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La primera partida del mundo

La primera partida del  mundo

22-05-2015

Histórica novela

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En una otra dada dimensión, el tiempo ya se iba sucediendo, ya se iba agotando, de una manera ininterrumpida, bajo un universo tan entero y, al mismo tiempo, tan irreal… era como si fuera un indefinido cosmorama, donde toda la vida, era ante todo lo que hacíamos de ella, y que estaba siempre muy repleta de determinadas experiencias existenciales, que consistían muchas veces en restringir el propio contacto con la propia realidad y, al mismo tiempo, de forma categórica, poder aumentar el análisis de ese incisivo contacto, porque en nosotros se encontraba siempre el muy semiótico significado significante, de la muy incisiva percepción del TODO.

Novela histórica  autopublicada en www.obrapropia.com y disponible también en Amazon.com Amazon.es y Google Play.

Los lectores de Entreescritores podrán disfrutar de una anticipo de la novela.

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

Entropía 1


Ya había, por aquel entonces, un mundo que ya se encontraba muy contaminado por una muy grande y muy inhóspita incertidumbre, y que al mismo tiempo, ya se iba moviendo de forma muy globalizada, ya que era muy enérgicamente movido, por muchos e indescifrables resortes, y que además, poseían todos ellos un aura de mucha fragilidad y de tremenda indefensión humana… a través, de una dínamo, de muy gran aceleración, en una muy fluida y muy caótica cadencia… rápida, rápida… lenta, lenta… y todos los átomos, todas las células, toda la muy licuada vida, toda la dantesca materia, toda la muy dubitativa y manipulada historia, y todos los malcontentos y muy impalpables sueños, fluían y (re)fluían, de forma muy inexorable, hacia tiempos de forzoso cambio, en el cual, todo ya no era lo mismo, un segundo después, pues en términos metafóricos siempre y de una forma inexorable, estaba muy delirantemente connotado, con ese muy correoso y muy simbólico río de Heráclito, donde ya nadie se podía bañar dos veces seguidas, en ese imaginario y muy alegórico río, torrente viviente, siempre corriendo, y no dejando nunca de correr, en la incesante corriente demasiado turbia de la materia, y siempre transmudándose, cómo siendo el muy impetuoso y muy abigarrado “río de la vida”, y siempre muy atiborrado, de muchos y muy inextricables interrogantes dialécticos, que ya se desdibujaban en el vertiginoso túnel del gran espectáculo de la muy descomunal historia humana. Y cuyo légamo se iba confundiendo, casi siempre, con la muy tenue memoria, y que era como si fuera una gran e intermitente paradoja, y que ya iba desempolvando ingentes torbellinos de siempre nuevos y siempre muy irregulares confines, donde todas las cosas se iban literalmente confundiendo, unas con las otras, fragmentándose, casi siempre, en nuevos imaginarios y otros muy revueltos confines, que ponían en contacto lo que antes se encontraba literalmente separado, y separaba lo que antes había estado en permanente contacto.
 


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