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el tao de las olas: Los Siete Portales

el tao de las olas: Los Siete Portales

21-04-2014

Deporte y aventura cuento o relato

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Fede, nuestro protagonista, está agotado y estresado con el ritmo de vida que lleva en la ciudad. La llamada de su amigo Rodrigo no puede ser más oportuna. Lo invita a ir a Arachania, un balneario a orillas del Atlántico. Allí Fede es iniciado en el surf, de la mano de la propia "la voz del mar". Durante el proceso Fede se da cuenta que está siendo guiado en el camino (Tao) para aprender a vivir la vida.

 

ENTREVISTAS:

"Estoy invitando al lector a que haga su camino de reencuentro consigo mismo"

Leer primer capítulo

 

Primer capítulo

Capítulo I: El Umbral
¡Paren el tren que me quiero bajar! - pensó Fede en forma de un grito interior, mientras miraba su imagen reflejada en el espejo del baño, en donde vio reflejado el rostro de alguien a quien le costó reconocer. Las ojeras marcadas delataban su agotamiento físico y mental. Hilos de transpiración marcaban su camino desde el pelo brillante de gel, hasta el cuello de la camisa. Hacía calor, mucho más calor adentro que afuera del edificio.
¡Mierda! ¿A qué estás jugando? Este stress no es sano, no me gusta, no lo quiero… ¡Necesito fumar!- Apoyó las manos en la mesada de mármol del lavabo, bajó la cabeza expiró el aire de sus pulmones con un soplido, inspiró profundo y volvió a soplar. Puso ambas manos en forma de cuenco debajo de la canilla y automáticamente salió el agua. - ¡Qué maravilla! Esto ahorra agua… - Se salpicó la cara para refrescarse, tomó una toalla de papel del dispensador, se secó y volvió a mirarse al espejo.
- Bien, así está mejor, no te ves tan mal. Vas bien, no pierdas la calma, sabes te quieren cansar, no importa, vos firme. Mantenete enfocado en que todos tenemos que ganar.- se dijo a sí mismo en voz baja para recuperar su centro y enfocarse en la negociación que estaba llevando adelante con los gerentes de la compañía telefónica.
Me fumo un tabaco y que esperen - Miró el techo en busca de detectores de humo y viendo que no había ninguno a la vista se dirigió a la ventana y la abrió. Sintió el golpe del viento refrescante en la cara que todavía la tenía húmeda. Se aflojó el nudo de la corbata y desabrochó el botón superior de la camisa.- ¡Corbata de mierda!, me está asfixiando. Es una correa para que el “status quo” me lleve por la vida…- reflexionó fastidiado con lo que ésta representaba más que con la corbata en sí.
Tomó una hojilla, un poco de tabaco, armó un cigarrillo y se asomó por la ventana a soplar el humo. Abajo se veían los tejados de las edificaciones más bajas, las copas de los árboles, las calles llenas de gente y los autos como si fueran de juguete. Hacia el oeste se veía la bahía en donde vive el puerto con sus barcos y grúas moviéndose en cámara lenta.- ¡Cómo cambia la percepción de la vida en la ciudad desde un piso veinte! Perspectiva... Hay que elevarse para ver el cuadro completo… ¿Por qué estoy metido en esto? ¿Cuándo lo elegí? ¿Necesito vivir la vida así? - Estaba perdido en estos pensamientos cuando sonó el celular.
–Hola – atendió sin mirar el identificador de llamadas.
–¡Despierta Wasimasilliay! – Dijo una voz del otro lado.
–Hola Wasi. ¡Qué bueno escucharte! ¿Qué contás?
–Cuento olas, ballenas y delfines…
–Yo te cuento que aquí ando al borde del desquicio.
–Sea lo que sea, no vale la pena. Venite para Arachania Wasi.
–Es la propuesta más sensata que he recibido en todo el día. Pero…
–Te espero – Dijo, y sin decir más colgó el teléfono.
–¡¿Hola?! Wasi... Rodri… ¡Me cortó!
Rodrigo y Fede se conocieron en Bolivia cuatro años atrás. En aquel entonces Fede tenía treinta y tres años, estaba casado y tenía dos hijos. Rodrigo tenía veintitrés y viajaba de mochilero con su compañera. Aquel agosto de mil novecientos noventa y tres Fede había logrado regalarse un viaje largamente añorado a Machu Pichu, que despertó de nuevo el espíritu aventurero que había sido postergado durante algún tiempo. Unos años antes había recorrido en solitario, con su mochila en la espalda, varios países de Sudamérica, Estados Unidos y Europa. Pero aquel viaje a Perú y Bolivia, resultó ser mucho más que un desplazamiento físico; fue un viaje con desplazamiento interior. Los caminos lo llevaron a una comunidad en los alrededores del pueblo de Quillacollo en el valle de Cochabamba en donde se encontró con Rodrigo, que también estaba haciendo su propio camino de búsqueda interior y junto con otros “gringos” conocieron los principios de la espiritualidad andina transmitida por un chaman de origen quechua, De aquel tiempo y lugar proviene la forma en que se saludan hoy, “Wasi”, abreviación de Wasimasilliay, que en quechua quiere decir hermano.
La negociación del contrato continuó durante tres horas más y se acordó continuar con la revisión la semana próxima, después de poner por escrito los puntos acordados. En realidad eso quería decir que se seguiría negociando a través de intercambios del documento, por correo electrónico. En este proceso los abogados se encargarían de complicar cualquier acuerdo logrado durante la reunión que acababa de tener lugar.
–¡Gracias a Dios es viernes! – Se dijo mientras conducía el auto de vuelta a casa. El tráfico por la rambla de Montevideo estaba más lento que de costumbre. Era el último día de la semana y mitad del mes de Febrero y parecía que todos los habitantes de la capital intentaban huir hacia las playas del Este. Recién en la Avenida de las Américas, llegando al aeropuerto, pudo aumentar la velocidad, ansioso por llegar.
¿Y si sigo viaje hasta Rocha? Total si en casa no hay nadie este fin de semana y no vuelven de Buenos Aires hasta el lunes… No, no puedo. Tengo que armar el documento para presentar a mis socios lo antes posible – reflexionaba mientras intentaba sacarse la corbata por encima de la cabeza.
–¡Mierda! – maldijo cuando el automóvil que circulaba adelante suyo frenó inesperadamente para tomar un cruce no permitido hacia la izquierda. Giró el volante a la derecha con brusquedad al tiempo que el espejo retrovisor le avisaba que por detrás se acercaba a gran velocidad una taxi. Corrigió el volante a la izquierda y clavó los frenos preparándose para el impacto de frente. Las cubiertas de caucho lucharon por aferrarse al pavimento entre chirridos desesperados. En el último instante previo al inminente golpe, el primer vehículo terminó de hacer el cruce escapando por un pelo de ser atropellado. El ataúd de chapa finalmente se detuvo, atravesado en la avenida y el espacio se llenó de silencio.
¡Estoy vivo! No pasó nada- fue lo primero que pensó. Podía sentir su corazón latiendo con fuerza y tuvo ganas de llorar.
El conductor que cometió la imprudencia se alejó rápido del lugar. El taxi se detuvo en la banquina unos metros más adelante, degustando su propia adrenalina.
Durante unos minutos todo el tráfico se detuvo. El mundo se detuvo.
¿Cómo que no pasó nada? Estuve a punto de morir.
Los primeros en moverse fueron los peatones. Algunos empezaron a acercarse al auto para ver si el conductor estaba bien. Otros se juntaban a comentar el incidente sin animarse a involucrarse. Alguien le golpeó el vidrio y le preguntó si estaba bien. Fede no escuchaba las voces ni se percataba del movimiento a su alrededor.
¿Te parece que no pasó nada?
Sí que pasó algo… en este instante me doy cuenta que estoy vivo.
¡Uf! ¡Qué fuerte! Me siento muy diferente en este momento…
¿Y antes como estaba?... también vivo… supongo, pero seguro que no tan vivo como ahora… ¿o estaba como muerto en vida?, ¿Puedo vivir estando muerto?
Sí, me doy cuenta ahora que a veces me olvido de vivir.
Fede levantó la cabeza y por reflejo miró el espejo retrovisor del parabrisas. Se encontró con su imagen. La corbata había quedado en la frente a medio camino de ser retirada.
No. No es una correa. ¡Es una vincha! Es una vincha de indio, de Charrúa, indomable, libre... ¿libre? ¿Soy libre? - se preguntó recordando algo que alguna vez le dijo Luis Espinoza, un sabio maestro de la vida: “Deja en libertad tu libertad”. Y sin pensarlo más, arrancó en dirección al Este. Arachania es el último balneario al norte de la Paloma en el departamento de Rocha en Uruguay. Le sigue una franja tres quilómetros de campo, montes costeros nativos y playa oceánica que se extiende hasta el siguiente balneario, La Pedrera. Arachania resistió a la invasión de turistas veraniegos durante muchos años. Pareciera como si los espíritus de los guerreros arachanes se hubiesen parapetado entre las barrancas, y a lanza y boleadora fueron manteniendo a los inversores fuera de su territorio. Ahí tiene su rancho Rodrigo.
El tráfico en la ruta Interbalnearia estaba denso como era de esperarse en esa época del año. Algunos conductores intentaban infructuosamente acelerar la marcha con el único objetivo de llegar unos minutos antes al destino. Fede seguía bajo el efecto del shock y manejaba como con el piloto automático puesto. Él era un pasajero y su cuerpo el chofer.
No tengo apuro ninguno por llegar – se dijo mientras introducía un casete que tomó al azar de la gaveta del auto y sonó la voz de Serrat cantando el espíritu de Machado:
Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino


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