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Primer capítulo

LA TELEVISION DE DON FERNANDO

La televisión, un día,

apareció en nuestra vida.

Era un cajón hablador,

más, dentro, gente no había.

¡Qué bonita, que fermosa!,

Dicen todos a la vez.

Pero esto nadie lo toca,

dijo el padre, ¿lo sabéis?

Y el padre tiene razón

como siempre, en esa casa,

pues la madre es un mojón,

una Maruja, una caca.

Así se llenó de fútbol

la bonita y tonta caja,

mientras su amo y señor,

de palomitas se harta.

¡Yo quiero ver una serie!,

grita la madre, enfadada;

también yo compré la tele,

y no me dejas ver nada.

Lo siento mucho, querida,

la verás otra semana,

porque esta tarde se juega

nada menos Madrid-Barsa-

Los niños quisieran ver

los dibujos animados,

pues tienen ya los deberes

felizmente terminados.

¡Iros al jardín un rato!,

dijo serio don Fernando.

Pero, papá, “porfaplis”,

hace frío, está nevando.

Y como hace todo el mundo,

los padres van a la cama.

¿Estás contenta, cariño?

y se oyó una bofetada.

En esa casa el silencio,

de todos se apoderaba,

y solo se oía ¡GOL!,

que el padre, feliz gritaba.

Era una pura tensión,

la que en el hogar reinaba.

¡La puta televisión…!

dijo la madre, angustiada.

Un día se marchó el padre

en su coche, a trabajar,

y el resto de la familia

se pusieron a pensar…

Todos estaban de acuerdo

en llevar a un descampado

al televisor de marras,

y dejarlo abandonado.

Esa noche, muy cansado,

llegó el padre y se sentó,

y al ver de la tele, el hueco,

mosqueado peguntó

¿Qué habéis hecho, desgraciados?

Y la Tele, ¿dónde está?

Seréis todos castigados

con mano de militar.

A lo que le contestaron

con este tierno cantar:

“Vamos a la cama

que hay que descansar,

para que, mañana,

podamos madrugar”.


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