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Historias desde Bedlam

Historias desde Bedlam

18-03-2013

Suspense/thriller cuento o relato

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Un nuevo doctor entra a trabajar en el hospital psiquiátrico Bedlam. Allí conocerá a algunos de sus inquilinos y descubrirá las historias que hay detrás de ellos.

Pequeña colección de relatos cortos.

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

Hospital psiquiátrico Bedlam, Reino Unido

Despacho del director

-Bien, doctor Morris, no quiero aburrirle más con los detalles de sus funciones: creo que ya le ha quedado bastante claro lo que esperamos de usted en este hospital. Así que, si no está muy cansado, me gustaría mostrarle nuestras instalaciones para que pueda empezar a familiarizarse con el entorno. ¿Le parece bien?

 

-Por supuesto, señor director. Estoy deseando entrar en materia lo antes posible.

-Ése es el espíritu que necesitamos aquí. Sabía que había tenido buen ojo al elegirle a  usted para ocupar la plaza del difunto doctor Jones. Muy bien, sígame.

El director del sanatorio Bedlam, el honorable doctor Carver, cogió entonces una carpeta marrón de uno de los cajones del escritorio y se dirigió a la puerta de su despacho. El joven doctor Morris se levantó de su asiento y acompañó al director a lo largo de un pasillo estrecho y mal iluminado hasta una gran sala con amplios ventanales, un sofá medio deshilachado y varias mesas desvencijadas con sus correspondientes sillas cojas. A juego con el maltrecho mobiliario de la estancia, varias decenas de pacientes pululaban por la habitación.

-Ésta es la sala común, donde nuestros huéspedes más, digamos, manejables pueden disfrutar de unas horas de asueto entre terapia y terapia. Su principal finalidad es que puedan relacionarse entre ellos y así, poco a poco, se vayan acostumbrando de nuevo al trato con otras personas, aunque, como puede ver, su éxito es más bien moderado.

En efecto, el doctor Morris observó que, de las cinco mesas que había, sólo un par de ellas estaban ocupadas, una con un grupo que jugaba al dominó y otra con tres pacientes que charlaban animadamente. Un punto de reunión interesante podría haber sido el sofá, pero, aunque en él no había ningún asiento libre, los pacientes allí congregados parecían estar solos en su mundo, unos escudriñando el suelo, otros riendo para sí por algún chiste que nadie había contado, sin dirigirse en ningún momento la palabra. El resto de pacientes, o bien deambulaba por la habitación sin rumbo fijo, o bien miraba absorto por alguno de los ventanales enrejados. También vio a cuatro o cinco enfermeros que iban de aquí para allá procurando que todo estuviera en orden, atentos ante cualquier señal de alboroto para sofocarla al instante.

Antes de que pudiera decir algo, el director Carver tomó de nuevo la palabra:

-Ya irá familiarizándose con cada uno de los internos, pero quisiera señalarle algunos de los casos más interesantes que tenemos aquí. Por ejemplo, ¿ve a aquel hombre que está leyendo en la esquina?

El doctor Morris asintió.

-Es el señor Iglesias. Parece un tipo bastante normal, ¿verdad? Pues tiene un desorden de lo más extraño y particular: cree que puede ver el futuro de las personas con sólo tocarlas. Por eso se encuentra siempre solo y evita el contacto físico por todos los medios. Esto le ha llevado a intentar suicidarse en más de una ocasión. La primera vez incluso llegó a dejar una nota, donde expone toda su paranoia. Precisamente, la tengo aquí conmigo. Lea, lea.

Sacando un par de hojas de la carpeta que portaba, se las tendió al doctor Morris. Éste las cogió, quitó el clip que las mantenía unidas y empezó a leer con avidez…


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