Capitulo 1
«Un jardín interminable, lleno de flores y arboles de todos los colores, parece una pintura recién hecha. Una gran cascada de agua corre debajo del puente de madera. Hay una vista infinita. Logro descubrir un banco blanco, distingo que hay alguien sentado, es un hombre apenas puedo ver su figura de espalda, lleva cabello oscuro y es alto. Comienzo a caminar hacia él, hay una atmósfera especial. Cuando llego, apoyo mi mano sobre su hombro. Percibo un escalofrío inexplicable, una descarga extraña. El hombre se sobresalta y cuando esta por girarse para verme, una luz blanca radiante me encandila, pero llego a ver sus ojos, color verde, su rostro está nublado, pero su mirada me es familiar»
No hay cosa más desagradable, que estar en la mejor parte del sueño justo cuando es la hora de despertar. La alarma del celular se activa y suena de fondo el ringtone de campanitas en ascenso, sobresalto de mi cama y estiro mi brazo para silenciar el celular. Todavía la habitación esta oscura, apenas son las 07.22 AM y el invierno está llegando en pocas semanas. Prendo la luz de mi velador, me estremezco un poco entre las sabanas. Agarro enseguida el cuaderno que tengo sobre la mesita con la lapicera. Abro un poco más mis ojos y me concentro en escribir lo que soñé, a veces escribo palabras sueltas y en lo que resta del día voy anotando lo que me acuerdo del sueño. Por suerte, esta noche es diferente, recuerdo todos los detalles de ese sueño, era demasiado real lo que sucedía.
Hace años llevo registro de mis sueños, para poder entenderme un poco más. Sé que ellos, hablan por mí. Y muchas veces logre solucionar pequeño problema, todo por prestar atención a lo que soñaba a la noche. Si, suena algo extraño, pero es de lo más normal que pueda existir. Cierro el cuaderno y lo vuelvo a dejar sobre la mesa, me levanto para preparar mi lunes. No odio este día como la gran mayoría de personas, sino se me haría interminable arrancar la semana, trato de buscarle el lado bueno a todos los días.
Camino hasta la cocina para preparar mi desayuno, atrás mío viene Yimi algo dormida. Mi fiel compañía es ella, mi gatita. Enciendo la hornalla en mínimo, y dejo el café a calentar. Preparo mi taza con lunares rojos. La tostadora esta lista para recibir dos rebanadas de pan. Abro la heladera, esta mas vacía que llena, me toca ir hoy al súper para cargarla un poco. Por suerte todavía queda leche y la mermelada. Vuelco apenas un poco de leche en la taza y diría que el café ya está listo. Me sirvo un poco y endulzo la infusión con edulcorante. Últimamente, el azúcar no endulza nada y encima está cara. Saco con cuidado las tostadas para ponerlas en el plato que hace juego con la taza. Ya todo listo, voy con mi bandeja hasta el comedor para devorar mi desayuno. Yimi se queda en la cocina, empezó a desayunar antes que yo.
Agarro el control remoto y enciendo la tele, a la mañana me gusta ver el noticiero buena onda, que informa como está el día, el tráfico, los medios de transporte y las últimas noticias. Mientras unto la mermelada, viene a mi cabeza el sueño que tuve. Odio que siempre me quede la duda de algo que sueño. Creo que no es la primera vez que sueño algo similar, un hombre y ese lugar tan particular. Hasta hoy, no tengo respuesta, espero que la encuentre pronto.
Lo que faltaba, informan que los subtes están de paro. ¡JUSTO HOY! A las 09.30 tengo la reunión con mi jefe y estoy con ansiedad, no sé con qué me va a espantar o sorprender. Voy a tener que ir con paciencia en el auto por lo visto. Van a ser casi las ocho y todavía no estoy cambiada. Dejo la media tostada sobre la mesa y doy un sorbo largo terminando el café con leche. El breve baño me espera.
Envuelta en la toalla camino hasta mi habitación directo al armario. Necesito ir cómoda pero formal, más que nada por la reunión. Miro lo que tengo colgado pero no hay nada que me convenza, no puedo estar dudando ahora que ponerme, necesito apurarme. Encuentro un conjunto de pantalón con chaqueta color negro, agarro la camisa blanca con volados, mientras me termino de abrochar el sujetador. Esto es bastante clásico, pero nunca falla. Me falta agarrar los stilettos y una cartera que corte un poco el color. Me miro una vez en el espejo, chequeo que este todo bien, voy rápido con la cartera a buscar todas las cosas para llenarla. Y cuando hablo de todas las cosas son del trabajo, papeles y mas papeles, agenda, ipad, estuche con lapiceras de todo tipo. Como hoy voy en el auto, agarro el cable para conectar el ipad al estéreo, también meto el libro que empecé a leer hace unos días. Espero no olvidarme de nada. Cierro la cartera y camino hasta el baño para terminar de pintarme a penas un poco, no soy fanática del make-up pero para darle un poco de color a mi cara pálida, me viene genial. Mi pelo está listo, un semi-recogido, dejando a la vista mi cara. Vuelvo de nuevo a la habitación para buscar algún accesorio, no soy de sobrecargarme con esas cosas, con una pulsera o anillo me alcanza. Siento que me falta algo más y no sé que es. Miro por el espejo y sí, me olvidaba mi celular que esta sobre la mesita de luz. Levanto un poco la persiana, apago la luz y voy hasta el comedor. Chequeo la hora, son 08.30 en una hora tengo que llegar, miro a mi alrededor, repaso mi lista de cosas mentalmente mientras apago la tele, camino hasta la puerta, agarro las llaves del auto que están colgadas. Giro la llave que esta puesta en la cerradura, abro. El edificio parece muy tranquilo. O voy a destiempo yo. Llamo al ascensor, por suerte está un piso más arriba. Llega volando al 8º subo y apretó para ir al estacionamiento.
Salgo del ascensor, observo que no haya nada extraño, tengo la maldita costumbre de asegurarme que todo esté bien, sino es como una señal de alarma y no quisiera que me pase nada raro. Camino hasta el auto, desactivo la alarma y abro la puerta. Dejo la cartera sobre el asiento del acompañante, me saco la chaqueta que la ubico atrás para que no se arrugue. Me siento y ya empiezo a busco en la cartera el cable del ipad para conectarlo. Busco la aplicación de Ipod y reproduce aleatoriamente mi lista de música. Cinturón de seguridad puesto, puertas trabadas, arranco el auto, es hora de salir a la ciudad. Hago mi maniobra para sacar al auto y pulso el aparato para abrir el portón. Con paciencia va subiendo, y el volumen de la música también, está sonando «Ryan Star - Losing your memory» me provoca un poco de melancolía este tema, no sé por qué. Ya el portón se abrió y mi auto ve la luz de la ciudad, por suerte no estoy tan lejos de la empresa, en media hora debería llegar, siempre y cuando el trafico me ayude. El tema parece sonar más fuerte y cuando escucho la frase «I just want to stay, I just want to keep this dream in me» un escalofrío me recorre todo el cuerpo y no es del frio, el día es muy primaveral, eso que estamos en otoño. El escalofrío me recuerda a la sensación que tuve en el sueño de hoy. Sacudo la cabeza y me concentro en el tráfico, parece ir todo más rápido de lo que imaginaba. Miro la hora, son las 09.00 y todavía me quedan diez minutos.
Ya estoy a dos cuadras, voy a tener que estacionar en el parking de la empresa, espero que haya lugar. Desciendo por la rampa hasta el subsuelo, antes de ingresar esta el hombre de seguridad que chequea mi credencial.
—Ubique el auto en el sector A8 señorita.
—Muchas gracias.
Me apuro a estacionar el auto, ya llego varios minutos tarde. Apago el motor y empiezo a desconectar el ipad guardando todo de golpe en mi bolso. Abro la puerta, saco todo lo que traje, reviso que no me olvido nada dentro del auto, alarma activada. Camino hasta el ascensor, por suerte no soy la única que llega quince minutos tarde, me apresuro para subir con dos hombres más. Marco en el tablero el numero 11, los dos hombres bajan antes que yo. Por suerte voy a estar unos pisos sola para poder acomodarme un poco. No me gusta compartir los asesores, suelo fantasear mucho en ellos. El ascenso es bastante rápido, ya abandonaron el lugar los dos hombres. La puerta se abre y respiro profundo. Salgo y camino hacia la puerta. Ya está Fátima en la recepción, con su cara de seria.
— ¡Buenos Días Penélope! —Su mirada me fulmina un instante—
—Buen día Fátima. —Le sonrió—
—El Sr. Marchetti te espera en su oficina.
—Dejo mis cosas en el escritorio y en cinco minutos estoy ahí.
Que mujer de pocas palabras esta chica. Mis nervios aumentan y empieza a subirme un calor extraño, miro adelante y camino ligero hasta mi área, hay varios compañeros que no llegaron y la duda de no saber qué es lo que va a decirme Marchetti me pone peor. Mi escritorio, lo había extrañado el fin de semana, dejo mi cartera, saco mi ipad y las cosas que lleve a casa para adelantar trabajo. Organizo todo, enciendo la notebook. Me sobresalta el altavoz con la voz de Marchetti.
—Penélope, ¿Podes venir a mi despacho? —Su voz suena serena, eso da un poco de tranquilidad, pero no tanta—
—Si jefe, ya estoy ahí.
Corto la conversación, agarro el ipad y camino hasta su oficina. Trato de relajarme antes de golpear la puerta, un último suspiro y mis nudillos golpean. Al instante, abre la puerta y me hace pasar. Espero a que cierre la puerta y camine hasta su silla, yo voy detrás de él. Hace tres años que trabajo en esta empresa y puedo decir que no me llevo mal con mi jefe, aunque tenga sus arranques de momento. Ya le tome cariño.
—Buen día, toma asiento Penélope —Sonríe—
Me siento y dejo el ipad arriba de su escritorio, me quedo mirándolo expectante
—Bueno, voy a ponerte al tanto de la situación. Hace unas semanas, nos encargamos de seleccionar a un grupo reducido de empleados, del cual vos formabas parte. Chequeando con la información de cada uno, el perfil que más se acercaba a lo que nos pidieron, era el tuyo.
Hace una pausa y yo me quedo mirándolo extrañada, no recuerdo esa pre-selección y tampoco sé que fue lo que le pidieron. Intento interrumpirlo, pero continua con su dialogo
—La sede central de la editorial GYR, nos pidió que traslademos a un empleado nuestro allá. Tuvimos que hacer una búsqueda muy fina del personal, llegando a un grupo de seis personas, se enviaron informes respectivos. Estuvieron en duda con dos candidatos. Pero terminaron de cerrar que te quieren en una semana en el edificio central, exactamente en Roma, Italia.
Mi cuerpo parece desvanecer, no sé si es un balde de agua fría o la mejor noticia que pudieron haberme dado en toda mi vida. Quedo completamente knock-out. Y mi jefe parece percibir mi estado
—Penélope ¿Estás bien, necesitas un vaso de agua? —asustado—
—Si Marchetti, estoy bien, pero si puede conseguir un vaso de agua voy a estar mejor —tartamudeo y me tiembla todo el cuerpo—
Me agarran estos ataques de shock que no puedo controlar. Marchetti enseguida se levanta y me sirve un vaso con agua, me giro para agarrar el vaso y de un sorbo me lo tomo
— ¡Guau! Te quedaste sin aliento –intentando romper un poco el clima que hay en este momento
—Me quede sin palabras después de semejante noticia –volviendo de a poco a mí.
Dejo el vaso sobre el escritorio y Marchetti se vuelve a sentar, esperando que le responda
—Sé que es muy apresurado todo, pero estamos contra reloj, necesito la confirmación a última hora del día. Como se que tomar este tipo de decisiones, requieren de tranquilidad y sin presión. Te pido que te tomes el día y que cuando tengas tu respuesta, me llames por teléfono. Pero mañana si o si, necesito preparar todo, ya sea por sí o por no. Esta todo en tus manos
—La idea me encanta, es una decisión compleja, no tengo tampoco mucha información de lo que voy a hacer allá, cuánto tiempo voy a estar, esas cosas básicas que necesito incorporar a mi mente para decidir.
—Lo sé, pero eso lo vas a saber una vez que respondas. No puedo saltarme ese paso.
—Haceme caso, agarra tus cosas, volverte a casa y analiza la propuesta. Recorda que vas a ir a la sede central de la editorial, vas a estar en un lugar maravilloso como lo es Italia. De más está decir que todo lo que tiene que ver con vivienda, viaje y otros gastos, corre por cuenta de la empresa. Solo necesitan tu respuesta y se pone en marcha el viaje.
Todavía no caigo de lo que esta ofreciéndome mi jefe. Jamás pensé que me citaría tan temprano por esto. Realmente necesito escapar de la oficina ahora.
—Me voy para pensar y antes de que termine la jornada laboral, prometo tener la respuesta.
—Si tenes que pensarlo hasta la noche, sabes que tenes mi celular y podes llamarme en el momento que sea. –trata de mantener la calma y me trasmite confianza.
—Ok, entonces me retiro y estamos hablando –sonrío y me levanto de mi asiento.
Agarro mi ipad y camino hasta la puerta. Antes de abrirla una última frase de Marchetti resuena
—Es una oportunidad única, no te vas a arrepentir.
Abro la puerta y lo dejo en su despacho solo, mientras yo me vuelvo hasta mi escritorio, mis piernas parecen gelatina, de los nervios que tengo. Al final tanto apuro, y me tengo que volver a casa. Agarro mi cartera de nuevo, guardo algunas cosas y apago la notebook.
Miro con melancolía mi espacio de trabajo, pensar que si acepto todo esto cambiaría. Todo vuelve a cambiar una vez más. Camino pensativa hasta la salida. Fátima cuando me ve pasar levanta la vista, pero no dice nada. Tal vez ella sabía de esto o piense otra cosa. No saludo, solo quiero estar dentro de mi auto y pensar que es lo que voy a hacer.
Aprieto el botón y el ascensor no tarda en aparecer, abre sus puertas y entro. Mientras desciende, intento recrear una imagen de lo que sería mi vida en Italia. Por suerte, domino bastante bien el idioma, pero me es raro estar allá sola, sin conocer a nadie. El ruido del ascensor me saca de mi nube y camino por el parking hasta mi auto. Busco la llave en la cartera y desactivo la alarma. Abro la puerta y tiro todo en el asiento de atrás. En segundos estoy sentada frente al volante, con la puerta cerrada y mis ojos cerrados, conteniendo las ganas de llorar y evitando que un ataque de pánico se aparezca en mí. Una secuencia de imágenes pasa velozmente, cada momento especial que atravesé se vuelve más intenso en ese flash. Entre todo eso, viene una imagen mía despidiéndome de mi familia en un aeropuerto, pero no recuerdo haberlo vivido.
Me sobresalto y abro los ojos, mi celular está sonando y no sé cuánto tiempo llevo arriba del auto. Busco el celular en el bolsillo de afuera de la cartera y miro el visor “Josefina”, atiendo rápido
—Jóse, que sorpresa ¿cómo estás?
—Nena, al fin te encontré. Llame a tu oficina pero me dijeron que te habías ido ¿Paso algo?
—No, solo que me dieron el día para poder tomar una decisión importante
— ¿Una decisión? Que paso ahora
—Hagamos algo, voy para tu casa tipo al mediodía y te cuento todo. Llevo algo para preparar el almuerzo
—No hace falta que traigas nada, queda en mis manos el almuerzo, y te espero ansiosa entonces.
— ¡Genial! Nos vemos
Cuelgo el teléfono y miro la hora, son casi las once de la mañana, no puedo entender cómo se paso el tiempo si parece que fue recién cuando subí al auto para irme. Pongo en marcha el auto para ir camino a la casa de Josefina. Confío en que ella me va a ayudar a aclarar las ideas, por algo es psicóloga. Prendo el estéreo y en la radio está sonando «Eros Ramazzotti – Una historia importante» abro mis ojos grandes y me alarmo. ¿Ya empiezo a perseguirme con este tipo de señales del destino? Sacudo la cabeza, intentando concentrarme en mi trayecto. Semáforos que cambian de color, peatones que van y vienen, autos a toda velocidad, y yo colgada de una nube intentando aclarar el panorama. Retumba la frase de la canción «No me atrevo a liberarme y mi vida se complica así»