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EL LAMENTO DEL SAUCE

EL LAMENTO DEL SAUCE

13-03-2014

Ciencia ficción/fantástica novela

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Alfonso Elizalde es el dueño de una poderosa empresa dedicada al desarrollo de patentes. Cuando uno de sus empleados desaparece sin dejar rastro, llevándose consigo un secreto de incalculable valor, no dudará en poner todos los medios a su alcance para dar con su paradero, incluyendo la puesta en marcha de uno de sus proyectos estrella; una máquina del tiempo ideada por un astrofísico neurótico y un joven idealista. Rodrigo de Zúñiga, su fiel mano derecha, un abogado de pasado oscuro y métodos poco ortodoxos, recibirá el encargo de encontrar al empleado desaparecido cueste lo que cueste. Todos juntos, sin saberlo, emprenderán un viaje que les llevará a un lugar donde el amor, el odio y la venganza conviven juntos en delicada armonía.

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Primer capítulo

 

"Nuestros logros pueden hacernos interesantes, pero es nuestra oscuridad

la que nos hace dignos de ser queridos". (Anónimo)

 

 

 

* PRÓLOGO *

 

 

 

 

 

Galicia. Febrero 2057.

 

 

Han pasado muchos años desde la última vez que me sinceré con alguien. Ni siquiera estoy seguro de haberlo hecho nunca, pero ahora que soy anciano y que se que la muerte me ronda los recuerdos atormentan mi corazón y mi mente.

Nunca he presumido de ser un hombre honrado, ya que casi nunca lo fui. Me limité a hacer lo que debía, escondiendo mis emociones bajo una máscara de fría resignación y ahora me encuentro aquí, en mi habitación, sobre mi viejo escritorio intentando reflexionar sobre toda mi vida. No acostumbro a hacer estas cosas, pero desde que mi mujer murió hace tres años me he sentido bastante solo. Mis dos hijos ya están crecidos y llevan una vida de éxito en Madrid, no quise que cargaran con un viejo carcamal y, además, la ciudad no es para mí. Siempre he sido un hombre de acción, necesito espacio, pero ahora que los huesos me duelen y que la soledad me rodea siento la necesidad de reflexionar; sé que no he sido un buen hombre y por eso temo el juicio de Dios, sin embargo, en mi descargo puedo decir que amé a mi familia, quizás eso me salve. Intenté ser un buen padre, un buen marido y un buen amigo pero, ¿lo fui realmente? por lo menos lo intenté y eso ya es más de lo que hace mucha gente. Sólo he tenido un amigo de verdad, y quiero contarles esa historia pues de todos los acontecimientos que marcaron mi vida ese fue uno de los principales.

Es la historia de un viaje a través del tiempo. Sí, créanselo, soy muy viejo y ya no tengo la necesidad de mentir. Es la historia de un viaje al pasado, de cómo nos cambió la vida y de las vidas que cambiamos, un viaje al interior de nosotros mismos, a nuestras emociones más profundas, un viaje a un lugar donde la soledad, el amor, el odio y la culpa conviven juntos en delicada armonía.

Mi amigo murió hace cinco años aquí, en Galicia. Mi mujer y yo siempre estuvimos con él, pero sus últimos años de vida los pasó sumido en un silencio frío y melancólico. Quise estar a su lado en sus últimos días, el cáncer le había invadido sin remedio, pero él parecía no querer morirse, parecía esperar algo y no supe que era hasta aquella última noche.

"Sácame fuera, quiero verla por última vez", me dijo. Era increíble, parecía haber estado esperando a que la luna estuviese llena como lo estaba aquella noche. Sabía que le gustaba observarla, sabía que aquel estúpido astro blanco, por alguna razón, le recordaba a ella, pero nunca había comprendido esa manía suya casi rayante en la obsesión por mirar la luna. Se quedó sentado sobre la hierba mirando el cielo y, de repente, al cabo de un rato, sonrió. Hacía muchos años que no le había visto sonreir y casi siempre lo había hecho de una forma cínica y socarrona, pero aquella noche era distinto. Era una sonrisa triunfal, de victoria, y viéndole exhalar el último aliento lo comprendí todo, todo encajó en mi mente como las piezas de un puzzle perfecto.

Aquel astro blanco, aquel círculo perfecto que iluminaba la noche oscura, aquella sonrisa triunfal y la inmensa paz que pareció invadirle mientras daba su último suspiro. Por eso la miraba tanto, por eso la estuvo contemplando todas las noches los últimos años de su vida, no era sólo que la luna le recordara a ella, era mucho más que eso y entonces lo comprendí; no se puede ver la luz, si antes no has visto la oscuridad...


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