Andando el camino
Mi nombre es Alejandro, tengo treinta y tres años y mi profesión es la de Abogado, Letrado, Picapleito o como quiera que se llame.
Realmente lo que hacemos los Abogados es intentar resolver en el mundo en que vivimos los problemas de los demás. Esta profesión que vengo ejerciendo ya siete años me tiene agotado, por la tensión anímica que supone cargar con los problemas de los demás, cuando yo no puedo casi con mi asistencia y con mis propios problemas.
Otra de mis evasiones es soñar, sí, sí, soñar, soñar que estoy en el Caribe tumbado en una hamaca al sol y dos mulatas abanicándome, luego sueño que no hay prisa en el pasar del tiempo y cuando llega la noche, me voy a una fiesta toda llena de mujeres, donde nada más entrar en la sala de la fiesta todas las mujeres guapísimas no hacen más que hacerme reverencias, además de darme besos, saludos y abrazos como si de un famoso me tratase, se vienen todas a mi lado en el sofá y me siento rodeado de cuatro o cinco de ellas mientras yo observo cual me gusta más, para después llevarme mi favorita a la habitación y así vivir una noche loca de pasión.
Este sueño lo vengo arrastrando sobretodo desde que soy Abogado en ejercicio, es algo que recreo en mi mente tanto dormido como despierto, a lo mejor estoy en mi despacho esperando a un cliente y me viene a la imaginación toda esta escena de mujeres que cuento, pensando en cada ocasión que a la habitación me llevo una distinta. Mujeres que no me hablan ni me molestan con problemas, sólo se desnudan suavemente y me sonríen invitándome a compartir una noche de lujuria con ellas. La verdad que ésta sería mi vida soñada, vivir en un paraíso caribeño sin teléfono móvil y sin problemas, donde el dinero no me preocupase, porque fuese por algún motivo millonario, por ejemplo que me hubiese tocado dos millones de euros en el cuponazo o en la primitiva, o bien que de repente recibiese una gran fortuna de una herencia de un pariente lejano. Pero como digo, todo esto no es más que un sueño que no sé si algún día aunque sólo sea por una semana podré realizar, aunque sea con las ofertas esas que dan en las agencias para ver el Caribe durante siete días por seiscientos euros, en la que te entregan una pulsera, y eso sí, con ella puedes comer y beber cuantas veces quieras que eso también me haría ilusión aunque en mucha menor medida. La verdad que prefiero las mujeres a la comida. Todo esto como digo es uno de mis sueños pero la realidad dista mucho de todo esto.
La verdad que no sabía como poder salir de esta situación máxime cuando mi economía no me daba para alquilarme nada, pero un día la fortuna llamó a mi puerta, estaba yo ese día de guardia de detenidos y coincidí con mi compañero Augusto, el cual me comentó que él compartía un despacho con otros dos Abogados en el centro de Tarifa y que como pagaba doscientos euros y le salía también caro al mes, pues había pensado compartir su mesa con otro compañero, es decir pagar cada uno cien euros y uno recibiría los clientes por la mañana y el otro por la tarde, y así hicimos el trato. De esta manera trasladé algunos de los libros de Derecho al nuevo despacho, pero el ordenador y la impresora utilizaba la de Augusto para algún imprevisto, aunque vamos que el uso que hacía yo de la mesa y del despacho por cien euros era exclusivamente la de recibir a los clientes.