarte esta cerveza. –dijo interrumpiendo inesperadamente.
–No, gracias –respondió Mina sin regresarlo a ver  –¿Qué me decías Clemente?
Juan puso el jarro en la mesa.
–Tómatela, te va a refrescar.
–No –Mina vio a Juan directamente a los ojos–. Ya he bebido suficiente cerveza.
Juan acercó el jarro hacia Mina.
–Otro jarro no te hará daño.
–No deseo, gracias.
Juan acercó un poco más el jarro a Mina.
–Por favor, no me hagas el desaire.
–¡Te digo que no! ¿Acaso no entiendes?
–Juan, deja de insistir. –pidió Clemente.
–¡Tú no te metas!
Clemente se puso de pie  y dijo–: ¿Por qué le insistes tanto? ¿Acaso le pusiste algo a la cerveza?
–No, yo no hago esas cosas.
–Entonces, tómate la cerveza.
–No.
–¿Por qué no te la tomas?
–La traje expresamente para Mina.
–Le traes otra luego.
–No.
–Si no te la tomas, voy a llamar a la policía. Tú sabes que soy amigo de algunos policías que pueden actuar antes que vengan por ti tus abogados y padrinos.
–¡¿Me estás amenazando?!
–Tómalo como quieras.
Mina cogió el jarro, se lo ofreció a Juan y dijo–: Los hombres valientes asumen las consecuencias de sus actos.
Juan quedó estupefacto.
–¡Te está llamando cobarde! –exclamó Clemente.
Juan se bebió el jarro de cerveza de un solo trago.
–Me voy, nos vemos.
–No, como crees. Te vas a sentar a nuestro lado. –manifestó  Clemente.
–No, gracias.
Clemente sacó su celular.
–¡Está bien, está bien!
Juan se sentó.
Los tres trataban de mantener una conversación.

Al cabo de diez o quince minutos, Juan enmudeció y se desplomó en la silla. Estaba semiinconsciente.
–¡Como lo imagine! –exclamó Clemente.
Se puso de pie y cerró su puño derecho.
–¡Te voy a dar una paliza por desgraciado!
–¡No, no lo hagas! Él está indefenso. –intervino Mina.
–¡¿Por qué lo defiendes?! Él pretendía violarte.
–Sí, conozco sus intenciones. Pero si lo golpeas estando él en ese estado, serías igual de tramposo y cobarde que él.
–Ganaste.
Clemente  cruzó alrededor de su cuello uno de los brazos de Juan.
–¡¿Adonde te lo llevas?!
–No te preocupes. Lo voy a arrojar a la playa, tal como hacen aquí con los borrachos que se quedan dormidos. Cuando regrese te llevo a tu hotel. Ya casi son las doce, Cenicienta.
Clemente se llevó a Juan.

Mientras tanto, los padres de Mina estaban en la piscina del hotel.
–Que tranquilos estamos aquí. –dijo el señor Marco.
–Sí. Tenemos la piscina solo para los dos. –dijo la señora Viviana.
–Es casi media noche. Nuestros vecinos deben estar durmiendo o en la fiesta.
–Es la primera vez que no me cansa ni preocupa esperar que nuestra hija regrese de una fiesta.
El señor Marco sonrió.
–¿Por qué sonríes y me miras así, Marco?
–¿Te acuerdas de mi fantasía, la que no hemos podido cumplir?
Se puso frente a su esposa y la abrazó.
–¿Aquella que para cumplirla requieres una casa con piscina?
–La misma.
Se pegó a su esposa.
–Baje su bayoneta, soldado, que estamos en un hotel.
–Pero estamos solos, mi cielo.
Empezaron a besarse.

Al poco rato se escucharon voces.
–Marco, Marco, espera ¡Alguien viene!
Las voces se escucharon más claramente.
–Vivi, es Mina, y no está sola.
En un rápido movimiento ambos se separaron y se ubicaron en extremos opuestos de la piscina mientras trataban de recuperar la compostura y acomodar sus ternos de baño.
Mina y Clemente llegaron al área de la piscina.
Ella sonrió, vio su reloj y dijo–: Soy la Cenicienta perfecta. El caballero Clemente me ha traído exactamente a la media noche.
–¿Se divirtieron?
–La fiesta estuvo entretenida, papá.
–Clemente, muchas gracias por cuidar a nuestra hija.
–De nada, señora. En este corto tiempo su hija ha llegado a ser una de mis mejores amigas.
Mina sonrió.
–Bueno, me retiro. Tengo que buscar a un amigo que se pasó de copas.
–Buenas noches, Clemente. –dijo el señor Marco
–Te acompaño hasta la puerta del hotel. –manifestó Mina.
Mientras Clemente y Mina iban hacia la puerta de hotel, los padres de Mina empezaron a salir de la piscina.

Al llegar a la puerta del hotel, Clemente preguntó–: ¿Tus padres discutirían? Los note raros.
Evitando reír, Mina respondió–: No lo creo –abrazó tiernamente a su amigo– Muchas gracias, me divertí mucho. –le dio un beso en la mejilla.
–Igualmente.
Él sacó su celular.
–¿Me puedes dar tu teléfono?
–Claro, si algún día vas por Quito, te llevo de paseo.
Él grabó el número en la memoria de su celular.
–¿Tienes celular?
–No, no me gustan esos aparatos.
–Te entiendo, te pueden controlar con él. Mañana te doy mis teléfonos en un papel.
Dio otro beso en la mejilla de su amigo y se despidieron.

Mina encontró a sus padres fuera de la piscina.
–Hija, vamos a dormir, ya es muy tarde. –dijo el señor Marco.
Mina sonrió y dijo–: ¿Estaban esperándome?
–Claro. Eres nuestra única hija ¿Cómo te fue? –dijo la señora Viviana.
Mientras caminaban y entraban en la cabaña les contó lo que pasó en la fiesta, sin entrar en detalles desagradables.
Mina entró en su cuarto y justo antes que sus padres entren en el suyo, Mina preguntó–: ¿No creen que con la edad que tengo, un hermanito parecería más hijo mío que suyo?
–¡Mina! –exclamaron al unísono sus padres.
Ella cerró la puerta de la habitación y dio una sonora carcajada.

Al día siguiente Mina estaba bronceándose boca abajo entre sus padres. Ellos estaban leyendo. Llamó su atención una creciente aglomeración de personas en un sector de la playa. Presintiendo que algo malo ocurría, se levantó llevando consigo su bolso.
–¿A dónde vas? –preguntó su padre.
Sin dejar de ver a la muchedumbre que iba creciendo respondió–: Me dio ganas de ceviche playero de concha. Voy a buscar uno de esos carritos que los preparan. No me demoro ¿Nos encontramos aquí mismo?
–Está bien.
La señora Viviana vio hacia la dirección que apuntaban los ojos de Mina y preguntó–: ¿Por qué allá habrá tanta gente?
El señor Marco vio hacia el lugar que miraban su hija y su esposa y, respondió–: Tal vez estén vendiendo algo o haya un espectáculo. Vamos a ver –regresó a ver a su hija–. Luego…
No completó su frase al ver que su hija no estaba.
–Debía tener muchas ganas de comer ceviche. –añadió.
Los padres de Mina se dirigieron hacia la muchedumbre.

Mina se había metido sin que nadie la viera en una carpa cercana color verde que estaba aparentemente abandonada.
Cerró el cierre de la carpa. Al poco rato se le escuchó decir–: Por la Justicia.
Al abrir el cierre de la carpa, se encontró con una niñita, de no más seis años de edad, empapada la cual gritó.
V Trooper se colocó su dedo índice derecho sobre los labios y le extendió una toalla a la niñita.
–Gra… gracias. –dijo la niñita mientras se envolvía en la toalla.
–De nada.
–¿Tú, tú eres V Trooper?
–Sí.
–¡Bravo! Tú eres muy valiente. Te admiro mucho.
–Gracias ¿Por si acaso, tú viste entrar a alguien aquí antes que yo salga?
–No, acabo de salir del mar porque tenía frío. Mi familia se quedó en el agua ¿Por qué  sales de nuestra carpa?
V Trooper sonrió y respondió–: Secretos de súper héroe –señaló a su bolso violeta– ¿Puedo dejar aquí mi bolso?
–Sí, yo lo cuidaré por ti.
–Gracias.
V Trooper saltó y los rayos del sol la sacaron de la vista de la niña.

La aglomeración de personas no se había reunido para comprar algo o ver un espectáculo. Estaba reunida para ver a un hombre, cuya edad estaba entre cuarenta y cincuenta años, amenazar a Juan Pérez con una pistola. Ambos habían estado discutiendo sin llegar a ningún lado.
Las frases que el hombre había dicho eran–: Eres un desgraciado abusivo., –Te aprovechaste de mi hija., –Tienes que responder por lo que le hiciste.
Las frases que Juan había dicho eran–: Yo no conozco a su hija. –Tendría que conocerla para hacerle algo.,  –Yo no tengo que responder por nada.
Frases iban, frases venían, en un círculo vicioso hasta que el señor se cansó.
El hombre apuntó directamente a la cabeza de Juan y dijo–: ¡Respondes por lo que le hiciste a mi hija o te mato y mato a cualquiera que intente defenderte!
Juan levantó las manos sin saber que decir, sintiéndose perdido.
–Despídete.  –dijo el hombre.
Juan cerró los ojos.
De la nada apareció V Trooper y con dos patadas: una en la mano con la que sujetaba la pistola y otra en los pies, desarmó y derribó al hombre que amenazaba a Juan.
–¿Quién eres tú? ¿Por qué lo defiendes?  –preguntó el hombre mientras trataba de ponerse de pie.
V Trooper permitió que se ponga de pie controlando con la vista todos sus movimientos.
Cuando el hombre estuvo de pie, ella respondió–: Soy V Trooper, lucho por la Justicia. Intentar quitar la vida a un ser humano es un delito sin importar cuales sean las causas que lo motiven.
–¡Él no es un ser humano, merece morir! –gritó el hombre y se lanzó a coger la pistola.
En un rápido movimiento V Trooper cogió la pistola y la metió en el bolsillo derecho de su falda.
–Antes que llegue la policía, la cual ya debe estar en camino –dijo V Trooper–,  explique lo que le motivó a atacar a este hombre –regresó a ver a Juan, el cual estaba oculto tras ella–.  Yo creo que ni él sabe por qué le ataca.
–¡Este hombre violó a mi hija y la dejó embarazada!
–¡Él no me violó!  –se escuchó tras el hombre.
Una joven de aproximadamente la edad de V Trooper salió de detrás del hombre y se colocó junto a él.
–Tú eres menor de edad y él mayor de edad ¡Debió darte algo para acostarse contigo!
–¡Él no me violó!
–Él no la violó  –intervino V Trooper y vio a Juan–. Simplemente, valiéndose de su atractivo físico y dotes de conquistador, enamoró a su hija y consiguió lo que quería: acostarse con ella.
El hombre vio a su hija y preguntó–: ¿Así fue?
La chica inclinó su cabeza hacia delante hasta pegar su mentón a su pecho y respondió–: Sí. Él me dijo que me amaba, que me quería, que era su diosa. Yo me enamoré tanto de él que, bueno… pasó.
–Yo no te recuerdo, chiquilla.  –dijo Juan.
V Trooper se hizo a un lado, dejando a su protegido frente a frente con el hombre y su hija.
–Intenta recordarla. El señor no debe estar loco para acusarte de embarazar a su hija y ella sí te reconoce.
Juan la vio.
–Tal vez otro se la comió y me quiere echar la culpa.
–¡Yo era virgen!
–Virgen –murmuró Juan–  ¿Cuándo se supone que me acosté contigo?
–Hace un año.
–Dio a luz hace tres meses. Mi señora se quedó con el nieto en Quito.
–¿Susana? ¿Tu nombre es Susana Reinoso?
–Sí.
–¿Admites que la conoces y que te acostaste con ella?  –preguntó V Trooper.
Juan guardó silencio.
–¿La conoces o no la conoces?
–¡Sí, sí la conozco! ¡Admito que me acosté con ella! ¿Satisfechos?
–¿Qué no usabas siempre protección?  –preguntó Clemente.
Él formaba parte de la multitud de curiosos.
–¡No te metas! Ve a tu torre. Alguien debe estar ahogándose. –respondió Juan.
–¡Tienes que responder por lo que le hiciste a mi hija! ¡Tienes que casarte con ella!
–¡No, papá! ¡No lo amo! Al día siguiente ni siquiera me regresaba a ver. Es más, lo vi besarse con otra.
–Señor, obligarla a casarse con un hombre que no ama es condenarle a un matrimonio infeliz que seguramente terminará en un triste divorcio. –opinó V Trooper.
–¡¿Entonces qué debe hacer mi hija?!
–Cuidar sola a su hijo, con el apoyo de sus padres. Tal vez en un futuro encuentre a un buen hombre que se case con ella  –regresó a ver a Juan–.  Tú también debes ser responsable por tus actos.
–¡Yo no quiero casarme con ella!
–Tú tienes que darle tu apellido a tu hijo, preocuparte constantemente por él y darle una cantidad de dinero mensual sin que la ley te lo obligue. Y sobre todas las cosas, dejar de ir tras las mujeres hasta conseguir lo que quieres para luego ni siquiera regresarlas a ver.
–Está bien, haré lo que dices.
–¿Está usted de acuerdo, señor?
–Sí, V Trooper  –vio a Juan–.  Te espero en Quito, en el registro civil de la avenida Naciones Unidas, mañana a las 9H00, para registrar a mi nieto como tu hijo.
–Nos toca viajar por la noche para estar nosotros a esa hora. –opinó Susana.
–Nos vamos en este momento a Quito. Súbete al auto.
–Pero almorcemos primero.
–Luego lo haremos. Súbete.
Susana se subió en el auto.
–¿Nos veremos mañana a las 9?
–Sí, señor. Tiene mi palabra. –dijo Juan.
El señor se subió en su auto y se fue.
La gente empezó a dispersarse.
–Antes que todos se vayan, escúchenme, por favor.  –pidió V Trooper.
Todas las personas volvieron a juntarse.
–Muchas gracias. Los policías deben estar por llegar y tal vez comiencen a buscar testigos. Les pido, por favor, por el bien de aquel hombre preocupado que simplemente buscaba el bienestar de su hija, no les digan nada de lo ocurrido, ni siquiera me mencionen.
–Pero, tal vez los policías se pongan pesados por hacerles venir de gana desde Atacames. –opinó un bañista.
–Yo me encargo de que eso no pase. Ellos son mis amigos.   –dijo Clemente.
–Si es así, por mi parte haré lo que nos pides, V Trooper.  –aceptó el bañista.
–¿Todos están de acuerdo?  –preguntó V Trooper viendo a Juan.
–Sí.  –respondieron todos, incluyendo Juan.
–Muchas gracias.
Todos, incluido Juan, empezaron a dispersarse.
–¡Señor salvavidas!  –llamó V Trooper antes que él se retire.
–¿Sí, V Trooper? –dijo Clemente.
Ella sacó la pistola de su bolsillo y limpió con su guante las huellas.
–¿Puede hacerse cargo de esta pistola?
–Sí. Mis amigos pueden hacerla desaparecer sin hacer preguntas.
–Muchas gracias.
–No tienes que agradecer en lo absoluto. Es lo menos que puedo hacer para ayudar en algo a solucionar el lío que mi mejor amigo causó.
–¡¿Ese señor, Juan Pérez, es su mejor amigo?!  –preguntó sorprendida V Trooper.
–Sí, nos conocemos desde niños. No pienses mal, V Trooper, él y yo somos diferentes respecto al trato con las mujeres. Soy como se dice: “Cangrejo de un solo hueco”. Tengo una novia con la cual me casaré luego de graduarme de la universidad.
–¿Por si acaso no sales con otras mujeres, tal vez a bailar?
–Sí, pero absolutamente en forma platónica. Para nada en afán de conquista.
V Trooper sonrió y dijo–: Muchas gracias, señor salvavidas. Adiós.
Saltó y los rayos del sol cubrieron su retirada.

Los padres de Mina caminaban hacia el sector donde habían estado, cerca de la torre de Clemente.
–Lástima que Mina no vio a V Trooper. Aquella chica apareció justo a tiempo para salvar el día.  –dijo el señor Marco.
–A propósito de nuestra hija, parece que fue a comer el ceviche en Atacames. No la veo. –manifestó la señora Viviana mientras movía la cabeza de un lado a  otro buscando a su hija con la mirada.
–Hola papá, hola mamá.
Ellos regresaron a ver sobresaltados y vieron  a sus espaldas a su hija sonriente con su bolso colgando de su hombro derecho.
–¿De dónde vienes?  –preguntó su padre.
–Fui a comer un ceviche playero de concha.
–¿En dónde?
–En ese carrito. –dijo mientras señalaba a casi un punto en la distancia.
–¿Fuiste tan lejos?
–Cuando me comí mi cebiche, el carrito estaba cerca.
–Mina, ¿supiste que V Trooper estuvo aquí?   –preguntó la señora Viviana.
–No  –chasqueó los dedos de su mano derecha–.  Yo quería verla en persona.
–Tal vez ella vino de vacaciones a la playa.
–Tal vez.
Las palabras que Mina esperaba que no dijeran nunca sus padres, las dijo su madre.
–Marco, ¿te diste cuenta que Mina desapareció antes que V Trooper apareciera?
–¿Estás sugiriendo que V Trooper es Mina?
–¿Te fijaste que ambas están igual de bronceadas?
El señor Marco cruzó los brazos y con el seño fruncido vio a su hija–: Señorita, ¿tienes algo que decir?
Mina rió con ganas y dijo–: ¿Creen, creen que soy V Trooper?
–¿No lo eres?
–No. Por cuatro motivos: primero –levantó el dedo índice de su mano derecha–  Dicen que V Trooper pelea muy bien.  Para pelear como ella hay que aprender y ustedes saben que yo no he seguido ningún curso de artes marciales. Segundo  –levantó el dedo del medio–  Un traje como el de ella sería muy difícil de ocultar, especialmente dentro de este bolso. Además, no hay lugar para cambiarse de ropa aquí en la playa. Es más, ustedes saben que ni loca me podría una faldita como la que usa ella. Tercero–  levantó el dedo anular–  Ustedes saben que se pensaba que V Trooper murió un buen tiempo antes que reapareciera en Quito. Yo era muy niña para ser ella en aquel entonces. Y sobre todo, cuarto  –levantó el dedo meñique–   Si yo fuera V Trooper, no se los ocultaría. Ustedes me enseñaron a no mentir y ocultarles algo tan grande sería mentirles a más no poder. –bajo su mano–  Eso es todo lo que tengo que decir. Si he sido impertinente, lo siento.
Mina se sentía mal consigo misma por mentir a más no poder a sus padres.
–Todo lo que has dicho es verdad, no hace falta que te disculpes.  –dijo su padre.
–Especialmente el antifaz no cabría en tu bolso.  –añadió su madre–  Me da la impresión que si se lo dobla para guardarlo, se parte en dos.
Mina sonrió y dijo–: Vamos a comer cebiche de concha. Si nos damos prisa, alcanzaremos el carrito en poco tiempo.
–¡¿Quieres comerte otro?!
–Sí papá, estuvo muy rico y fresco. Vamos.
–Bueno, vamos. Espero que no lo desperdicies.
–¡Claro que no!
Ese era el primer cebiche que realmente se iba a comer, y tanto hablar de ceviche le dio ganas.
Los tres empezaron a caminar.

Pasaron por la carpa dentro de la cual se transformó. La niñita estaba jugando con la arena y de reojo  vio a Mina con el bolso que V Trooper le pidió cuidar. Se puso de pie y la señaló.
Mina le sonrió y se colocó su dedo índice derecho sobre los labios.
La niñita sonrió y volvió a jugar con la arena.

Casi llegando al carrito escucharon gritar–: ¡Mina, por favor, espera, necesito hablar contigo!
Dieron media vuelta y vieron a Juan.
–¡¿Qué quieres?!  –preguntó rudamente Mina.
–Permíteme, por favor, hablar contigo.
Mina vio a su padre.
–¿Por qué quieres hablar con mi hija?
–Tengo que decirle algo muy importante. Por favor, permita que hable con su hija.
El señor Marco vio sinceridad en los ojos de Juan y dijo–: Habla con él. Nosotros vamos al carro y pedimos que nos preparen los cebiches.
Cuando sus padres se alejaron lo suficiente, Mina preguntó secamente–: ¡¿De qué quieres hablar?!
–Primero quiero disculparme por intentar drogarte anoche.
–¡Verás que no me di cuenta!  –exclamó Mina en tono sarcástico.
–No creas que lo hago siempre. Mejor dicho, fue la primera vez que intento drogar a una chica. Tú eres la primera chica que me gusta que se me resista tanto.
–Esa es una pobre excusa para intentar violarme ¿No crees?
–Sí, lo sé. Por eso te pido, por favor, discúlpame.
–Bueno, está bien, te disculpo ¿Qué más quieres?
–Darte las gracias.
–¿Por qué?
–Por salvarme la vida.
–¿Yo?
–V Trooper me salvó la vida. El cuerpo de ella es prácticamente idéntico al tuyo. La única diferencia es que los senos de ella parecen ser más grandes que los tuyos, eso tal vez se deba a que la camisa de ella tiene una especie de protector aparentemente acolchado a la altura de sus senos. Dos cuerpos tan idénticos deben ser el mismo. Además están igual de bronceadas.
Mina desenrolló la toalla que tenía alrededor de la cintura, la colocó  en su brazo derecho y puso los brazos en cruz.
–¿Crees que tengo su traje bajo el bikini o, que el bikini o la toalla se transforman en el traje? ¡Deja de mirarme los senos!
–Tal vez guardes el traje en el bolso.
Mina colocó la toalla en la arena.
Uno a uno fue sacando el contenido de su bolso y lo colocó en la toalla.
Luego de dejar un frasco de protector solar, otro de bronceador de coco, otro de repelente de insectos, otro de colirio, un tubito hermético en el cual  guardaba el dinero,  cepillo para el cabello y una camiseta, sujetó la parte inferior del bolso, asegurándose de atajar disimuladamente el ojo de transformación, lo puso de cabeza y lo sacudió.
–Lo que ves en la toalla es todo lo que tengo. Puedes darte cuenta que por ninguna parte está el antifaz, las botas, la mini o la blusa ¿Estás satisfecho?
–Me convenciste, no eres V Trooper. Siento molestarte.
Él dio media vuelta para retirarse.
–Espera.  –pidió Mina.
–¿Sí?
–Como soy de la misma ciudad que V Trooper, es probable que algún día me la tope y le dé las gracias por ti.
–Dile por favor, también, que enfrentarme a la muerte me ha abierto los ojos. Le cumpliré mi palabra a Susana. Si nos logramos comprender, puede que nos casemos dentro de nueve o diez años. Si ella no quiere saber nada de mí, voy a buscar una chica a la cual pueda amar y dar todo el respeto y consideración que se merece. El tiempo dirá si aquella chica y yo tendremos o no relaciones.
Juan guardó silencio y miró fijamente a Mina.
Ella sonrió y dijo–: Espero que no estés pensando en mí.
–¿Por qué?
–Porque…  –ella guardó sus cosas en el bolso y extendió su mano derecha hacia Juan–  mejor dejémoslo así. De corazón, espero que te vaya bien y se cumplan todas tus metas.
Ambos estrecharon las manos.
–Adiós Mina.
Ella fue hacia el carrito y él regresó por donde vino.
–¿Qué quería?  –preguntó su madre.
–Quería que le dé las gracias de su parte a V Trooper.
–¿Por qué te pidió eso?
–Porque cree, que por vivir en Quito, algún día me la voy a encontrar.
Sus padres sonrieron y sacudieron la cabeza.

Por la tarde, Clemente dio a Mina un papel con sus números telefónicos.

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, regresaban a Quito. No fueron directamente a su hogar sino, por petición, más bien, ruego de Mina, fueron al hotel donde estaba Argos.
El lugar era un pequeño edificio con un gran espacio verde rodeado por mallas, tenía un montón de jaulas en las que estaban cómodos los animales.
–¿Dónde encuentro a Argos Velástegui? –preguntó Mina al recepcionista.
El recepcionista vio en la computadora y respondió–: En este momento está en los espacios verdes ¿Ya se lo van a llevar a casa?
–Sí.
–Enseguida pido que se lo traigan.
–¿Puedo ir por él?
–Señorita, no se moleste.
–Déjela ir. Ese gato es su consentido.   –pidió el señor Marco
–Está bien.
–Gracias.
Mina corrió hacia los espacios verdes donde vio a Argos junto a un enorme pastor alemán.
–Argos, hola.  –dijo Mina.
El perro, al no reconocerla, empezó a ladrar y a actuar amenazante.
Argos maulló y el perro empezó a mover la cola.
–Hola Mina, te extrañaba.
–¿Quién es ese perro? ¿Qué le dijiste?
–Es mi amigo, se llama Tarzán, y le dije que tú eres mi amiga.
Argos maulló nuevamente. El perro lloró un poco y lamió la cabeza de Argos.
–Vamos a casa, Mina.
–¿Qué le dijiste?
–Me despedí de él.
Mina levantó  a su gato y lo abrazó tiernamente.
–¿Te divertiste, Mina?
–Mucho pero, creo que mis padres van a estar endeudados por un buen tiempo ¿Y tú?
–Me hice amigo de varios gatos y perros con los cuales me divertí a más no poder.
Cuando Mina se reunió con sus padres, el señor Marco estaba firmado la factura.
–Todos al auto. –dijo el señor Marco.
Fueron al auto y tomaron destino a casa.

Luego de dos semanas, durante las cuales V Trooper se hacía más conocida, Mina, en compañía de Argos, fue a matricularse para el nuevo año escolar en su colegio, el Veinte y Cuatro de Mayo.

Le llevó dos horas matricularse, y al salir del colegio se fijó en la actitud sospechosa de dos tipos. Ella se acercó sigilosamente hasta lograr percibir algo de su conversación.
–¿Qué te parece este colegio?
–No, es colegio fiscal.
–¿Y qué con eso? ¡Mi hermana estudió aquí!
–Recuerda nuestro plan. Vamos a iniciar una ola de asaltos en los colegios de la ciudad. Necesitamos que tengan dinero.
–¿Te refieres a atacar a colegios particulares?
–Exactamente. Regresemos al escondite para preparar el ataque.
Uno de los dos tipos estiró su brazo derecho hacia la calle cuando un taxi se acercaba.

–Argos, ¿escuchaste?  –dijo ella.
–Que descaro ¡Asaltar a centros de educación!
–¡Yo me encargaré que esos tipos reciban su castigo!
–Pero ten cuidado Mina.

Los dos tipos se subieron en el taxi.
Mina, si perder tiempo, detuvo otro taxi.
–Siga a ese taxi. –pidió al conductor.
–¿Por qué? ¿En el taxi van delincuentes? ¿Usted es policía?
–Sólo haga lo que le pido y le pagaré el doble de lo que marque el taxímetro.
–Está bien.
Mina y Argos se subieron en el taxi y se puso en marcha.
–Manténgase alejado. No deben percatarse de que los seguimos.
El chofer detuvo el taxi y dijo–: ¡No me quiero meter en problemas con delincuentes!
–Le pago cuatro veces lo que marque el taxímetro ¡Vamos a perderlos de vista!
–Espero que tenga el dinero suficiente. –dijo el conductor y puso de nuevo el taxi en marcha.
 
Al cabo de una hora de recorrer hacia el sur occidente de Quito, el taxi que llevaba a los delincuentes se detuvo frente a un almacén aparentemente abandonado.
El taxi en el que viajaba Mina se detuvo a prudente distancia.
Los delincuentes se bajaron del taxi y entraron en el almacén.

–Aquí nos quedamos, gracias.  –dijo Mina.
–El taxímetro marca $15.00  –dijo el conductor mientras señalaba el taxímetro.
Mina vació su billetera, su bolso, sus bolsillos, en fin, cualquier lugar en el que podría tener algo de dinero.
–Tenga, tal como se lo prometí, $60.00
–Gracias. Espero que no se meta en problemas.
Mina y Argos se bajaron del taxi y se acercaron sigilosamente al almacén.

Ella dudó un momento.
Luego del cual, dijo–: Está bien, voy a entrar.
Cogió su ojo de transformación.
–Por la Justicia.  –invocó su poder y se transformó.
–Argos, quédate afuera.
– V Trooper, no te arriesgues demasiado.
–Confía en mí. Me sé cuidar sola.
Ella entró, cuidándose las espaldas.
Al poco rato le llegaron rumores de voces.
Andando sigilosamente entre las cajas almacenadas alcanzó  a divisar sin ser vista a un grupo de hombres frente a los cuales estaba lo que le parecía una gran libreta de apuntes sujeta de una barra horizontal la cual estaba sobre un trípode.
–Un colegio es presa fácil. Al vernos con armas, el miedo los paralizará.
–¿Jefe, y si intentan atacarnos?
El jefe cerró su mano derecha,  estiró sus dedos índice y pulgar, y dijo–: Les damos un tiro, y ya.
"¡Desgraciados!" pensó V Trooper.
–Ya he elegido el primer blanco.  –el jefe escribió en una hoja de la libreta.
Por más que se esforzó, V Trooper  no pudo  leer lo que el jefe escribió.
–Memoricen este nombre. Atacaremos en su primera semana de clases. Solo debemos esperar unos días más para obtener un buen dinero.
El jefe arrancó la hoja, la despedazó,  la botó en un tacho de basura metálico y arrojó un fósforo encendido.
V Trooper salió de su escondite y se puso frente a ellos con las manos en la cintura.
–¡Lo único que esperarán es su condena en prisión!
–¿Pudrirnos en la cárcel esperando sentencia? Jamás ¡Ataquen!  –ordenó el jefe.
Todos fueron contra ella. V Trooper atacaba combinando golpes y patadas.

Con ese ritmo había derrotado a la mitad de la banda en poco tiempo.
El jefe, usando como arma un palo de madera, se acercó muy sigilosamente por detrás de V Trooper (mientras ella peleaba con otro pillo) y le dio un palazo en la cabeza que la puso fuera de combate.
–Eso te pasa por pretender ser una justiciera, una guardiana de la sociedad. –dijo el jefe.
–Jefe, ¿qué le parece si le damos una lección a esta linda chica?  –preguntó uno de los delincuentes.
–Adelante.
Todos los que quedaban en pie se dirigieron, con las manos cerradas, contra la semi inconsciente V Trooper.

Justo a tiempo:
–¡Cuidado! ¡Viene la policía!   –gritó alguien.
 Se oyeron sirenas que se acercaban.
–¡Salgan todos de aquí!  –ordenó el jefe, y dirigiéndose a V Trooper dijo–: Hasta la próxima. Si intentas atacarnos nuevamente, te irá peor.
Mientras salían llevándose a los compañeros inconscientes, V Trooper logró sentarse. Estaba todavía mareada. Finalmente logró ponerse de pie.
–Gracias a Dios que no lograron hacerme daño. –se dijo.
De pronto entraron varios policías con traje de camuflaje color gris, casco, goggles, y chaleco antibalas color negro que tenía escrito con letras blancas en el centro la palabra POLICÍA y cerca al hombro izquierdo las siglas GOE, armados con  rifles de alto poder.
–¡Alto todo el mundo! ¡Están todos arrestados! –dijo uno de ellos.
V Trooper dio media vuelta, y sin demostrar sobresalto, dijo:–  Buenas tardes, oficial. Llegan algo tarde. Todos lograron huir.
De pronto ella perdió el equilibrio.
El agente policial que habló estuvo presto a socorrerla antes que caiga al piso.
–Muchacha, ¿estás bien?
–Gracias, oficial. El golpe en la cabeza que me dieron fue más fuerte de lo que pensé.
Ella delicadamente se liberó de los brazos del policía y dio unos pasos hacia atrás.
–Ya te reconocí, eres la famosa V Trooper ¿Qué haces tú por aquí?
–Estoy aquí haciendo lo  mismo que ustedes, deteniendo criminales.
–¿Sola y desarmada?
–Trabajo sola y no creo en las armas, confío en mi técnica de pelea, ¿señor…?
–Rodríguez, Teniente Miguel Rodríguez, miembro del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Nacional. Deja este asunto en nuestras manos, hemos estado tras de esos tipos por mucho tiempo y pronto los atraparemos. Te conviene quedarte en casa, puedes salir mal parada  –en son de burla dijo–: Adiós, experta peleadora.   –y en todo de advertencia añadió–: Si te vuelvo a ver otra vez, tal vez te meta en prisión o en la correccional por inmiscuirte en asuntos de la policía.
Dio media vuelta.
–¡Vámonos! –dijo enérgicamente.
Todos los policías salieron de ese lugar.
A V Trooper, el teniente Miguel Rodríguez le pareció un hombre común y corriente. Él era un hombre trigueño, de ojos cafés, cabello negro muy corto y, contextura y estatura medias,  por no decir normales pero, dado el intenso entrenamiento que deben someterse los policías para llegar a pertenecer al GOE, en especial para tener el rango de teniente, aquel hombre debía ser musculoso y además de ser experto en armas de fuego de grueso calibre, debía ser experto en combate cuerpo a cuerpo. V Trooper calculó que el teniente Rodríguez tendría alrededor de treinta años de edad.

V Trooper puso nuevamente de pie el trípode que se había caído durante la refriega, tocó la hoja y empezó a rayarla con la pluma que había escrito el jefe de la banda.
Después de un rato entró Argos.
–V Trooper, ¿qué pasó? Me preocupé cuando vi entrar y salir a la policía.
–Nada grave. Mantuve una agradable conversación con un teniente del GOE.
–¿Qué estás haciendo?
–Busco pistas. El jefe de la banda escribió el nombre de su blanco en la hoja que está quemada en el basurero.
Argos se acercó a V Trooper y preguntó–: ¿Tu búsqueda de pistas consiste en pintarrajear una hoja de papel?
–Si alguien escribe en una hoja de papel, la escritura queda marcada en la hoja de abajo.
–Entonces, ¿pretendes hacer visible esas marcas?
–Sí. La tinta de la pluma no entra en las marcas que se dejaron al escribir en la hoja que estaba arriba, por lo que el resultado es semejante a un negativo del texto escrito.

Al cabo de un rato, prácticamente toda la hoja estaba pintada de negro.
–Eso es todo lo que puedo hacer.  –dijo V Trooper al detenerse.
–Ahí dice Pedosirio, ¡¿qué es eso?!
–Se supone que es parte del nombre del colegio que pretenden atacar  –tocó con su mano izquierda la hoja de papel, se quitó el guante y la tocó nuevamente–.  Las letras faltantes no se han marcado. Debo ponerme a investigar.
–Afortunadamente inicias clases una semana después que los colegios particulares. Tienes tiempo para indagar.
–Planean atacar ese colegio particular justo en su primera semana de clases. Debo darme prisa y hallarlo.
–Bueno, pero primero ¿cómo llegamos a casa? Diste al taxista todo el dinero que llevabas ¡Incluso el vuelto que debías entregar a tu  madre!
–No hay problema. Te llevo en mis brazos mientras corro hacia la casa. Supongo que nos tomará  una hora llegar a casa.
–¿Y que vean a V Trooper correr como una loca cargada de un gato? No, gracias.
–¿Prefieres que me transforme y vayamos  caminando?
–Sería lo más correcto.
Mina sacó su comunicador y dijo–: Son alrededor de las 16H00. Estimo que caminando llegaríamos a casa alrededor de las 01H00 o más tarde.
–Creo que mejor me llevas en brazos.
V Trooper sonrió mientras recogía a Argos.
En escasos segundos abandonaron el lugar.

Mina investigó durante dos semanas  casi por toda la ciudad obteniendo resultados negativos.
–¡No puedo creer que no pueda encontrar un colegio que tenga esas nueve letras carentes de sentido en su nombre!  Se me acaba el tiempo ¡Se supone que  iniciaron clases hoy día!
–Mina, no desesperes ¿Qué te parece  si recorremos la avenida Mariscal Sucre?
–Hagamos eso mañana. Pero recuerda, esa avenida cruza de norte a sur a la ciudad.

Al siguiente día iniciaron su recorrido desde la parte norte de esa avenida, subiendo y bajando las calles que terminaban en ella y,
–Nada, hemos buscado todo el día y, ¡nada! Propongo que, por ahora, terminemos aquí, al pie de estos edificios. –dijo Mina.
Mina y Argos estaban sentados en las gradas de acceso a los edificios que ella mencionó.
Aquellos edificios eran dos torres color blanco adornadas con balcones color café.

Mina recorría su vista a lo largo de la avenida y le llamó la atención un grupo de jóvenes que se bajaban de un bus amarillo.
–Espera un momento. Esos jóvenes usan la misma ropa. Ese debe ser el uniforme de algún colegio ¿Tú qué crees?
–Tienes razón Mina, y espero que sea del colegio que buscamos.
–Lo único que nos queda es preguntarles de qué colegio son.

Uno de esos chicos se dirigía a un acceso que estaba un poco más al sur.
–¡Qué bien!  –exclamó Mina–  Hablemos con él antes que entre.
Mina subió las gradas y caminó por un pasillo descubierto al frente de unos locales comerciales.
El chico estaba ya a pocos pasos de ella.

Él era un chico blanco, rubio, muy delgado, ojos verdes. Usaba lentes y andaba algo encorvado y despeinado. Estaba vestido con camisa blanca, un saco azul cerrado con cuello en V y cintas blancas y rojas en los puños, jean azul y zapatos negros.
–Hola, ¿Tú vives aquí?  –le preguntó Mina.

 


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